Buenos propósitos para el 2008

Los principios de año siempre pretenden, tras las fiestas navideñas, tener un cierto efecto balsámico sobre la propia realidad que nos acontece. Es como si los buenos deseos de las fiestas navideñas se quisieran intercalar en la realidad vigente, pero la realidad resulta muy tozuda y, lo que hace que la realidad cambie, sus protagonistas, son los mismos. Así, se suele descubrir en breve que el efecto año nuevo, vida nueva, suele tener un contenido retórico. Por tanto, se trata de un efecto que por irrealmente mágico no quiere decir que resulte creíble, y que actuando como agoreros, suela ser más bien poco duradero.

Quizá este año pueda tiene en el plano político y económico, dos caras muy contrapuestas. La primera, el deterioro de la situación económica, cada vez más percibido por las familias (la inflación no perdona). Se ha puesto en evidencia la necesidad de volver a la ortodoxia y de la reforma. Para ello se necesitan equipos fuertes, de buenos gestores. Y ahí, es donde viene la segunda parte, las elecciones. Un fenómeno que si tendría que tener algo de vida nueva: por un lado la de impeler al partido hoy gobernante, de salir elegido a que gobierne mejor y que gestione mas (la situación le va a obligar). Por otro lado, de salir elegido el partido que actualmente está en la oposición que se produzca un cambio necesario, orientado hacia la gestión. Aunque los síntomas que ha mostrado el principal partido de la oposición con la ominosa aprobación del Real Decreto Ley de detracción de derechos, no son especialmente tranquilizadores. En todo caso, la vuelta de vacaciones de Navidad nos introduce directamente en la campaña electoral, verdadera fuente de agitación política.

Nos dejábamos el mes de diciembre con un sector eléctrico en llamas, incendiado desde el Ministerio de Industria. Un Real Decreto Ley aprobado con premeditación, nocturnidad y alevosía (y, también, un poco de recochineo al Parlamento), dejaba las Pascuas muy caldeadas. Había recuperado una visión sectorial conjunta en una cuestión básica, como es la seguridad jurídica, la estabilidad regulatoria y el modelo de mercado. Por lo tanto, se trataba de poner las cosas en su sitio y evitar la permisividad que había dejado pasar que en el año 2006 se detrayesen derechos por una vía tan torticera.

En lo que se refiere a los cambios gestores necesarios en el ámbito de la energía, evidentemente la trayectoria de estos últimos años no es muy edificante (y en especial en este 2007). Se han alcanzado al final de la legislatura 14.000 millones de euros de déficit tarifario (con la energía más barata que en los países de alrededor, aplicando medidas únicas en Europa, de dudosa legalidad y con un riesgo cierto de judicialización del sector). En realidad, el sector está en llamas, con una relación intratable entre empresas y el transportista único, fruto del papel que se ha irrogado éste. Un balance así, solo sostiene a sus responsables en un modelo de gobierno en el que se mantiene a Magdalena Alvarez.

En todo caso, puestos a hacer buenos propósitos para el año que comienza, tendríamos que empezar por la seguridad jurídica y la estabilidad regulatoria, como base y elemento clave de funcionamiento del Estado de Derecho en un sector como el energético. Que no se ataque más el mercado liberalizado. Qué aparezca la necesaria coordinación desde la administración económica del Estado (cada vez hay más voces que señalan a Solbes y a Vegara en estos momentos en los que se empiezan evidenciar problemas económicos), es decir, también que la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos no sea ‘puenteada’ o sea un coladero. Qué, se trate en serio el problema tarifario, con la perspectiva de sus efectos nocivos para la economía y para los consumidores, de forma que dejen de estar engatusados por la energía a crédito. Qué exista política exterior económica y que cada uno de los agentes institucionales ejerza de su papel: regulador principal, reguladores independientes. Que se realice una política de Estado en la que no exista suspicacia con el sector energético a partir de en una política displicente y de enfrentamiento con los agentes privados (de ellos y nosotros)

En el fondo, la pregunta es quién y cómo nos sacarán del atolladero en que se ha convertido este sector clave para la economía. Son cosas sencillas, pero la esencia del funcionamiento, pero como los regalos de Reyes: útiles, necesarios, pragmáticos, imprescindibles.

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