Aprendizajes del fracaso de Cristina Kirchner (para España)

La situación en Argentina tras la expropiación de YPF debería ser muy preocupante para el gobierno del país andino. La gestión de la empresa es ahora «como era» antes de que Repsol fuera la titular de la compañía. En términos poco edificantes, podríamos decir que está en manos de los comisarios políticos del Gobierno, perdiendo competitividad y eficiencia, a cambio de nepotismo, y caminando imparablemente hacia la cristalización como parte de la mastodóntica burocracia de la Administración argentina y el aparato personalista-peronista. La empresa sufre un empeoramiento galopante gracias a la apropiación del Gobierno en aras, supuestamente, del bien de los argentinos. A esto se añade un saqueo inmisericorde y su conversión en miseria.

Los intentos por recolocar la compañía entre otras corporaciones internacionales del sector no fructifican, y tampoco parece que lo vayan a hacer en un futuro próximo. Instalados en la desconfianza y en la advertencia en el horizonte de la propia indemnización a Repsol, el problema añadido es ¿qué confianza puede ofrecer a la inversión internacional un gobierno con esos niveles de seguridad jurídica? Incluso hay ciertos pavoneos orientados a que Repsol mueva ficha para su retorno a la gestión de la empresa, salvando la cara de la presidenta, retratada descarnadamente por el presidente uruguayo José Mójica. El modelo «mantis religiosa» sólo puede funcionar para los desprevenidos.

La explotación del yacimiento de Vaca Muerta, supuesta tierra de promisión, desató desmedidamente la codicia gubernamental de todos los hombres de la presidenta (en especial de Axel Kicillof), ante los cantos de sirena y los espasmos en plan revolución bolivariana. Llamado a ser una vaca a la que ordeñar, el citado yacimiento exige cantidades ingentes de inversión para su puesta en funcionamiento, pero el país carece de credibilidad internacional para su inversión y financiación. Resultado: más muerta que vaca.

Con la debida distancia, los responsables de energía españoles tendrían que no apartar la mirada de los comportamientos que emulan de las autoridades argentinas, respecto a las empresas y la inversión internacional. Deberían identificar sus parecidos con el «kirchnerismo» y el «peronismo» en todos aquellos aspectos que suponen pérdida de credibilidad respecto a la inversión empresarial y de sus consecuencias en un modelo globalizado. La forma de exigir o de requerir a las empresas y a los sectores, de esquilmar, para acabar actuando sin diálogo y de forma no creíble, ya es pública y conocida, dentro y fuera de las fronteras. Cabalgar entre el falangismo ideológico y sociológico, y el frenesí de ganar puntos momentáneos a corto plazo en las encuestas y la aversión torva por lo empresarial siempre conducen a malos resultados.

Es una lección de obligatorio aprendizaje para los gobiernos y de cada vez menor camuflaje dado que la velocidad de la economía atrae las consecuencias de forma muy rápida. Lección inexorable. Todos esos comportamientos conducen en el corto plazo a poca cosa. Y en largo plazo, a Cristina Kirchner y a la vaca muerta.

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