Acuerdos y desacuerdos
El tan cacareado y nunca existente Pacto de Estado de la Energía entre PSOE y PP, anunciado en rueda de prensa concomitante con el penúltimo anuncio de congelación de tarifas eléctricas, olía a muerto desde el momento de su presentación. No sólo se podía evidenciar esta sensación por la circunspección de uno de los protagonistas, el propio Cristóbal Montoro, que acompañaba de representante presente y cara fúnebre a Miguel Sebastián. También por la gestación y la dinámica de los hechos políticos que llevaban a aquel vodevil.
En definitiva, la pregunta que hay que hacerse a la hora de valorar un acuerdo es cuál es el contenido del mismo o, al menos, dadas las expresiones ambiguas que se utilizan en su formulación, sobre qué orbita. En lenguaje de negociación, cuál es la transacción. Y, la verdad, es que no se ha sabido nada y nada concreto al respecto de lo que hablaban nuestros representantes políticos. ¿Cuál era el objeto de negociación? ¿Qué hacemos con la energía nuclear (con la presente), con la instalada? ¿Qué papel tienen las renovables en el mix de generación? ¿El problema era quién inaugura las líneas de alta tensión? ¿Cuántas de estas cuestiones no se explicitan en el Informe de la Subcomisión como temas alrededor de los que construir un acuerdo?
Y el sujeto celeste de todas las órbitas, siguen siendo las tarifas eléctricas y el desiderátum para evitar la subida de precios de la electricidad. Cuestión que sí se ha convertido ya en una cuestión de Estado, porque de tanto demorarlo, de tanto empujar hacia adelante el problema se ha precipitado desde el pasado en que se empezó a fraguar el déficit tarifario a este volumen descontrolado. Cada gobierno ha hecho su contribución, con su pretensión de subidas moderadas e insuficientes, a un montante creciente de déficit tarifario, generando un problema político de primer orden. Al que hay que añadir el déficit de explicación pública de lo que significa.
Por su parte, el Partido de la oposición es consciente de que la mejor posición respecto a las tarifas eléctricas, es que pase este cáliz (bien lleno) y dejárselo beber enterito al partido en el Gobierno. El Partido del Gobierno buscaba una complicidad que no ha conseguido, para las medidas que habría que haber tomado, larvadas por la actuación de los dos en su ejecutoria al frente del Ejecutivo: falta de reconocimiento de las tarifas y generación de déficit. Lo cierto es que hay un gen político que les une: el intervencionismo sobre los precios de la electricidad. De hecho, hoy podríamos encontrar defensores de una versión rediviva del Marco Legal Estable en las huestes del Partido Popular en las que también militan retroprogresivos y podrían apelar a medidas de excepción para no abordar el problema (¿cuáles son las propuestas concretas, más allá de las expresiones genéricas que, en este sentido, propone el principal partido de la oposición?)
Saliendo de la demagogia económica, sería posible llegar a algún sitio concreto constructivo. Que el déficit tarifario es un problema de país en que los dos partidos políticos con responsabilidad de gobierno han participado. Que el déficit tarifario es un problema para la sociedad, para las empresas, para los ciudadanos, para el funcionamiento de los mercados y de nuestra economía. Que la necesidad de contener el coste del suministro no pasa por soluciones no intervencionistas, sino por pensar mejor el largo plazo. Que apelar a la militarización de los mercados de la electricidad, en forma de Marco Legal Estable, reclamado por todos los retroprogesivos y por quienes les hacen oídos sería, además de una barbaridad, un error de cálculo.
La incapacidad política ha llevado a que hoy tengamos los precios más baratos de la electricidad en los mercados de generación y unas tarifas elevadas debido a los costes regulados para regar con el «fru fru» de las subvenciones una tarifa que todo lo soporte, lo aplace o lo fie. Explíquenles esto a los españoles porque dicho análisis ha sido efectuado de forma frívola y superficial desde las instancias políticas. En este caso, el problema no es el mercado sino no hacer caso al mercado.
Evidentemente, si el contenido de este acuerdo es, en un formato a la búlgara, anunciar en público que no se suben las tarifas eléctricas, bastan dos gestos de mus y unos cuantos guiños para no pisarse el micrófono. De hecho, hoy podemos comprobar cómo con el acuerdo en fase de extinción definitiva, el Gobierno vuelve a anunciar, sin rubor, que no sube las próximas tarifas eléctricas. Y sin que se haya producido el famoso y anhelado acuerdo. Pero lo que parece cierto por evidente, es que sí hay consenso en los dos partidos mayoritarios en una cosa: seguir generando déficit tarifario para las generaciones venideras y todo por no hacer lo que la sociedad y la economía necesitan en pura lógica y ortodoxia económica. Y esta vez no sale Montoro.



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