Una intervención es una intervención

Reacciones desde el Ministerio de Industria: esto no es una intervención, no es una intervención, no es una intervención

Desde el Ministerio de Industria se niega que con esta actuación el Gobierno sea intervencionista. Una negación que, de facto, es una justificación. En realidad es una constatación. Se puede inscribir en esa práctica que tienen los Gobiernos de negar la devaluación de la moneda hasta la noche previa a su efectividad.

En todo caso, es posible que este tipo de declaraciones, totalmente obligatorias e imprescindibles para dar un mínimo de cobertura a la actuación (fijación unilateral de precios con utilización y abrasión de la CNMC) puedan servir para hacer demagogia en un contexto de aversión por la economía y por los mercados, como es el nuestro. Es decir, es útil para emitir notas de prensa y titulares distribuidos para los medios de comunicación, pero no resultan convincentes para los mercados financieros y de inversión internacional; equivocación de destinatarios porque ellos sí que saben lo que es una intervención. Cuanto más repite más se confirma. Aumenta la prima de riesgo.

El País, contra el mercado y las subastas

Una sociedad que está en un 70% en contra del capitalismo genera unos medios de comunicación complacientes con esas convicciones, aunque renuncien a su homologación internacional en las democracias y países avanzados. Así, el diario El País se ha declarado colaboracionista con el Gobierno en la operación de Industria contra la subasta con extensa dedicación para hablar del sector eléctrico.

Una constatación es que El País no cuenta con un equipo de análisis para el sector eléctrico que tenga un perfil empresarial, liberalizador y promercado, es decir que no salga de postulados más cercanos al propio franquismo del marco legal estable y al izquierdismo antiempresarial, que a la comprensión de los fenómenos económicos en una sociedad globalizada. Sus referentes opináticos no pasan de Jorge Fabra o de Martín Gallego Málaga, ambos de la misma corriente ideológica y que son más que frecuentes en el medio, como es comprobable en la hemeroteca del rotativo. Ni siquiera tiene elementos compensadores. Sólo por este motivo, incluso inspiracional, es posible entender la posición del periódico en el afán de jalear las acciones incomprensibles del Gobierno Popular.

En este contexto es en el que hay que entender la ofensiva del diario de PRISA contra las subastas y el mercado eléctrico; ofensiva consistente en unos artículos trufados de opiniones provenientes de los viejos conocidos de la afición: Natalia Fabra, vástago ideológico y carnal de Jorge Fabra, con posiciones contrarias al mercado y, en especial, a la actividad de comercialización que es quien lo encarna y de Jorge Morales, adscrito a la facción fotovoltaica antimercado, y ya conocido por el polémico disparate del programa Salvados de Jordi Évole. Arietes sin contrapunto ni ponderación en el rotativo de la calle Miguel Yuste.

José Manuel Soria, todo un valiente

Seguidamente, ejercicio de entronización por parte de Miguel Ángel Noceda del ministro más mediático del Gobierno, José Manuel Soria en el diario El País, supuestamente, por enfrentarse a las empresas eléctricas. Una especie de Gary Cooper en Sólo ante el peligro, con el BOE y las ruedas de prensa como armas.

Al parecer, la demagogia le salvará de las consecuencias del disparate económico y financiero en el que se ha metido, que en cualquier gobierno de un país occidental le mandaría de patitas a la calle. Además, según Noceda, esta zozobra es una misión encomendada a Soria por Mariano Rajoy y su poco sofisticada Oficina Económica, que siempre ha tenido al sector entre ceja y ceja. Menos mal, que en El País no hacen lo mismo con Cristina Kirchner en lo que se refiere a su pugna con el diario argentino Clarín.

Gabriel Tortella: cualquier tiempo pasado fue anterior

Y para finalizar, el diario El País acude al historiador Gabriel Tortella que reconstruye el devenir del sector eléctrico existente en España… Eso sí, en su artículo se queda en lo que fue hace treinta años, no pasando del tardofranquismo. Un artículo interesante (qué duda cabe), pero que publicado así, descontextualizado y dirigido, es algo ignoto, una pieza antiquísima, un retorno al pasado que ya no es, plenamente intencional.

De hecho, con una descripción que va de Primo de Rivera a Franco, evidencia que no puede esbozar ni el contenido, ni el resultado de las reformas del socialista Juan Manuel Eguiagaray y de la penúltima Ley del Sector Eléctrico de 1998. Con respecto a la estructura empresarial, la progresiva entrada de nuevos operadores (principalmente europeos) ha dado lugar a un mercado muy competitivo, como es el español, con precios inferiores a los europeos, y más si se descuentan los impuestos patrios a la generación.

Los indicadores sobre poder de mercado, por una parte públicos y por otra parte, con metodología ortodoxa, base académica e internacional sobre competencia y mercados (¡ay, pero eso es lo que nos falta, más allá del relato dirigido y orientado!), acreditan la competencia existente actualmente en este sector en España. Ni una referencia a las Directivas Europeas, a la integración de mercados de la electricidad, al Mercado Ibérico de la Energía (MIBEL), ni al análisis de precios, ni de oferta, demanda, capacidad, potencia, entrada de renovables, etc…; elementos sin los que no se puede entender con objetividad y fidelidad la realidad del sector eléctrico hoy.

Y, además, Tortella hace gala de una utilización simplista de la palabra oligopolio, con las clásicas connotaciones peyorativas, en lugar de comprenderlo como una naturaleza del tipo de sector por los volúmenes de inversión que precisa. Como si la naturaleza de los sectores energéticos fuera una decisión caprichosa uniéndose al corifeo. Es más, es lógico que estos sectores sean oligopolísticos. Lo que es necesario es que su necesaria configuración oligopolistica, desposeída del estigma, se vea acompañada por una legislación procompetitiva y de mercado, así como de buena supervisión. Un gran número de expertos en regulación vienen estudiando en profundidad estos últimos años los denominados “sectores en red” para que ahora se ventile espolvoreando adjetivos.

En la actualidad, en España, existen dos tipos de monopolio en la electricidad. El primero, el monopolio en la distribución establecido por demarcaciones (cada empresa es monopolística en su demarcación, pero no hay una sola empresa distribuidora en España: en total hay cinco); el segundo, el monopolio en la actividad de transporte de electricidad, actividad en la que Red Eléctrica de España (REE) es monopolista único.

En todo caso, orientar el problema eléctrico en estos términos es una maniobra para despistar al personal acerca de las causas que han dado lugar al desmadre de los costes regulados combinados con el control de precios por la acción de los gobiernos.

La intervención en la tarifa, más déficit tarifario, más riesgo para las comercializadoras

En todo caso, lo más inteligente también se ha publicado en el diario El País por Arturo Rojas de Analistas Financieros Internacionales (atentos a la factoría Ontiveros), con un baño de realidad en su artículo Un sector a la deriva, en el que explica bastantes de los condicionamientos que han podido dar lugar a la evolución de precios surgida de la última subasta, como que el resultado de la anterior subasta CESUR se ha visto sorprendida por precios más altos en el mercado diario.

Sin aparato demagógico, ni alusiones ideológicas antiempresariales, describe cómo esta decisión puede ser especialmente perjudicial para las pequeñas comercializadoras y cómo esta fijación de precios a las comercializadoras por parte del Gobierno se traducirá en mayor déficit tarifario en el futuro por las diferencias con las compras en el mercado diario.

De hecho, todo el déficit tarifario es el resultado de las múltiples intervenciones públicas realizadas sucesivamente, gobierno tras gobierno, desde el año 2002, tanto en los costes regulados y las primas, como en las tarifas políticas. Por tanto, está claro que la medida del Gobierno es una intervención y, en este caso, va mucho más allá, al acabar con la recién parida CNMC y, de forma muy alambicada, con el mecanismo de las subastas; además, tiene efectos colaterales en el ámbito de las instituciones económicas españolas.

Exordio

Por cierto, estimado profesor Tortella, usted afirma en su artículo que “otros países europeos como los mencionados arriba” (el historiador menciona en su artículo, única y concretamente, como países europeos a Alemania e Inglaterra) han optado por la nacionalización de este sector. Tenemos constancia de que, actualmente, eso no es así desde hace mucho tiempo, ni siquiera en Francia que es el país europeo cuya estructura sectorial sería la más parecida a un monopolio. ¿Cuándo fue esto? ¿Nos los podría confirmar de forma fehaciente?

Así podremos saber qué es una intervención y qué no es en una economía moderna y globalizada. Muy gustosos.

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