Crónica ante la reforma eléctrica
Por eso, será interesante hacer una narración diaria del acontecer de esta llamada reforma eléctrica para resolver el problema del déficit tarifario, que no es otra cosa que la insuficiencia de ingresos para absorber el coste del suministro eléctrico generado por motivos políticos.
Recordemos que el primer año del Ministerio de la era Soria se caracterizó por la insoportable levedad en la actuación contra el déficit tarifario, con el inefable y nunca bien recompensado en sus oraciones Fernando Marti Scharfhausen al frente. Lo único de ese 2012, fueron los 5.800 millones de déficit tarifario eléctrico resultante y la magnificación de la medida de la congelación de los registros de preasignación, en la medida que, en este régimen de adelgazamiento, consideraban que era un paso importante retirar el perejil de la ternera. Eso y muchos desayunos en los medios de comunicación, muchas declaraciones, mucha portavocía por parte del propio ministro en la multimedia.
El segundo año de la era Soria al frente de Industria ha cambiado sustantivamente con la entrada en la Secretaría de Estado de Alberto Nadal, hermano del plenipotenciario Álvaro Nadal, director de la Oficina Económica del Presidente. Y este segundo año se basa en el búnker. Búnker consistente en el cortocircuito de las comunicaciones terrestres y áreas de las dependencias de la Secretaría de Estado con todo lo que signifique el mundo exterior. Cortocircuito también en las negociaciones sectoriales, salvo con Red Eléctrica de España. Fuertes inquietudes y desasosiegos en los sectores económicos y empresariales por los signos externos y los comportamientos que se adivinan e interpretan.
En el búnker, Alberto Nadal desmonta la maquinaria del déficit, la ubica pieza a pieza encima de la mesa. En el búnker, idea diabólicas y visionarias fórmulas ocurrentes para su extinción rápida, o para que los distintos componentes se lo paguen entre sí, que combina con propuestas delirantes como la ley de sistemas extrapeninsulares en la que se le antoja arrasar todas las instalaciones con más de 25 años de antigüedad. Y, cuando sale del búnker, Nadal se da a la política de hechos consumados. O bien, sale para hacer públicos sus hallazgos y sus decisiones para que todo se coloque en pos de sí, o bien, para preparar y hacer campaña para allanar el camino a sus medidas, insinuando irregularidades indefinidas.
Así, la campaña de hostigamiento al sector energético tomó la semana pasada una intensidad inusitada en los medios. Inciso en la reforma de la distribución (habiendo escondido el informe de partida en la CNE para saber cómo funciona y cuánto cuesta), inciso o admonición en la reforma del mercado (cuando el mercado español ofrece precios más bajos que el resto de Europa), malévolas difusiones de grano gordo sobre beneficios empresariales en España, sin distinciones de dónde se producen, nacional e internacionalmente… Todo ello indica que el Gobierno se ha lanzado a la demagogia.
El búnker elimina el sentido de lo relativo y subjetivo de las deliberaciones con uno mismo; incluso imprime un aire de ausencia de gravedad y de trascendencia a esas decisiones. Ahora el problema del déficit tarifario eléctrico y la adicción al déficit en España tiene tintes de trascendencia a nivel europeo e internacional. Y también, tiene efectos financieros, empresariales, de inversión, de seguridad jurídica, de funcionamiento de los mercados, de comercio internacional y macroeconómico. Ahí está el caso de las inversiones norteamericanas y la propia declaración de la Unión Europea, dando un plazo hasta final de año para resolver este problema. Se hace patente que de esta reforma por sus repercusiones y por sus miradas, deberá ser más medido su contenido, si se logra entender el mensaje.
Cada una de estas cuestiones requiere análisis, comentario y narración. De lo que pasa en el búnker.



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