Falacias, cinismos y renovables
Coincidiendo con el anuncio de las novedades legislativas del pasado viernes, el domingo en el suplemento «Negocios» del diario «El País«, el exdirector general del IDAE y presidente de la Fundación Renovables, Javier García Breva, escribía un artículo para hacer un nuevo ejercicio de argumentación sofisticada a partir del aprovechamiento de la realidad interpretada en propio beneficio. Para su correcta comprensión, recomendamos la lectura del «Diccionario de Falacias» de Ricardo García Damborenea, que traza la diferencia entre falaz y falso, y que es de lectura obligada para los profesionales de la comunicación política.
Partamos del hecho de que el último Real Decreto ha conseguido recolocar el problema de las primas a las tecnologías renovables en una posición central y protagonista dentro del coste del suministro, sobre todo después de haber salido del escenario hábilmente. Algo que se había perdido por la voluntariosa y tenaz acción de una estrategia doble y sus beneficiarios.
Primero, por la ocultación de estos costes, primas y subsidios en un ejercicio de esforzado disimulo que, con los volúmenes e inercia que ha adquirido, se hace cada vez más difícil. De hecho, nadie en nuestro país sabe concretamente lo que cuestan estas tecnologías, ni lo que significan en la tarifa, ni en su factura, en relación con su aportación al suministro.
Y segundo, por su tolerancia plena a que cualquier volumen de generación por estas tecnologías, cualquier prima, cualquier subsidio a la producción renovable, por ser verde, debe tener «barra libre» con justificaciones de eficiencia económica próximas al auto de fe o por el imperativo categórico de que España es la nación que ha sido elegida para cruzar el Jordán y salvar el planeta ella sola. Gaia como bien supremo y ese fin teleológico desposeían del carácter de empresas a sus operadores, frente al nefando mundo empresarial y el mercado.
Véanse las admoniciones de Pedro Marín o la reconversión de Jorge Fabra y los retroprogresivos en defensores de la retribución por costes reconocidos, aunque sean altos. De hecho, se percibían como negativos los matices, y el hecho de opinar sobre la forma de racionalizar este modelo se convertía en una agresión semejante a las que entienden los integristas islámicos con las caricaturas de Mahoma. El salvoconducto de lo verde, que hacía que fuera un ejercicio de beneficiencia y buenismo.
Sólo así se pueden entender los desmadres ocasionados por políticas de vista gorda en el cumplimiento de cupos por tecnologías (especialmente las que sus niveles de retribución y prima eran más altas o que irrumpieron en el mix de generación multiplicando sus previsiones y, por tanto, sus ingresos). Bueno, por eso, y por la complicidad de muchas administraciones, que han hecho dejación de responsabilidades. Una responsabilidad «in eligendo» por el abandono del seguimiento de los niveles de rentabilidad en cada tecnología, una responsabilidad «in vigilando». Resultado directamente la superación de los compromisos medioambientales del 20-20-20, su cumplimiento muy anticipado y una dinámica oculta de crecimientos interanuales de los costes, con este nivel de maduración, del 25%. ¿Por qué?
Para ello, los defensores de las tecnologías renovables, rama integrista, han ido adoptando una estrategia de renovables contra eléctricas, sintiéndose paradójicamente descomprometidos con el coste del suministro eléctrico y de la tarifa (incluso defendiendo tarifas bajas, a partir del control retributivo intervencionista en su propio beneficio, conscientes del riesgo de que una subida llevase al cuestionamiento de sus subsidios). Y, por ende, echando balones fuera del problema del déficit tarifario, como si no fuera con ellos, como si no formaran parte de las tarifas de acceso, en la consciencia de que los ingresos recurrentes llegan, entran en caja, los paga y los financia otro y que lo mejor es la estrategia de abrir los codos entre el resto de tecnologías. Sólo así es explicable que los defensores de las ayudas, primas y subsidios a las renovables fuesen también partidarios de que no subiese la tarifa y, por tanto, que se generase el déficit tarifario. Entre otras cosas, porque su financiación se hacía desde las empresas distribuidoras, con lo que todos los elementos para la presentación falaz y cínica de los argumentos están servidos.
En eso, existe una responsabilidad importante y que estriba en las sucesivas administraciones energéticas que han seguido una estrategia de títere con cachiporra, en lugar de tener una visión compartida, económica, gestora, global y una política que seguir y aplicar. Una política energética. En su lugar, han optado por el reparto y distribución de los esfuerzos con criterios de justicia política y de relaciones públicas.
Así, el clima de discusión sobre las tecnologías renovables recuerda modelos irracionales y duales del tipo Madrid-Barcelona o la polarización que genera la Asociación del Rifle en USA. Un clima de federales contra confederados. Nadie está en contra de las renovables per sé y es algo usual en un sector en que se habla de «carboníferos» o «nucleares» como si fueran bandos.
En realidad, lo que proponemos desde Energía Diario es algo más sensato y es reconocer y reconducir el descontrol económico existente y atender al suministro eléctrico en condiciones coherentes con la situación económica, la demanda, el equilibrio económico, medioambiental y de garantía de suministro de acuerdo con las necesidades, inversión y capacidad instalada del país. Sujeción a los compromisos y calendarios acordados sin extralimitarse. Selección de tecnologías más eficientes. No violación de los Planes de Energías Renovables y definición correcta de los objetivos de política energética, económica y medioambiental.
Volviendo a las falacias y los cinismos, analicemos el de García Breva en su artículo, como ejemplo de una falacia de composición. La falacia de composición se produce cuando atribuimos algo a un conjunto, que solamente es cierto en las partes o con respecto a una de ellas. Véase a Javier García Breva afirmando interesadamente que las tecnologías renovables bajan el precio del mercado de generación, con la intención de obtener el favor de los españoles por promover la eficiencia. Pero, a cambio, oculta que estas tecnologías suben el conjunto del precio del suministro, que a efectos globales y del consumidor tiene mayor relevancia y calado.
La explicación a lo que dice García Breva es una finta intelectual. Dice algo que no es falso, pero sí engañoso, por eso mezcla costes de los sistemas extrapeninsulares con costes por tecnologías, la planificación energética de 2002, los pagos por capacidad (cuya evolución y montante es mucho menor que la espiral de las primas) y el mercado de generación. Viene a decir en su artículo: cuanta más electricidad se produzca procedente de tecnologías renovables, dado que el franqueo de su producción es obligatorio y entra a un precio ficticio en el mercado, más se reduce la cantidad de energía en casación en mercado en el resto de tecnologías. Por tanto, existe mayor exceso de oferta de otras tecnologías concurrentes y, consecuentemente, los precios bajan. Eso sí: a su vez, la producción renovable obtiene muchos más ingresos, más primas, más subsidios y precios más altos por unidad de producción y el suministro conjunto es más caro.
Claro, el argumento, así expresado, es cínico, porque las renovables inducen a bajar el precio del mercado por la ley económica de cobertura de demanda obligatoria. Pero también suben el precio total del suministro, por ley aritmética y la prima recibida, que es el que debe pagar el consumidor. En definitiva, García Breva justifica el encarecimiento del suministro por el abaratamiento que se impone al mercado por la reducción de demanda ante un exceso de oferta, pero sin decirlo de forma explícita. O le echa la culpa de los precios de la electricidad a los decretos que han intentado ir poniendo coto infructuosamente a la dinámica de crecimiento de primas, sin mostrar precios reales del mercado de generación. Llévenlo al extremo y lo comprobarán. ¿Cuánto sería el coste de la electricidad si toda la producción estuviese primada? No resiste una pregunta sería.
Las renovables tienen un papel en el mix español, evidentemente, pero debe estar inserto y sujeto en el suministro eléctrico y a la resolución política del triángulo medioambiente, sostenibilidad económica (lo que incluye, por tanto, tarifas y precios) y garantía de suministro. El mejor camino para defender a las renovables es asumiendo los hechos y la realidad, aceptando el montante total que sus costes significan, la dinámica de crecimiento de las primas y su viabilidad, sin ocultación y sin acudir a las falacias de composición como herramientas de comunicación política. Sentirse fuera del sistema eléctrico como meros perceptores de rentas es un camino de muy difícil retorno y que no llega a ningún sitio. Diferenciar el sector renovable y los subsectores, y también el papel como industria de la política energética y de la cuestión del suministro en nuestro país. De hecho, no es lo mismo una tecnología que otra, dados sus diferentes niveles de retribución y la generación y eficiencia de cada una. No es lo mismo un calendario que otro para ese cumplimiento de objetivos medioambientales.
Con todo esto, se explica la transfiguración renovable de Fabra y los retroprogresivos, con la fe de los conversos. Y también se comprende y contextualiza la omisión consciente en el programa «Salvados» del Follonero sobre la cuestión del volumen de las primas en el suministro eléctrico.





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