El porvenir está en los huevos
Probablemente hay que volver al teatro del absurdo para entender determinadas cuestiones que ocurren en el sector eléctrico en lo que se refiere al déficit tarifario. Así, podemos encontrar una metáfora entre el precio de la electricidad y el de los huevos en nuestro país. Metáfora que ya hemos sugerido alguna vez en Energía Diario y que parte de conocer las razones del aumento del precio de los huevos, derivado de la entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal, que incorpora una nueva exigencia relativa al tamaño de las jaulas para las gallinas. Un requerimiento que ha reducido la oferta de estas aves ponedoras en un 23% y que se ha traducido en que el precio de los huevos se eleve un 50% en España, como recogen hoy los medios de comunicación. Evidentemente, se trata de la operacionalización de la relación de la ley entre la oferta y la demanda y sus consecuencias a nivel de precios.
Es curioso que todavía no haya salido ningún representante del colectivo retroprogresivo para preguntarse por qué no aplicar la amortización de la gallina y de la jaula y fijarle una retribución determinada a cada huevo (o su docena), en la medida en que se trata de un alimento tan básico en la población española. Además, el huevo, indudablemente, es fuente de proteínas para los trabajadores y deportistas, lo que también impacta en la productividad de la economía patria, por lo cual lo mejor es que se fije un marco legal estable. Si negamos el funcionamiento de los mercados y sus dinámicas, podemos abstraernos de todo lo que se pretenda decidir desde el punto de vista político y administrativo y que incida en el precio de los huevos.
Para mayor abundamiento a la vez que entendimiento, podemos comprender que el problema no es nuevo. Recordemos que este mismo problema ya apareció hace años, cuando otra normativa de semejantes características apareció para obligar a que las gallinas pudiesen dormir durante seis horas al día al menos, para lo cual, las luces de sus granjas debían apagarse con un horario de oscuridad cuya duración fuese esa como mínimo. Algo que también restringió la oferta oval, elevando los precios de este alimento tan básico y componente esencial de algo tan genuino como la tortilla española.
Si hacemos una reflexión sobre el mecanismo de costes y precios propuestos en las estribaciones de los sectores retroprogresivos (y recogidos en la Oficina Económica del Presidente) y la forma en que se ha venido generando déficit tarifario, tenemos un ejemplo claro, en el caso del kilowatio, de traslación de los efectos de la subida de un bien o servicio, como los huevos.
En este caso, fruto de la utilización de nuevas tecnologías o requerimientos técnicos (jaulas más espaciosas/potencia renovable con altas retribuciones), que conllevan inversiones cuantiosas en la capacidad instalada de este tipo de generación o en inversiones reguladas (las jaulas de las aves gallináceas, las centrales termosolares o activos de transporte, deuda antigua, etc…), y se produce el encarecimiento de los precios del kilowatio y del huevo, por la vía del incremento de los costes regulados.
La diferencia aquí, en el caso del kilowatio, es que dado que el precio se topa de forma política a través de la tarifa eléctrica, no se han venido reflejando los efectos sobre los precios reales de la electricidad, derivado del incremento de los costes regulados (esto es, de decisiones político-administrativas o su Ley de Bienestar Animal). Mientras, en el precio del huevo, el supermercado que ayer inauguraban Ana Botella y Esperanza Aguirre separadas por muy pocas horas repercutirá este ascenso de los precios de los huevos en el «mercado de generación» irremediablemente.
Pero es más: dado el absurdo de la situación, ésta nos puede remitir al genial Eugène Ionesco, con su obra «El porvenir está en los huevos«, una comedia cuya estética está llena de elementos surrealistas. Esta obra es la continuación de la historia de un matrimonio arreglado por dos familias burguesas. ¿Cuántos hijos tienen en sus tres años de matrimonio? ¿Qué deben hacer con su prole?… Tortillas, muchas tortillas. Sin duda, una vida esperando respuestas y resultados, una gran producción de eso que llaman «huevos», escenificando el sometimiento a unas normas rígidamente impuestas, esto es, a la regulación.
El comportamiento propuesto en el caso de la electricidad, tan absurdo como la comedia de Ionesco en el caso retroprogresivo, es: primero, genérese déficit tarifario (diferencia entre precios reales y tarifa); después, propóngase quitas de esa deuda; en tercer lugar, fíjense impuestos a la parte liberalizada del coste del suministro, la generación (que, por otra parte, es la que está disminuyendo, alcanzando los precios más bajos en los mercados de la Unión Europea) y cuarto, manténgase los costes regulados, su composición, volumen y dinámica. Y, finalmente, resultado de todo: que la tarifa eléctrica no refleje los efectos de unas decisiones políticas y se obstruya el mercado.
Y más absurdo todavía es que dicho problema se trate con la misma incomunicación y con la circularidad en la que ha derivado. Que se esperen de forma sorpresiva la posible aplicación de normas por vía política, coactiva o fiscal. Porque probablemente, el mayor absurdo es la posición solipsista y bunkerizada de las autoridades actuales, ante un problema de tales magnitudes y la necesidad de experiencia gestora, económica, de acuerdo y de diálogo que precisa su resolución.
¿Es el fuero o es el huevo?



Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir