Yo soy un político

Cuentan que cuando el actual ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, accedió al puesto, se encontró con la siguiente revisión tarifaria en ciernes y, a la par, con varias sentencias del Tribunal Supremo que, de facto, le impedían «trucar» la evolución de los precios de la electricidad por decisión política y que desembocó finalmente en la refacturación de los recibos de la luz con alteración en sus componentes por el Gobierno socialista.

Sus allegados y cercanos colaboradores así se lo dijeron: «Señor Ministro, que tenemos esto y (predicado omitido) estaríamos obligados a la subida de tarifas. Sí o sí». El ministro contestó con una frase lapidaria para un gestor de la cosa pública: «Yo soy un político». En línea con esta afirmación, Soria debió pensar «a mí que no me cuenten historias, la tarifa no se sube». Hubiera sido, evidentemente, un mal comienzo desde la visión de la política politizada.

Este es el ministro que se jacta de que la última bajada del 2% era consecuencia de sus medidas. Recordemos que esta bajada se efectuó por una reducción del precio en las subastas, manteniendo las tarifas de acceso artificialmente trucadas a la revisión del trimestre anterior, por debajo de su importe real. Y, además, con un déficit galopante del actual ejercicio que oscila entre los 3.900 millones que afirma la CNE y los 5.000 millones de los departamentos de regulación de las compañías. Mucho más que los 1.500 millones previstos y autorizados legalmente para el año.

Pues bien, nos acabamos de encontrar con dos promesas. Que el año que viene no subirá la factura de la electricidad, salvo lo que suba el componente producción, es decir, manteniendo las tarifas de acceso como hoy. (¿Qué hará con los componentes de la misma, un déficit de tarifas de acceso? Un proceso de decisiones discrecionales y arbitrarias para su reducción). Segunda noticia, que al final de año se cumplirá el déficit previsto de 1.500 millones de euros, aunque los datos y los números contradicen al ministro. Sí o sí. ¿En eso consistirá ser político? No nos debemos extrañar de que el deterioro de su percepción e imagen sea cada vez mayor.

Y tampoco sabemos mucho más. Salvo el titular. Todo por un titular, parece ser. Pero se requieren muchas más explicaciones para dar coherencia y textura a todo este discurso providencialista y episódico en el que el objetivo último siempre es acabar presentándose con un supuesto feliz desenlace político a su favor, lo cual le acaba dibujando como el hombre de los caramelos. El problema es que patinando sobre la realidad, sin profundidad, repitiendo mantras, no se arreglan los problemas complejos.

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