Un artículo que produce escalofríos

En momentos como el actual, es particularmente interesante conocer la forma en que nos perciben en el exterior. Es especialmente relevante porque, allende nuestras fronteras, cada vez se es más consciente del problema sistémico de la vida política y económica española y de los múltiples procesos dirigidos a la negación inconsciente del necesario ajuste de nuestro comportamiento a parámetros de realismo y de acercamiento a la cruda realidad y sus consecuencias. Son fases que están dentro de la evolución de la danza ritual alrededor de la crisis y del trauma de una grave pérdida para las clases extractivas y políticas españolas. Tal y como recoge Enric Juliana en sus artículos procedentes de los estudios de la doctora suiza Elisabeth Kübler-Ross, estas son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Por eso, cuando se leen descripciones tan descarnadas, como la que hace el diario económico norteamericano The Wall Street Journal en un artículo que publica respecto de la economía española, entran escalofríos. Escalofríos que se derivan de la clarividencia del análisis que se efectúa en el exterior, abstrayéndose de la complejidad de las relaciones internas dentro del país, que no permiten ver el bosque. Y tiritamos también por el desnudo, por la exposición pública de nuestras contradicciones y vergüenzas, en forma de una especie de «econoscopia» por el interior del cuerpo de la economía española y de cómo se tomaban aquí decisiones en tiempos de bonanza, sin miramientos económicos. Además, debemos sentirnos gélidos por la asombrosa la falta de pudor y la capacidad de mirar para otro lado.

Inciso número uno. En la actualidad, para cualquier gobierno, en especial para el Gobierno Español, en su acción de comunicación, además de la dirigida a los hipotéticos votantes, de la opinión pública y publicada, y de los simpatizantes, es decir de jugar en el ombligo interior, se debe contar con el sector internacional, con analistas, medios de información económica internacional e instituciones, que siguen minuto a minuto el decurso de la economía española y sus procesos con enorme atención. Tienen información perfecta y en ocasiones pluscuamperfecta. Y, para ello, se deben conocer sus reglas del juego, intentando subvertir al mínimo con supuestas características genuinas justificativas de nuestros comportamientos patrios. Ya venimos advirtiendo en nuestro medio de que nos están mirando.

Inciso número dos. Evidentemente, en el exterior no existen las matizaciones incomprensibles, ni justificaciones ex post, ni tampoco se entremezclan con la alianza de intereses de las clases extractivas españolas, cuya anexión al sector energético y eléctrico también ha ocasionado fuertes estragos para defender lo indefendible. Tampoco existen «retroprogresivos» ni negacionistas del funcionamiento de los mercados, o aquellos que comprenden la acción discrecional de los sucesivos gobiernos para intervenir en los mercados, a la vez que van decidiendo aumentar los costes regulados y las primas. Tampoco hay quien no reconoce lo que es una deuda para con las empresas o quien discute saduceamente la naturaleza del déficit tarifario, fruto del temor político a asumir sus consecuencias y a explicarlas con transparencia.

Así, el artículo sobre la economía española del que hablamos ha entrado en un estadio de intensa redifusión y a más de uno le ha cambiado la cara porque de forma simple pero efectiva efectúa un retrato muy fiel de la situación y de la forma emboscada de abordar un problema por negación de la realidad y esparcir sus consecuencias. Además, es una bomba de relojería. En nuestro país, ha sido traducido por el blog de Fedea, «Nada es Gratis« (del que ya hemos dado cuenta en ocasiones en Energía Diario), lo que le depara una mayor audiencia y repercusión. Y, por si fuera poco, incorpora un jugoso apartado dedicado a la energía, al déficit tarifario, a su formación y a la propuesta de Anteproyecto de Ley que entró en el Congreso. Su enfoque y argumentación no tienen desperdicio, incluso recoge las relaciones pasadas del ministro de Hacienda con su hermano, hablando abiertamente de conflictos de interés dentro del Ejecutivo.

Reproducimos aquí la traducción efectuada por «Nada es Gratis« (nadaesgratis.com) del artículo titulado «España, rescatada pero no salvada«, de Raymond Zhong del diario The Wall Street Journal, en la parte que corresponde a la energía.

En los recientes intentos de España por enderezar su economía, ha surgido un patrón: intervención tras intervención, con titubeos a medida que el problema se agrava, «reformas» que acaban siendo subidas de impuestos (y en ocasiones lo que parecen ser «amiguismos»).

El mes pasado, La Moncloa anunció «quizás una de las reformas más necesarias» para hacer frente al «agujero de la deuda dejada por los gobiernos anteriores». Desde 1998, España ha subvencionado la producción de energía renovable a través de primas en las tarifas eléctricas, exigiendo a las compañías eléctricas pagar a los productores de energías renovables un fijo por encima de los precios de mercado para su producción. Funcionó. En 2008, España fue responsable de la mitad de las nuevas plantas de energía solar creadas en el mundo en términos de potencia.

Pero para que la factura de la electricidad de los hogares no creciera demasiado rápido, el gobierno cubriría los costes adicionales de las eléctricas. El «déficit de tarifa» acumulado ha crecido hasta llegar a los 24 mil millones de euros en este año, y se prevé que continúe creciendo 5 mil millones de euros cada año (el déficit presupuestario para toda España en 2011 fue de 100 mil millones).

La solución dada en septiembre es un impuesto del 6% sobre toda la producción de energía, renovable o no. El Tesoro español también asumirá 2,1 millardos de euros en los costes del próximo año debido a las obligaciones pendientes. La aparición de nuevos impuestos sobre los residuos nucleares y la energía hidráulica complementarán las medidas, con lo que se espera eliminar el nuevo déficit a partir de 2013.

Al anunciar la reforma, la ministra Soraya Sáenz de Santamaría afirmó estar segura de que las medidas no afectarían a los hogares. Citi, sin embargo, estima que 1,1 millones de euros de los nuevos ingresos del próximo año vendrán de los consumidores, a los que las eléctricas transmitirán sus altos costes.

Esta no es exactamente la reforma que los analistas esperaban. Unos meses atrás, en julio, el ministro de Industria, José Manuel Soria propuso gravar la energía eólica, la generación de energía solar y térmica a una tasa mayor que la producción de combustibles fósiles para pagar el déficit, déficit que después de todo, se había generado previamente para pagar a los productores de energías renovables. Pero el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro insistió en que el nuevo impuesto sería independiente de la tecnología.

Tenemos alguna idea de por qué: el hermano del señor Montoro y el hermano de su jefe de gabinete forman parte de un grupo de presión que asesora a empresas solares. «Este conflicto (de intereses) que estamos analizando no existe porque no hay una política fiscal en materia de energía que hayamos cambiado», dijo el señor Montoro a Bloomberg en agosto. «Hemos hablado de ello, pero la política no se ha decidido». La política se decidió en el Consejo de Ministros unas semanas más tarde.

Seguramente, al leerlo provocará en muchos casos las primeras fases de abordamiento del problema del déficit tarifario y su formación: negación, ira,… Alguien debería tomar nota para llegar a la aceptación pensando en el bien común.

Un artículo que produce escalofríos

En momentos como el actual, es particularmente interesante conocer la forma en que nos perciben en el exterior. Es especialmente relevante porque, allende nuestras fronteras, cada vez se es más consciente del problema sistémico de la vida política y económica española y de los múltiples procesos dirigidos a la negación inconsciente del necesario ajuste de nuestro comportamiento a parámetros de realismo y de acercamiento a la cruda realidad y sus consecuencias. Son fases que están dentro de la evolución de la danza ritual alrededor de la crisis y del trauma de una grave pérdida para las clases extractivas y políticas españolas. Tal y como recoge Enric Juliana en sus artículos procedentes de los estudios de la doctora suiza Elisabeth Kübler-Ross, estas son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Por eso, cuando se leen descripciones tan descarnadas, como la que hace el diario económico norteamericano The Wall Street Journal en un artículo que publica respecto de la economía española, entran escalofríos. Escalofríos que se derivan de la clarividencia del análisis que se efectúa en el exterior, abstrayéndose de la complejidad de las relaciones internas dentro del país, que no permiten ver el bosque. Y tiritamos también por el desnudo, por la exposición pública de nuestras contradicciones y vergüenzas, en forma de una especie de «econoscopia» por el interior del cuerpo de la economía española y de cómo se tomaban aquí decisiones en tiempos de bonanza, sin miramientos económicos. Además, debemos sentirnos gélidos por la asombrosa la falta de pudor y la capacidad de mirar para otro lado.

Inciso número uno. En la actualidad, para cualquier gobierno, en especial para el Gobierno Español, en su acción de comunicación, además de la dirigida a los hipotéticos votantes, de la opinión pública y publicada, y de los simpatizantes, es decir de jugar en el ombligo interior, se debe contar con el sector internacional, con analistas, medios de información económica internacional e instituciones, que siguen minuto a minuto el decurso de la economía española y sus procesos con enorme atención. Tienen información perfecta y en ocasiones pluscuamperfecta. Y, para ello, se deben conocer sus reglas del juego, intentando subvertir al mínimo con supuestas características genuinas justificativas de nuestros comportamientos patrios. Ya venimos advirtiendo en nuestro medio de que nos están mirando.

Inciso número dos. Evidentemente, en el exterior no existen las matizaciones incomprensibles, ni justificaciones ex post, ni tampoco se entremezclan con la alianza de intereses de las clases extractivas españolas, cuya anexión al sector energético y eléctrico también ha ocasionado fuertes estragos para defender lo indefendible. Tampoco existen «retroprogresivos» ni negacionistas del funcionamiento de los mercados, o aquellos que comprenden la acción discrecional de los sucesivos gobiernos para intervenir en los mercados, a la vez que van decidiendo aumentar los costes regulados y las primas. Tampoco hay quien no reconoce lo que es una deuda para con las empresas o quien discute saduceamente la naturaleza del déficit tarifario, fruto del temor político a asumir sus consecuencias y a explicarlas con transparencia.

Así, el artículo sobre la economía española del que hablamos ha entrado en un estadio de intensa redifusión y a más de uno le ha cambiado la cara porque de forma simple pero efectiva efectúa un retrato muy fiel de la situación y de la forma emboscada de abordar un problema por negación de la realidad y esparcir sus consecuencias. Además, es una bomba de relojería. En nuestro país, ha sido traducido por el blog de Fedea, «Nada es Gratis« (del que ya hemos dado cuenta en ocasiones en Energía Diario), lo que le depara una mayor audiencia y repercusión. Y, por si fuera poco, incorpora un jugoso apartado dedicado a la energía, al déficit tarifario, a su formación y a la propuesta de Anteproyecto de Ley que entró en el Congreso. Su enfoque y argumentación no tienen desperdicio, incluso recoge las relaciones pasadas del ministro de Hacienda con su hermano, hablando abiertamente de conflictos de interés dentro del Ejecutivo.

Reproducimos aquí la traducción efectuada por «Nada es Gratis« (nadaesgratis.com) del artículo titulado «España, rescatada pero no salvada«, de Raymond Zhong del diario The Wall Street Journal, en la parte que corresponde a la energía.

En los recientes intentos de España por enderezar su economía, ha surgido un patrón: intervención tras intervención, con titubeos a medida que el problema se agrava, «reformas» que acaban siendo subidas de impuestos (y en ocasiones lo que parecen ser «amiguismos»).

El mes pasado, La Moncloa anunció «quizás una de las reformas más necesarias» para hacer frente al «agujero de la deuda dejada por los gobiernos anteriores». Desde 1998, España ha subvencionado la producción de energía renovable a través de primas en las tarifas eléctricas, exigiendo a las compañías eléctricas pagar a los productores de energías renovables un fijo por encima de los precios de mercado para su producción. Funcionó. En 2008, España fue responsable de la mitad de las nuevas plantas de energía solar creadas en el mundo en términos de potencia.

Pero para que la factura de la electricidad de los hogares no creciera demasiado rápido, el gobierno cubriría los costes adicionales de las eléctricas. El «déficit de tarifa» acumulado ha crecido hasta llegar a los 24 mil millones de euros en este año, y se prevé que continúe creciendo 5 mil millones de euros cada año (el déficit presupuestario para toda España en 2011 fue de 100 mil millones).

La solución dada en septiembre es un impuesto del 6% sobre toda la producción de energía, renovable o no. El Tesoro español también asumirá 2,1 millardos de euros en los costes del próximo año debido a las obligaciones pendientes. La aparición de nuevos impuestos sobre los residuos nucleares y la energía hidráulica complementarán las medidas, con lo que se espera eliminar el nuevo déficit a partir de 2013.

Al anunciar la reforma, la ministra Soraya Sáenz de Santamaría afirmó estar segura de que las medidas no afectarían a los hogares. Citi, sin embargo, estima que 1,1 millones de euros de los nuevos ingresos del próximo año vendrán de los consumidores, a los que las eléctricas transmitirán sus altos costes.

Esta no es exactamente la reforma que los analistas esperaban. Unos meses atrás, en julio, el ministro de Industria, José Manuel Soria propuso gravar la energía eólica, la generación de energía solar y térmica a una tasa mayor que la producción de combustibles fósiles para pagar el déficit, déficit que después de todo, se había generado previamente para pagar a los productores de energías renovables. Pero el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro insistió en que el nuevo impuesto sería independiente de la tecnología.

Tenemos alguna idea de por qué: el hermano del señor Montoro y el hermano de su jefe de gabinete forman parte de un grupo de presión que asesora a empresas solares. «Este conflicto (de intereses) que estamos analizando no existe porque no hay una política fiscal en materia de energía que hayamos cambiado», dijo el señor Montoro a Bloomberg en agosto. «Hemos hablado de ello, pero la política no se ha decidido». La política se decidió en el Consejo de Ministros unas semanas más tarde.

Seguramente, al leerlo provocará en muchos casos las primeras fases de abordamiento del problema del déficit tarifario y su formación: negación, ira,… Alguien debería tomar nota para llegar a la aceptación pensando en el bien común.

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