Por un buen Secretario de Estado de Energía
Este es un problema que está pasando de forma llamativa (por la vía de la demagogia), pero de forma inadvertida en su importancia para la economía española, incluso a efectos financieros del Estado.
Se necesita, por tanto, no caer en la política politizada (y el Ministro Soria, por su propia trayectoria política, tiene ese riesgo). La política politizada es un ejercicio de potestad que parte, simplemente, de un ejercicio desde la voluntad y no desde el conocimiento, de los procesos, de la dinámica económica, de los mercados o de la gestión. Algo volitivo que se cumple por el mero hecho de que el político lo desea y se siente investido del carácter taumatúrgico de los votos.
El acceso a puestos de responsabilidad de políticos con graves insuficiencias en el plano económico lleva a confundir deseos con realidad y a tener una visión superficial de los problemas. Hoy, nuestro país necesita gestores solventes y sólidos, comprometidos con los problemas de forma profunda, frente a la tendencia mayoritaria del “yo quiero esto porque para eso he sido elegido o porque he sido designado”.
Es aconsejable, por tanto, evitar las entrevistas precipitadas y los compromisos que se convierten en imposibles metafísicos, hasta no contar con un conocimiento profundo y gestor de la realidad, alcance de los problema y soluciones, a partir de todos sus condicionantes económicos, financieros, tecnológicos, de mercado, etc…, y su efectos.
En este sentido, es preocupante la restricción que se sucede tras las primeras entrevistas que ha concelebrado el Ministro Soria, en términos de una pinza que se construye con una no subida de tarifa, una no quita, mantenimiento del estatus de las renovables en términos semejantes, un no traslado a los consumidores y sin decir el proceder de forma positiva o asertiva. Ahora más que nunca, debe conjurarse el riesgo de travestir la política en la gestión considerando que ejercer una responsabilidad es lo mismo: dar abrazos, decir lo que los demás quieren oír y no decir nunca lo que los demás no quieren oír.
Por eso, en estos momentos, la clave estriba la selección del Secretario de Estado de Energía. Y sería razonable enumerar, las características o competencias que debería reunir este responsable en estos momentos para ejercer este puesto. Sería razonable un perfil gestor económico, con convicción en el mercado, en la seguridad jurídica, en la estabilidad regulatoria, con conocimiento de los mercados financieros y de la financiación empresarial, así como del mundo societario y mercantil. Debe ser dialogante, poseer una visión global de los procesos económicos, financieros e inversores asociados a la energía, así como de experiencia en el campo regulatorio. Y, al mismo tiempo, con todos esos mimbres tiene que construir una solución más o menos global, sin apriorismos a los acuciantes problemas de hoy. Es importante tomarse en serio esta designación y que dicho proceso no se incorpore a la tómbola de reparto de puestos. El vodevil, que en principio parecía una broma relativo a la designación del ex Vicepresidente de la CNE, Marti Scharfhausen (fue parte, involuntariamente, de nuestra inocentada), parece que tiene visos de resolución con las últimas noticias que apuntan a Alfonso Beltrán.
Por poner un ejemplo, fíjense: Miguel Sebastián había acertado en el último momento.




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