Las cosas empiezan a ir en serio

La procelosa situación de la crisis económica empieza a abocar al Gobierno, queriendo o sin querer, en la necesidad de meterse en los problemas y gestionarlos, si no quiere que cada una de las cuestiones almacenadas acabe en un pudridero. Probablemente, de tanto darle patadas al balón hacia delante, hemos alcanzado la propia meta, situación paroxística que concluye en que el partido acaba de comezar con varias eliminatorias y tarjetas almacenadas. Así que, ahora cada una de las decisiones postergadas, demoradas, evitadas en tiempos de bonanza política, de templanza económica se convierte en un recurso agónico. Sirvan estas reflexiones más o menos oscuras o turbias el día posterior a conocer la intervención del Banco de España en Caja Castilla la Mancha, para reconocer que, probablemente, vivimos en un mini Apocalipsis: el final de los tiempos en los que la política se creía capaz de todo (algo que debe concernir a gobierno, oposición y a todo tipo de instancias, Administración General del Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos), tendrá que dejar de regirse por el cálculo mediático y el marketing y tendrá que actuar “en serio”. Por tanto, el mensaje es “esto se mueve”, yendo las cosas mucho más deprisa de las que el “tempo político” permite digerir. Los idus de marzo y el tiempo de las boutades se acabó con el bochorno de la retirada de Kosovo (en la que cuanto más tiempo, digamos que todo ha pasado y todo está bien, todo estará más presente).

En el caso de la energía, seguimos con un problema grave y de fondo almacenado, un cadáver dentro del armario, como es la negociación para la liquidación del déficit tarifario, la financiación de esta cuenta aplazada y la articulación de una transición a la competencia en la comercialización, fruto de la eliminación de las tarifas reguladas tal y como las entendemos hoy. Proceso largamente aplazado por falta de voluntad política y esa suave adormidera que era poder acudir al crédito sin demasiados problemas. El hecho es que la expectación sobre el acuerdo final y su materialización en un Real Decreto-escoba que aborde estas y otras cuestiones, junto a la estabilización del marco regulatorio, se ha convertido ya en una patata caliente a la vista también del efecto “dilación” sobre las empresas, la credibilidad del sector energético y sus inversiones futuras.

En esto, tanto el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, como Pedro Solbes están actuando de Clint Eastwood en «El Sargento de Hierro», de cara al aval público y la asunción de parte de la deuda eléctrica por parte del estado, siendo como es este proceso la prueba de fuego más ardua para Miguel Sebastián: conseguir el nudo gordiano del déficit tarifario. Hay que reconocer que el Ministro ha conseguido grandes avances; de hecho, el imponer un “frame”, un marco en el que la “quita” a tercios de la factura acumulada, fuera aceptado por todos, es ya un verdadero logro. La pregunta es, ¿será bastante?

Pero el tema del déficit tarifario no es el único que hay sobre la mesa o debajo de la mesa. El tema de la necesidad de abordar el futuro de la opción nuclear también se está poniendo de manifiesto con mayor crudeza e insistencia. Cada vez que miembros del gobierno aducen que es un debate cerrado, cercenado (en una sociedad democrática, ¿puede haber un debate cerrado o cercenado? ¿No es muestra de vitalidad que éste se produzca?), o que olvídense ustedes de poner este tema encima de la mesa, aparecen con mayor fuerza y vigor, incluso desde los propios sindicatos. Consecuencia: la falta de convicción que se deriva de esta situación. En esto, el Gobierno ha seguido la estrategia del avestruz y del mirar para otro lado, con el riesgo que conlleva de que le pille a uno la realidad con la cabeza dentro de la tierra.

Del mismo modo, tenemos abierta la renovación inconclusa de la Comisión Nacional de Energía, desde varios puntos de vista. La revisión de su funcionamiento y de sus funciones (función 14), tanto tiempo anunciada y que está pasada de tiempo en más de un año. Seguido de su composición, con cuatro Consejeros también fuera de plazo en su caducidad. Pero lo que está más fuera todavía de la realidad, es la credibilidad del organismo en su conjunto, por lo que es necesario pedir cambios urgentes de forma, que se den pasos para contar con un regulador solvente, con un modelo respetado (las llamadas desde todas las instancias públicas empiezan a ser insistentes), que ofrezca un marco de regulación y de supervisión más inteligente que severo (algo que, en este estado, no es capaz de proporcionar al sector energético, a la economía y a la sociedad española). A las pruebas nos remitimos tras los sucesivos papelones que ha protagonizado este organismo.

Reflexión, por tanto, para anunciar que empieza a moverse pese a la inevitable tendencia al inmovilismo. Porque, probablemente, las cosas no pueden esperar más y las actuaciones que haya que realizar tienen que ofrecer seriedad y respuestas a un contexto de incertidumbres.

Lo dicho, la cosa va en serio y esto se mueve. El largo día acaba.

Las cosas empiezan a ir en serio

La procelosa situación de la crisis económica empieza a abocar al Gobierno, queriendo o sin querer, en la necesidad de meterse en los problemas y gestionarlos, si no quiere que cada una de las cuestiones almacenadas acabe en un pudridero. Probablemente, de tanto darle patadas al balón hacia delante, hemos alcanzado la propia meta, situación paroxística que concluye en que el partido acaba de comezar con varias eliminatorias y tarjetas almacenadas. Así que, ahora cada una de las decisiones postergadas, demoradas, evitadas en tiempos de bonanza política, de templanza económica se convierte en un recurso agónico. Sirvan estas reflexiones más o menos oscuras o turbias el día posterior a conocer la intervención del Banco de España en Caja Castilla la Mancha, para reconocer que, probablemente, vivimos en un mini Apocalipsis: el final de los tiempos en los que la política se creía capaz de todo (algo que debe concernir a gobierno, oposición y a todo tipo de instancias, Administración General del Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos), tendrá que dejar de regirse por el cálculo mediático y el marketing y tendrá que actuar “en serio”. Por tanto, el mensaje es “esto se mueve”, yendo las cosas mucho más deprisa de las que el “tempo político” permite digerir. Los idus de marzo y el tiempo de las boutades se acabó con el bochorno de la retirada de Kosovo (en la que cuanto más tiempo, digamos que todo ha pasado y todo está bien, todo estará más presente).

En el caso de la energía, seguimos con un problema grave y de fondo almacenado, un cadáver dentro del armario, como es la negociación para la liquidación del déficit tarifario, la financiación de esta cuenta aplazada y la articulación de una transición a la competencia en la comercialización, fruto de la eliminación de las tarifas reguladas tal y como las entendemos hoy. Proceso largamente aplazado por falta de voluntad política y esa suave adormidera que era poder acudir al crédito sin demasiados problemas. El hecho es que la expectación sobre el acuerdo final y su materialización en un Real Decreto-escoba que aborde estas y otras cuestiones, junto a la estabilización del marco regulatorio, se ha convertido ya en una patata caliente a la vista también del efecto “dilación” sobre las empresas, la credibilidad del sector energético y sus inversiones futuras.

En esto, tanto el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, como Pedro Solbes están actuando de Clint Eastwood en «El Sargento de Hierro», de cara al aval público y la asunción de parte de la deuda eléctrica por parte del estado, siendo como es este proceso la prueba de fuego más ardua para Miguel Sebastián: conseguir el nudo gordiano del déficit tarifario. Hay que reconocer que el Ministro ha conseguido grandes avances; de hecho, el imponer un “frame”, un marco en el que la “quita” a tercios de la factura acumulada, fuera aceptado por todos, es ya un verdadero logro. La pregunta es, ¿será bastante?

Pero el tema del déficit tarifario no es el único que hay sobre la mesa o debajo de la mesa. El tema de la necesidad de abordar el futuro de la opción nuclear también se está poniendo de manifiesto con mayor crudeza e insistencia. Cada vez que miembros del gobierno aducen que es un debate cerrado, cercenado (en una sociedad democrática, ¿puede haber un debate cerrado o cercenado? ¿No es muestra de vitalidad que éste se produzca?), o que olvídense ustedes de poner este tema encima de la mesa, aparecen con mayor fuerza y vigor, incluso desde los propios sindicatos. Consecuencia: la falta de convicción que se deriva de esta situación. En esto, el Gobierno ha seguido la estrategia del avestruz y del mirar para otro lado, con el riesgo que conlleva de que le pille a uno la realidad con la cabeza dentro de la tierra.

Del mismo modo, tenemos abierta la renovación inconclusa de la Comisión Nacional de Energía, desde varios puntos de vista. La revisión de su funcionamiento y de sus funciones (función 14), tanto tiempo anunciada y que está pasada de tiempo en más de un año. Seguido de su composición, con cuatro Consejeros también fuera de plazo en su caducidad. Pero lo que está más fuera todavía de la realidad, es la credibilidad del organismo en su conjunto, por lo que es necesario pedir cambios urgentes de forma, que se den pasos para contar con un regulador solvente, con un modelo respetado (las llamadas desde todas las instancias públicas empiezan a ser insistentes), que ofrezca un marco de regulación y de supervisión más inteligente que severo (algo que, en este estado, no es capaz de proporcionar al sector energético, a la economía y a la sociedad española). A las pruebas nos remitimos tras los sucesivos papelones que ha protagonizado este organismo.

Reflexión, por tanto, para anunciar que empieza a moverse pese a la inevitable tendencia al inmovilismo. Porque, probablemente, las cosas no pueden esperar más y las actuaciones que haya que realizar tienen que ofrecer seriedad y respuestas a un contexto de incertidumbres.

Lo dicho, la cosa va en serio y esto se mueve. El largo día acaba.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *