Soria, Scharfhausen, el déficit tarifario y atrapa un millón
En todo caso, en estas informaciones no hubo grandes sorpresas, ni concreciones en las propuestas, en la medida en que en el escenario del rumor, las informaciones que se proveen son muy ambiguas, abiertas y dibujadas a tientas, de forma que abren todo un abanico de impactos, permitiendo una cosa y la contraria.
De hecho, hasta que no se conozcan la realidad de las medidas y los números concretos no llegaremos a nada de la materialización respecto a lo virtual de su efecto futuro: extensión de la liberalización de la tarifa hasta potencias contratadas superiores a 5 kW, imposición de tasas a la generación (ambiguamente explicadas), formato indiscriminado o selectivo por tecnologías, según criterios e ideologías, con su traslación inevitable en segunda instancia a precios, reducción de ingresos regulados (incluidos pagos por capacidad, etc…). La mayor parte de las propuestas conocidas estaban centradas en el futuro déficit tarifario, pero no abordan cómo desembalsar el déficit acumulado.
De lo conocido resulta paradójico, en todo caso, la exoneración del Ministerio de Hacienda de todo el plan, después de la gamberrada de trasladar los costes del suministro eléctrico extrapeninsular desde los Presupuestos Generales del Estado a la tarifa, desde el déficit público al déficit tarifario con poco rubor (Industria, según la propia comparecencia de Marti Scharfhausen, considera esto una decisión «ad divinis»).
Lo que parece claro es que ya hay consciencia de que el déficit es un problema que no se puede arreglar sin dolor, sin damnificados y de que sus volúmenes son de vértigo, de forma que, en conjunto, el déficit supera la inyección de capital de Bankia que reclama Goirigozarri. Hasta el propio Scharfhausen, devenido en responsabilidad y consciencia, señaló a finales de la semana en unas declaraciones la gravedad del problema, en la medida en que está subido en un tigre desbocado y de difícil sujeción.
Por otra parte, para añadir, se multiplican las presiones desde los inversores financieros internacionales en el sector de las energías renovables, de cara a que la solución a este problema garantice los ingresos de estas tecnologías y resulten indemnes de su participación en el «Atrapa un millón» particular de la forma en que se resuelva el problema del déficit tarifario.
A la vez, la Comisión Europea tercia en el problema e incorpora unas recomendaciones particularmente oportunistas al respecto en un Documento de Trabajo en defensa de las primas y de aumento de la capacidad de generación subvencionada a la par que reclama la resolución del problema del déficit y se preocupa por su impacto sobre los precios (¿?) de la electricidad. Y, por su parte, el ministro ya conoce las presiones diplomáticas de primera mano y siente cómo se van dando nuevas vueltas a la cerradura de los grados de libertad para la solución, así como la frialdad de la soledad ante este problema, convertida en una sensación gélida.
Y, para incorporar más personajes en el proscenio, Álvaro Nadal, jefe de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, sigue en la cocina de La Moncloa, trasteando con el problema incorporando el problema a la idea de la grosscoalition que alimenta la realidad política española. Y, queda el horizonte de los efectos que las soluciones que se pongan en práctica afecten al valor de las empresas españolas y a sus accionistas. Un frente nada desdeñable para Industria y para la Secretaría de Estado de Energía.
Marti Scharfhausen se ha preocupado.


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