Los hijos pródigos y los extremeños que se tocan

Quiere decirse que el tipo impositivo aplicable es más alto en una misma herencia a distribuir entre dos hermanos, si uno se ha dedicado a dilapidar sus «talentos» frente al que se ha dedicado a emprender, ahorrar e invertir. Dentro de un modelo de tributación «peronista», esta posición es entendible, pero sus efectos disuasorios respecto de la actividad y el empleo son innegables. De hecho, Solans en sus clases era un experto en Hacienda Pública y en los efectos de la imposición sobre el comportamiento económico de los agentes.

Sirva esta digresión respecto a este impuesto, para introducir los efectos que ha tenido el pacto conocido entre Izquierda Unida (la izquierda agraria, como denomina Enric Juliana) y el Partido Popular en Extremadura a la hora desbancar al Partido Socialista Obrero Español de Guillermo Fernández Vara del poder en esta Comunidad Autónoma, unidos a la marea y oleaje que ha dejado sin restos de poder autonómico a Ferraz.

Del mismo modo, ayer José Antonio Zarzalejos hablaba de terminar con el neofeudalismo de las comunidades autónomas, término de nuevo cuño que, en realidad, define a un conjunto de densas redes clientelares que se han capilarizado enormemente y, en mayor medida, cuanto más tiempo de permanencia de los partidos en los ejecutivos autónomicos (ámbito en el cual han tenido un importante protagonismo las energías renovables, incluso también por prodigalidad). Y parece que, en este movimiento, ejercido con fruición como decía Josep Ramoneda en El País, no hay principios, ni programas y, en el caso que nos ocupa, ni sujeción a un modelo de política energética.

Evidentemente, desde este medio, no tenemos posición sobre cuál debería haber sido la decisión de Izquierda Unida o del Partido Popular extremeño en esta negociación. Ni sobre todo el proceso episódico que ha devenido en la decisión final, ni la erosión de poder de unos y de otros.

En realidad, de lo que hay que preocuparse es del hecho de que el Partido Popular de Extremadura, a fin de cerrar su ‘pacto’ con Izquierda Unida, en su propio ejercicio de geometría variable electoral, recoja y asuma cuestiones, en teoría fuera de ideario, principios y políticas de esta formación política como la subida del Impuesto Sobre Sucesiones y Donaciones, la restauración del Impuesto del Patrimonio, el adiós a la rebaja fiscal y, en el ámbito energético, un viraje curioso: la alineación del nuevo inquilino de la Junta de Extremadura para negociar con Izquierda Unida el cierre de la Central Nuclear de Almaraz, de cara al próximo proceso de renovación de la autorización de operación de la Central, así como un nuevo impulso de las energías renovables en esta Comunidad (que además, requerirá, permiso del Plan de Energías Renovables, PANER, del Gobierno de la Nación y del Parlamento, claro).

Además, también parece haber acuerdo en línea con las tesis de Izquierda Unida en lo que se refiere a la oposición a la Refinaría Balboa que promueve el empresario Alfonso Gallardo. En este caso, la atracción ejercida desde Izquierda Unida en cuestiones relativas a la energía, debe preocuparnos por la volubilidad, la ausencia de convicciones sobre modelo energético, por los propios efectos para la comunidad extremeña y por lo que puede ser un ejercicio de pase a cuchillo del pasado fruto del resquemor.

Es decir, volviendo a Pedro Muñoz Seca, los extremeños extremos se tocan. En su prodigalidad.

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