El riesgo nuclear persiste en la central de Chernóbil cuando se cumplen 25 años de su accidente
Greenpeace lanzó esta advertencia un cuarto de siglo después del accidente, efeméride que se cumple el 26 de abril.
En concreto, los ecologistas avisaron de que el actual sarcófago se encuentra «seriamente deteriorado» y de que el nuevo «está sufriendo retrasos y sobrecostes en su construcción».
Así, Greenpeace calculó que la nueva estructura «se terminará 10 años después de lo previsto inicialmente», con «un coste tres veces superior al calculado originalmente».
La organización aseguró que el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (que asume la gestión del fondo para la construcción del nuevo sarcófago) estima que su coste total será cercano a los 1.600 millones de euros, de los que España aporta «la escasa cantidad de 5,1 millones».
«Ha habido tiempo de sobra para solucionar este problema. La situación actual demuestra la irresponsabilidad de la comunidad internacional y del Gobierno de Ucrania, ya que el estado del actual sarcófago es inaceptable: los muros están agrietados, el techo está bombeado hacia el interior y su estructura amenaza con colapsarse«, afirmó el responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace, Carlos Bravo.
Según recordó, después del accidente en 1986 «se levantó a toda prisa una estructura sobre las ruinas y restos del edificio del reactor siniestrado», el denominado sarcófago.
Sin embargo, «la alta radiación impidió a los ingenieros inspeccionar con precisión la estabilidad de carga de la estructura», y «muchas» partes prefabricadas tuvieron que ser instaladas con operaciones realizadas a distancia y, por lo tanto, «sin colocarse con precisión, quedando huecos en la estructura».
La ONG aseguró que la estabilidad del actual sarcófago frente a un colapso «corre un serio peligro», debido a los efectos de carga horizontal que crean los temporales de viento, «que no son raros en esta zona». «La nieve, los incendios y las filtraciones de agua también someten la estructura a una gran presión», añadió Bravo.
Debido a «los altos niveles de radiación», la nueva estructura de contención no se puede erigir directamente sobre el viejo sarcófago, sino que se construirá en las inmediaciones y luego se deslizará hasta su posición final. Greenpeace afirmó que el nuevo sarcófago será la estructura móvil más grande jamás construida, con 105 metros de altura, 150 metros de anchura, 257 metros de longitud y un peso de 29.000 toneladas, pero informa de que está pensada «para durar un máximo de 100 años».
Un cuarto de siglo después, el accidente de la central japonesa de Fukushima ha demostrado que «no se aprendió la lección de Chernóbil», según Greenpeace.
«En lugar de camuflar la gravedad del accidente de Fukushima, la industria nuclear debería reconocer la inevitable peligrosidad de esta energía. ¿Qué más tiene que pasar?«, concluyó Bravo.
Por su parte, el secretario federal de Medio Ambiente y Desarrollo Rural del PSOE, Hugo Morán, recordó que las consecuencias del desastre nuclear acaecido en la central nuclear nipona de Fukushima han sido las mismas que en Chernóbil (Ucrania).
Morán dijo que «no importa» cuál haya sido el origen de la catástrofe nipona, que en este caso ha sido natural, si no las consecuencias que se derivan del mismo, calificadas con la nota más alta, un 7, según la escala INES de accidentes nucleares, que determina su gravedad a nivel internacional. Se trata de la misma puntuación que obtuvo Chernóbil hace 25 años.
Así, puntualizó que en Chernóbil se dijo que un desastre de estas características no podría suceder en ningún otro sitio, mientras que en Japón se intenta desviar el «foco de atención» porque el problema se ha generado a partir de una eventualidad natural, un terremoto y el posterior tsunami. «Pero el problema no es el origen del accidente sino las consecuencias posteriores, que siempre son las mismas», argumentó.
En este sentido, quiso señalar el papel que están desarrollando los ‘lobbies’ nucleares tras el desastre nipón que, en su opinión, se ajusta al papel de quien tiene una «gran apuesta» tecnológica y económica en la materia y, con ello, intenta relativizar «siempre» los problemas «con argumentos más o menos afortunados».
Es más, señaló que la energía nuclear ha demostrado, tras Chernóbil y Fukushima, que se trata de una energía que mantiene desde hace más de 25 años los mismos problemas y dificultades de gestión, los mismos riesgos.
Asimismo, el responsable federal de Medio Ambiente y Energía de Izquierda Unida, Adolfo Barrena, alertó de las presiones que está ejerciendo, en su opinión, el lobby nuclear, ante la catástrofe acaecida en la central japonesa de Fukushima, coincidiendo con el 25 aniversario del desastre nuclear de Chernóbil (Ucrania).
A su juicio, Fukushima ha puesto al descubierto «una más de las mentiras» que estos grupos pro-nucleares propagaron a la vista de lo sucedido en Chernóbil.
Según apuntó, en aquel momento se afirmó que un accidente como el ucraniano no podría volver a suceder porque todas las centrales disponían de sistemas de contención que evitarían la fuga de cualquier material radiactivo que pudiera producirse tras un accidente.
«La industria nuclear vuelve a decir que este suceso en la planta japonesa servirá para aprender y mejorar la seguridad. Por mucho que sus defensores se afanen en quitar gravedad al asunto es evidente que la seguridad absoluta no existe y que los accidentes, por improbables que sean, acaban por producirse«, subrayó.
Así, destacó que Chernóbil ha sido, sin tener todavía una clara valoración de lo sucedido en Fukushima, el accidente «más grave» de la historia de la industria nuclear. «Los efectos del accidente de Chernóbil no se conocen a ciencia cierta 25 años después y todavía hay discusión sobre sus costes económicos y el impacto sobre la salud de las personas y sobre el medio ambiente«, agregó Barrena.
En cuanto a Fukushima, el dirigente de IU señaló que ya se han provocado «importantes emisiones» de tritio, cesio y yodo, que siguen todavía sin control, por lo que la radiactividad medida en el agua, en las verduras, en la leche y en la tierra «superan más que con creces» cualquier nivel mínimo admitido.
En este sentido, mantuvo su exigencia de un calendario de cierre de las centrales nucleares en España y su sustitución por energías renovables en el plazo de diez años, así como urgentes medidas de dinamización socioeconómica de las zonas afectadas cuya actividad productiva dependa de una nuclear.
Desde ICV, Nuria Buenaventura explicó que Chernóbil fue un «toque de alerta» sobre el uso de la energía nuclear, que a su juicio conlleva «muchísimos riesgos».
«Todavía los ciudadanos ucranianos viven las consecuencias del entorno. De ahí tendríamos que haber sacado una conclusión clarísima, no es una energía compatible con el desarrollo sostenible de la sociedad», detalló. Es más, esgrimió que se trata de una energía «insegura», «carísima», al mismo tiempo que no es limpia, y tiene problemas de residuos.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que solo en el territorio de la antigua Unión Soviética alrededor de 500.000 personas murieron a causa del accidente nuclear de Chernóbil (Ucrania), del que se cumplen 25 años.
Con este motivo, el Centro de Participación e Integración de Inmigrantes (CEPI) Hispano-Ucraniano acogerá un acto en memoria de las víctimas, tanto de las que murieron de forma inmediata como de los afectados años después por el material radiactivo vertido a la atmósfera.
En el encuentro participará el responsable de nucleares de Greenpeace, Carlos Bravo, y se proyectarán dos documentales sobre la tragedia. También se ofrecerá el testimonio de varias personas que vivieron la catástrofe y colaboraron en las labores de contención de la fuga radiactiva.
Además, hasta finales de mes podrá visitarse en el CEPI la exposición fotográfica «Niños de Chernóbil«, que muestra los efectos de la radiactividad en la infancia nacida muchos años después de la explosión.


Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir