Como un cencerro

Más vale estar callado y parecer tonto, que abrir la boca y confirmarlo. Groucho Marx

La Comisión Nacional de Energía inundó el pasado viernes los teletipos de las agencias con su decisión de proponer al gobierno una subida de las tarifas eléctricas del 31 % el mismo día 1 de enero de 2009, sin ninguna visión de transitoriedad de la situación actual a la liberalización concreta. Y, lo inundó junto con las reacciones del gobierno que tachaba la propuesta de “absurda” y “pintoresca”, según las propias declaraciones del Presidente del Gobierno y del Ministro de Industria, Miguel Sebastián, respectivamente. Seguramente, que como se dice, los dos se vieron sorprendidos en su buena fe, por la última de la Comisión Nacional de Energía en su versión más incendiaria, aunque visto el cariz que ha tomado el organismo durante el mandato de Maite Costa, ya no extraña nada.

Hay que partir de varios hechos para contextualizar la propuesta y el efecto descoloque de la misma. Estamos en un momento en que ya existe una conciencia generalizada del problema del déficit tarifario como un asunto grave e insoportable desde el punto de vista de nuestra sociedad y nuestra economía, así como para el propio sector energético. Hasta hace cierto tiempo era una custión “oculta”, en la medida que se cocinaba su solución en los reductos de las órdenes ministeriales y los decretos de tarifa. El hecho de saltar a la luz tiene su origen en tres factores: el volumen estratósferico alcanzado fruto de la evolución de precios energéticos (que además ya supone una parte importante de la factura actual); el hecho de que el problema de la colocación del déficit tarifario se haya manifestado con toda su crudeza, fruto de las condiciones de los mercados de capitales y de la desastrosa gestión con los agentes financieros efectuada desde el propio organismo regulador; y el hecho de que la inminencia de la última fase del proceso de liberalización impeliese de forma inminente a los responsables que no han podido trasladar nuevamente la carga al futuro. Algo que también ha dado alas a los contrarios al funcionamiento del mercado eléctrico para cuestionarlo y reclamar la vuelta al pasado de intervencionismo y precios

Podemos decir que en esta toma de consciencia se ha avanzado, tanto por la conciencia de que el déficit tarifario existe, como que éste ha alcanzado un volumen muy importante, hasta convertirse en una hipoteca eléctrica. Como es conocido, el déficit tarifario se produce porque existe una insuficiencia de la tarifa eléctrica (aprobada, regulada y política, en efecto) para cubrir la retribución de los distintos costes y elementos del sistema eléctrico. De hecho, la tarifa ha evolucionado de acuerdo a indicadores como el IPC, mientras que la evolución de los precios energéticos ha sido muy diferentes por muchos motivos de oferta y demanda.

Asimismo y por si hubiera dudas, en este medio, como es público, a través de nuestro ideario y de nuestra postura editorial estamos a favor de que las tarifas recojan los precios y costes reales de la energía, conforme a sus respectivos mercados. Actualmente, estamos ante tarifas de distorsión masiva que provocan fuertes impactos en el comportamiento de los agentes, dado que se desconocen los precios de la energía y se consume sin atención a ellos. Y, la solución, obviamente, no es manipular la legislación o intervenir, para evitar el comportamiento de los mismos. Del mismo modo, nuestra posición ha sido crítica con la tarifa social, en primer lugar por que pretendía lanzar el mensaje de que la energía se puede regalar y, en segundo lugar, por los propios resultados de la misma, por lo que no se puede decir que haya sido un éxito regulatorio ni siquiera para lo que se pretendía.

La CNE está out

Ahora, este informe de la Comisión Nacional de Energía se puede calificar de “pasada”, con todo el país, los responsables de la Administración y del sector buscando soluciones, plazos, negociaciones, analizando los componentes de la tarifa, tratando los puntos en los que hay que mejorar la colocación y posibilitar incluso la refinanciación de la deuda tarifaria acumulada. Por eso, este organismo, teóricamente especializado, regulador independiente del sector energético, no puede ventilar así la revisión tarifaria del uno de enero y tendría que haber contribuido, con alternativas a la misma. Tampoco puede, ni debe poner al gobierno en una dificultad de este calibre de una forma tan frívola, ni tan irresponsable, ni en la obligación de desautorizar el organismo que ya va por la enésima pérdida de credibilidad, en un ejercicio suicida de su papel. La forma de entender la independencia no es la de un electrón suelto y por tanto las críticas al mismo no se pueden situar en el plano de la ironía.

Esta propuesta, conocida y difundida así, confirma la situación de un organismo que hace, como dice el propio Ministro, “informes pintorescos”, que ha perdido los referentes de todo punto (dado lo prolífico de los informes inexplicables del organismo que ha proferido, incluido el Informe de Costes y Precios, del que seguramente habrá alguna reverberación asociada en esta revisión de tarifas). Por otra parte, este comportamiento, contrasta con otro espectáculo, el organizado a cuenta de la revisión de tarifas del gas dónde la CNE se inclinaba por un 5,6% e Industria un 9% o los que se montaron con motivo de las posiciones de las tarifas del tercer y cuatro trimestre de 2008.

La CNE hoy está “out” para desempeñar un papel relevante dentro de la última parte del proceso de liberalización del sector eléctrico. Su papel es totalmente prescindible como ya ha hecho ver el propio Presidente del Gobierno. Esta ajena a la situación y a la responsabilidad que es preciso exigir a un regulador independiente y especializado. No puede dedicarse a propiciar estampidas y revuelos de estas características que provocan que este problema no se aborde con seriedad y rigor, generando una considerable alarma social. No es admisible. Es una muestra del deterioro en el organismo a nivel gestor, e institucional, que adquiera tintes galopantes y desbocados y que sea además de conocido en el universo mundo, en todo sector, en el Gobierno y en toda la Administración. A ello se une una situación de interinidad y una gestión muy controvertida y poco acorde con los tiempos de austeridad. Actuaciones como la del viernes no hacen sino marginar a la CNE y poner en solfa el papel de un organo regulador independiente en este sector, que es necesario, pero que hoy es un peligro público. La CNE con este informe ha abierto la boca y ha expuesto su situación con toda crudeza.

En este caso, está claro, si no se es parte de la solución, se es parte del problema.

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