¡Más carbón (nacional)! Es la guerra

Si en la película de “Los Hermanos Marx en el Oeste”, en la famosa escena de la persecución en la locomotora, Groucho Marx en lugar de decir «¡Más madera!», dijera continuadamente «¡Más carbón (nacional)! Es la guerra», nos encontraríamos en la situación que ha propiciado el Gobierno español con la propuesta conocida de obligar a producir más energía eléctrica mediante carbón nacional a un precio garantizado, excluyendo y expulsando otras fuentes de energía en el mercado de generación. ¡Más carbón (nacional)!. Más madera. El tema sigue abierto y las negociaciones, según vamos conociendo, también, mientras que todo apunta a que en el seno de la Unión Europea las ayudas al carbón nacional tienen peor predicamento.

Y no es cosa de risa, sobre todo por las consecuencias que se derivan en las inversiones, en el mercado eléctrico, en los precios, en el resto de tecnologías, en las renovables y en las emisiones de gases efecto invernadero. Todo ello proviene de un modelo que tiene un enfoque torcido sobre el papel de las empresas y de la electricidad. Un enfoque que proviene de antaño. Primero, los problemas de un sector con su mercado y su competitividad se pueden sindicar y los puede resolver otro (dicho así, parece un cruce entre el franquismo y la planificación soviética). Segundo, si no se “sindican”, se obliga regulatoriamente por acción legislativa urgente a las empresas, que deben ser un brazo armado de la acción legislativa. Tercero, no hay empresas, ni organizaciones, ni mercado, sólo acción sobre un concepto de orden marxista: “las rentas empresariales”. Ese es el caso del carbón nacional español que ha ido acumulándose por distintos motivos no suficientemente explicados, pero claramente de mercado.

¿Por qué hay tanto carbón acumulado?

Por otra parte, ya hay carbón nacional acumulado en las centrales térmicas para tres años. En ello han influido varias cuestiones. La primera y básica es el hecho de la menor competitividad del carbón nacional en relación con el carbón importado, por su poder calorífico y sus precios (absolutos y relativos). En segundo lugar, la desaparición de las primas al carbón nacional en 2007 (algo que estaba previsto) y que buscaba hacer equivalente, vía una subvención, la diferencia de precio y poder calorífico con respecto al carbón importado. Tercero, el desplome en los precios internacionales del carbón, que ha hecho que sea más barato el carbón importado, incluyendo transporte y fletes que el nacional. Cuarto, una caída de demanda de electricidad que afecta a todos. Y quinto, la entrada de nuevos grupos de generación, fundamentalmente ciclo combinado (gas) y renovables, a partir de las indicaciones inversoras procedentes de la política de la Administración española y de las señales de precio enviadas al mercado.

En este último año, además, las centrales térmicas han sufrido diversas paradas técnicas con motivo de varias intervenciones para la adecuación medioambiental de sus procesos, sobre todo la instalación de desulfuradoras y desnitrificadoras, hechos que también han reducido el ritmo de consumo de carbón nacional.

Por eso, una de las teorías que se ha utilizado para eludir el verdadero problema de mercado y de competitividad de partida es el cambio de propiedad que se ha producido en las empresas eléctricas, en principio, sobre todo en Endesa y Unión Fenosa (ésta adquirida por Gas Natural y que además dispone de minas propias en Sudáfrica).

La teoría retroprogresiva es que los accionistas piden rentabilidad y ya no aceptan seguir adquiriendo carbón sine die, como antes, en un modelo de socialización de los problemas. Pero el hecho es que hay carbón natural acumulado para producir 22 TWh de energía eléctrica, lo cual es equivalente a multiplicar por tres la producción del año 2009. Tres años de producción aparcada y el carbón acumulado en las propias centrales desmienten esta interpretación que, como toda teoría conspiratoria, simplifica un problema muy complejo en una modelización de buenos y malos, tan propia de nuestros días. Ese es un tipo de marxismo mal entendido que conduce al de los hermanos Marx.

Otro de los argumentos es que el carbón puede ser una fuente de reserva estratégica energética. Esta teoría va en contra de que se queme a toda costa y apuntaría a que se reserve para cuando compense a nuestro país no pagar tanto por el precio de otros combustibles en el mercado.

En todo caso, no se trata de no abordar los problemas de la minería española, de responder a los intereses de trabajadores y del sector, o de la cobertura social vinculada a su reconversión pendiente o de no resolver el problema de las cuencas mineras. De hecho, la propuesta que había encima de la mesa era la aportación directa de 300 millones más al Plan del Carbón. Se trata de no hacer propuestas torcidas que dañan más que resuelven, mucho más costosas por la forma oblicua de pergeñarse y que propagan los problemas a todo el sector energético, al medio ambiente y la actividad económica.

En todo caso, lo más ocurrente es que todo empezó con esta reclamación de 300 millones de euros adicionales al Plan del Carbón y puede acabar como el rosario de la aurora por el hecho de trasladar los costes a todo el sistema productivo, vía la electricidad. Ayer ya se hablaba en los medios de 1.000 millones de euros.

Por ello, y como en la locomotora de los hermanos Marx. ¡Más carbón nacional!

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