El butano y el landismo

Los ojos más comunicativos del cine español después de su papel protagonista en “El Bosque Animado” son los de Alfredo Landa haciendo del bandido Fendetestas o su papel en “Los Santos Inocentes”. En tiempos anteriores, Alfredo Landa era el representante, el epígono del ‘landismo’, una veta cinematográfica patria que venía a remarcar la marca hispánica como hecho diferencial, y que trazaría una ligazón imaginaria con el actual Torrente, una versión mucho más casposa, hilarante y desbordada. El mundo del tardofranquismo, el destape, las promociones de pisos con aluminosis o la eclosión de Benidorm…, todos elementos de una época y de un país que tenía nuevos comportamientos pudientes recogidos en el cine de la época, desde Fin de Semana al Desnudo a Manolo la Nuit.

Esta introducción, en principio tan ajena (salvo que se quisiera hacer una con referencia al sector energético y, en concreto, al butano como forma de energía), no tendría mucho sentido si no existiera un instrumento demoníaco, el denominado término landa, utilizado en la fórmula para determinar el precio del butano, cuyo objetivo no fuera anclar los precios en el pasado conveniente.

La fórmula mediante la que se determina el precio del butano tiene dos componentes: el precio de la materia prima y el denominado término C, en teoría destinado a retribuir la actividad de distribución de este combustible. En la materia prima, desde octubre de 2009, se implantó una fórmula matemática que ‘corrige’ y ‘modera’ el precio de la bombona para evitar lo que los expertos denominan ‘apuntamientos’ o puntas de precios y con el objeto de que el consumidor no los sufra. Además si las subidas no superan el 2% no se efectúan, con lo cual, con una construcción matemática semejante se podría conseguir negar la ley de la gravedad.

Tanto modera esta fórmula el precio de la bombona de butano que ha conseguido que pase casi totalmente inadvertida la subida de precios del petróleo que ha sido constante desde el vertido del Golfo de México hasta el momento actual en que la inestabilidad en Oriente Próximo se ha agudizado con las crisis de Túnez, Egipto y Liba. Y, ¿cuál es la técnica regulatoria sofisticada empleada a tal efecto? Las matemáticas: que el 75 % del precio de referencia se calcule desde que se implantó la norma, hace un año y medio con los precios más bajos conocidos del petróleo. Es decir un cálculo retrospectivo que no se actualiza hasta volverse obsoleto y cada día más obsoleto. Cualquier tiempo pasado fue anterior. El término landa.

Consecuencia: el precio de la materia prima de la bombona es mayor que el precio de la propia bombona. Las empresas cuanto más venden, más pierden, es decir, hay una venta a pérdidas, algo prohibido por cualquier legislación competitiva. En consecuencia, se congela la retribución a los distribuidores, estrangulando a este sector, que teniendo un peso relativamente bajo en el consumo energético del país, es relevante en ciertas zonas o para ciertos colectivos.

Por otra parte, esta fórmula pasó por todo regulador viviente y requiere una urgente revisión dadas las expectativas de precios del petróleo. Urgente revisión que precisa previamente la asunción de que es necesario un aumento de los precios de esta energía. Por su parte, el regulador principal, el Ministerio de Industria y el regulador independiente, la Comisión Nacional de Energía, mantienen un tácito silencio al respecto, que se va a ver desbordado por la realidad que se ha convertido en urgente.

Bien es sabido que desde el propio tardofranquismo, uno de los problemas que no ha sabido aceptar la clase política y el Gobierno administrativo del país, es la asunción de los precios de la energía y las consecuencias del libre mercado, haciendo toda clase de estratagemas para su evitación, incluyendo la ilusión monetaria para los consumidores. Cada vez que surge un problema de estas características surgen los defensores políticos de la energía barata a toda costa. El riesgo, en el caso del butano, es que de tanto no querer subir el precio de la bombona, se acabe por inanición con el sector y que la medicina pase a ser excesiva, generando un problema de dimensiones importantes para empresas y consumidores.

Lo dicho, el regreso al pasado. Por eso sólo aquí sería posible una película como «Los energéticos». Y el landismo.

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