La decisión sobre Garoña entra en su recta final

Al menos en primera instancia, parece que el plazo para que el Gobierno resuelva sobre la continuidad de Garoña está llegando a su fin. Se habla del próximo Consejo de Ministros como el momento en que podría pasar a ser pública la decisión. Es decir, cabe la posibilidad de que el próximo viernes conozcamos finalmente el desenlace sobre la continuidad de la instalación, una vez que el Consejo de Seguridad Nuclear diera su conformidad inicial y revisara su informe (a petición del Gobierno), por si, eventualmente, el Ejecutivo decidiese reducir la autorización de operación de diez años que otorga el CSN tras sus estudios técnicos.

En todo caso, es momento de hacer balance sobre la situación actual y las últimas novedades, además de incorporar lecturas adicionales a la controversia desde el punto de vista de su repercusión, su alcance y sus transparencias. Sobre todo porque su trasfondo va dejando secuelas importantes en los concernidos y en la sociedad, que asiste atónita a un ejercicio justificativo/defensivo que además es impropio. Hasta el momento, el objetivo ha sido “taponar” el debate nuclear y sustituirlo por los deseos del que manda y, con el tema sin resolver, la decisión sobre Garoña supone romper los cauces que deberían estar articulados por la normativa y la seguridad energética y económica. ¿Por qué?

Lo que está claro es que Garoña es uno de los problemas del Gobierno, y uno de los riesgos latentes en la estrategia de polarización y de radicalización del ejecutivo, en una ideologización de la acción partidista muy peligrosa, en el tobogán político en que se ha instalado el Ejecutivo.

Sobre todo, porque ya se ha transmitido a la opinión pública que todo el problema se ciñe al empeño presidencial, por motivos ideológicos, en el cierre de las centrales nucleares y, más en concreto, en el caso de Garoña. De ahí el Informe de la Fundación Ideas, apresurado y cocinado con rapidez para intentar justificar con argumentos una posición contraria a la continuidad de la operación de la instalación.

Por eso, parece que en el entorno del Presidente empieza a cundir el terror al respecto. Por un lado, enontramos el cambio acelerado de la opinión pública respecto a la energía nuclear y lo rápido que han sido amortizadas las falsedades utilizadas como excusas (ya sean las manipulaciones y tergiversaciones en torno al concepto de “vida útil” o que en el mundo no se construyen nuevas centrales o se aumenta la vida de las mismas, cuando está pasando todo lo contrario). Por otro lado, se ve cómo la sociedad busca excusas en el mundo internacional, empieza a acertar poco, con el desarrollo que Obama viene realizando en esta materia.

Las posiciones contrarias a la continuidad de Garoña (una de las instalaciones con mayor disponibilidad, 31ª del mundo en el ránking de centrales nucleares, con inversiones millonarias recientes en seguridad y actualización y con un número de generaciones semejantes a éste con vida prolongada hasta 60 años) con el apoyo a este deseo de los colectivos ecologistas, que no han acogido el problema del cambio climático como primer problema de la humanidad, además de irrogados en “alter ego” del Consejo de Seguridad Nuclear, enmendando la plana a los técnicos y profesionales de este organismo.

Por otra parte, el resto de declaraciones no son nada tranquilizadoras, sobre todo para los trabajadores que son los que más tienen que perder y en los que más justificado está el activismo en este proceso. La semana pasada la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, en cuya mesa acaban todos estos temas “difíciles”, (y podemos señalar, que según nuestras fuentes, el caso Garoña está allí), quiso preparar a los damnificados. Afirmó que el Gobierno no permitirá esten desprotegidos, sea cual sea la decisión al respecto: el presupuesto del Estado, el déficit se ocupará del asunto. Vino a decir “que no falte de ná”. Además de confiar, como se confía en los brotes verdes, en que las tareas de desmontaje darán trabajo durante diez años (¿a quién?, ¿los que desmontan son los mismos que los que operan?, ¿a qué tipo de profesionales y trabajadores?, ¿y el empleo indirecto?, demasiadas dudas). Y que la gente no tema a sustituir el empleo, la inclusión del trabajo, por el “mano sobre mano” subvencionado, el sometimiento al pesebre, la distribución de la riqueza por la administración de la miseria y la pobreza.

En medio de todo esto, las coartadas medioambientales se han visto cuestionadas por el consenso mundial en torno al problema del cambio climático, donde parece haber mayor identidad de criterios a nivel internacional e institucional, incluyendo a la ONU y la Unión Europea. Y, en eso, la energía nuclear cobra mayor vigencia, dado que es una tecnología no emisora de gases efecto invernadero.

En todo caso, quedan muchas más claves en términos de política interna que se seguirán desgranando esta semana. Permanezcan atentos.

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