Electricidad en la Onda

El pasado viernes, en su programa «Herrera en la Onda» de Onda Cero, el periodista Carlos Herrera, probablemente uno de los conductores más genuinos y personales de los programas de mañana de la radio española, además de divertido, ocurrente, bien informado y esa misma noche, Premio Ondas, hacía un comentario referido a la demanda de apoyo del PSOE al PP para «arrimar el hombro» en lo que se refiere a un supuesto «tarifazo eléctrico», dando un cierto cuartelillo a la negativa del Partido Popular (por otra parte entendible, dentro de la lógica política, aunque el partido fuera el autor del actual modelo de liberalización y primera persona del singular en lo que respecta a las primeras decisiones de déficit tarifario, y que luego siguieron sucesivos gobiernos).

Lo que es cierto es que «tarifazo» es una expresión contundente, aunque no especialmente afortunada, que fue acompañada de varias imprecisiones, algunas de trazo más grueso, con tintas más cargadas, que pueden alterar el contenido, el mensaje y la propia intención que Herrera manifiesta en su opinión editorial, tradicionalmente liberal en lo económico.

En todo caso, hay que agradecer que Herrera se atreva a intervenir respecto de un tema de estas características, complejo y a la vez poco simpático, y a poner el foco, si es posible, en el sector eléctrico, aunque precise de mayor matización. Herrera, en general, proporciona una visión liberal de la economía, la sociedad, la política (algo que es infrecuente en nuestro país), cuenta además, en su equipo con un grupo importante de diversos y solventes colaboradores y, entre ellos, para las cuestiones de economía el doctor Carlos Rodríguez Braun que, además de liberal, resulta encantador y es «cantador».

Como acabamos de decir, hay que agradecer, al cuatro veces premiado con el Ondas, que se atreva a hablar de la liberalización eléctrica. Herrera habla de oído y no se puede sustraer a una cultura muy enraizada respecto a la electricidad como precio intervenido. El periodista almeriense afirmó en su programa que el Gobierno buscaba dejar a aquellos que no podían pagar una peseta más en una Tarifa de Último Recurso (TUR) y que el resto de consumidores se verían expuestos a un tarifazo, debido a la liberalización de la electricidad. Además, Herrera también señaló que las empresas eléctricas tenían un agujero de 20.000 millones de euros y, finalmente, hizo culpable a la inversión en las renovables «cuyo resultado se verá dentro de 20 años pero que, ahora, llenan de chatarra los campos».

Es pertinente efectuar alguna aclaración y evitar algún «adanismo» en torno a estas opiniones y comentarios. La primera, el tarifazo realmente no existe con la liberalización de los precios eléctricos, más bien todo lo contrario. El hecho es que lo que al parecer está en los planes del Gobierno es sacar de la tarifa de la electricidad, que es un precio público intervenido a los consumidores para que puedan contratar su suministro con una comercializadora de electricidad en un mercado libre. En definitiva, los consumidores pasan de la tarifa reguladai al mercado en un régimen de precios libres.

Otra cosa es que la tarifa actual, pública y regulada, esté falseada para que no se pague el coste completo del suministro y el exceso oculto que no se paga, se fracciona al futuro en forma de déficit tarifario, es decir, de deuda (en un país que se aficionó mucho a la deuda). O lo que es lo mismo, a los consumidores se les «engaña» con la tarifa pública, lo que genera un sentir social perjudicial contra ese proceso de liberalización. Lo cual, es demoníaco porque de ahí viene el «adanismo» de que las subidas del precio de la luz nunca son posibles debido al engaño existente en la tarifa actual. El hecho es que mantener los precios anormalmente bajos hace que los consumidores también aumenten su consumo de electricidad al no tener el dato fiable que cualquier agente necesita para tomar sus decisiones: el precio. En todo caso, la simplificación «que algo suba es malo y que algo baje es bueno» en este caso requiere matizaciones.

En segundo lugar, la tarifa de último recurso es la tarifa que tienen los consumidores que no eligen a un comercializador (porque el Gobierno no les deja). Y es diferente de la tarifa social, que lo que contiene es una «bonificación» de la que se hacen cargo las empresas eléctricas a aquellos consumidores que tienen unas características en su consumo y renta y así lo solicitan (fundamentalmente se congela la evolución de la subida de precios de las tarifas reguladas desde el año pasado).

Tercero, cuando se habla del agujero de las empresas eléctricas (por las propias connotaciones que tiene la palabra agujero junto con tranformarse en una justificación de la ‘subida de precios’), entendemos que Herrera se refiere a la deuda que tienen en sus balances derivada del déficit tarifario y cuya financiación parece que ha entrado en la recta final de su primera titulización. Una deuda, motivada por decisiones políticas de intervención de los precios: la electricidad no podía subir más allá del IPC, cuando la demanda crecía, al igualque los precios de los combustibles fósiles y bajaba por las sequías el uso de la energía hidráulica. Solución: pan y circo y tarifas públicas intervenidas. El exceso con respecto a lo que cuesta la electricidad realmente se ha configurado como un préstamo de las empresas eléctricas a la sociedad y distorsiona el mercado y el papel de los agentes.

El hecho es que las subidas de precios de la electricidad que tenemos que afrontar como sociedad, ahora se producen porque el Gobierno no fue liberal antes. Y, lo que pasa es que afirmaciones de este tipo pueden llevar a posiciones contrarias al discurso liberal que suele mantener el propio Herrera.

Cuarto, y con respecto a las energías renovables, es indudable, que tienen un papel en el mix de generación que es relevante para combatir las consecuencias del cambio climático (sin meternos en procesos discursivos negacionistas) y responder a la evolución de nuestros compromisos medioambientales con la Unión Europea. No son chatarra. Por ejemplo, el sector eólico es casi el 20% de la generación de nuestro país y ha generado desarrollos tecnológicos y un sector muy relevante, siendo un sector maduro que se aproxima a la paridad de mercado.

Eso no quiere decir que en el sector de las renovables, en su diseño retributivo, al final no haya sido una «hidra» insoportable de forma económica en el sistema eléctrico, que no se hayan cometido excesos enormes en la fijación de primas, como en el caso de la fotovoltaica, cupos con volúmenes anormalmente altos en determinadas tecnologías, riego del ungüento de las subvenciones con beneficios y procesos asociados que traspasan el fraude y la cadena de favores. O, por ejemplo, la irrupción voluminosa e imprevista de tecnologías en el mix renovable con primas generosas como la termosolar que, en sí, tampoco es una energía cien por cien renovable y que se paga en la factura eléctrica. Y, en esto, hay que plantearse, echar seguramente un frenazo y racionalizar. En todo ello, habría que analizar los intereses que hay involucrados, inclusive de los gobiernos autonómicos y hasta qué punto nos lo podemos permitir. El hecho es que, en el fondo, Herrera plantea el problema de un mix de generación económicamente y medioambientalmente sostenible, trastabillado por el «fru fru» de las ayudas públicas que se pagan en la tarifa, y sobre eso, sí que es necesario un debate global, no por partes.

En todo caso, oír y escuchar a Carlos Herrera es un ejercicio saludable para la inteligencia y el pulso de la política, la sociedad y la economía. Sólo es preciso estar más en la onda en el caso de la electricidad.

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