Zapatero convierte Garoña en su segundo Iraq

La comparecencia de José Luis Rodríguez Zapatero ante los jóvenes en la Escuela de Verano Jaime Vera tuvo su momento más desafiante, más vivazmente agresivo en el momento en que hizo un manifiesto por la autonomía y soberanía de sus decisiones, refiriéndose al cierre de Garoña. “Ya sabéis cómo soy”, señalando que no es la primera vez que toma una decisión controvertida, insinuando la retirada de las tropas de Iraq, tomada inmediatamente después de la toma de posesión en su primer gobierno.

También dijo: “es a mí a quién habéis encargado que tome las decisiones”. Expresado así, es una afirmación que contiene elementos coactivos no solamente hacia quien recibe las decisiones, sino también de quien las toma y en nombre de quien las adopta. Por tanto, da vértigo, una pirueta ideológica que es capaz de equiparar el conflicto en Iraq con el cierre de Garoña, con sus parados, sus emisiones contaminantes, su aumento de la dependencia energética, su incremento de los costes de generación y, por ende, de la factura de la luz, el aumento de combustibles fósiles para generar Garoña, el derroche de unas instalaciones y unos equipos en funcionamiento enviados a la picota de forma arbitatria, además de sus indemnizaciones millonarias y sus planes de empleo, seguro que millonarios, seguro que improvisados, seguro que insuficientes.

Porque, en el fondo, lo que reclama el Presidente es la capacidad de subvertir la legalidad vigente, que no es palabra dada, sino la ley escrita. Es decir, ganar “independencia” para ello. La normativa señala que la prolongación de la vida de las centrales nucleares es una cuestión de seguridad, y esta cuestión compete dilucidarla al Consejo de Seguridad Nuclear. Sólo mediante una decisión suprema y muy justificada, un gobierno puede “campar por sus respetos”, independizarse de la legalidad de los mecanismos y marco que las instituciones económicas y energéticas han fijado.

En concreto, en ese momento, quiso justificar esa “heroicidad” de cerrar la central de Garoña como un ejemplo de resistencia política (¿?) y de independencia, queriendo revestir la decisión personal, de dignidad y de resistencia contra algún tipo de presión. «No me voy a referir a los poderes de los poderosos», ha precisado antes de constatar que la autonomía en la decisión del cierre de Garoña fue absoluta (con s líquida), porque «nada ni nadie» va a interferir en el cumplimiento de un compromiso.

Y aquí es donde viene el compromiso. El programa electoral como sujeto omitido para convertirse en un cheque en blanco extendido de la cuenta de los once millones de votantes para interpretar y emitir los ucases zaristas que resulten de las posiciones ideológicas personales. Lo que nos lleva a que una política entendida así sólo da cuenta ante Dios o ante la historia.

El anclaje de la decisión del cierre de Garoña al programa electoral es forzado a un documento tan mancillado e incumplido por los cuatro costados: desde el reconocimiento de la crisis (y la sospecha de la mentira post electoral), pasando por el pleno empleo, hasta llegar a la financiación autonómica y la subida de la presión fiscal que rompe la teoría de que bajar los impuestos era de izquierdas (o reequilibrio tributario como gusta llamar al Ejecutivo).

Luego, le preguntan con sabrosa complicidad: “¡qué difícil habrá sido tener que tomar esa decisión!, ¿no Presidente?, ¿a qué ha habido presiones?” Brillo en los ojos, cierto regusto y, a partir de ahí, el desarrollo de la prosodia estuvo dirigida a “satanizar” a las empresas españolas titulares de las centrales, justificándose en que la energía nuclear es rentable “y no sabéis cuanto”. Un lenguaje fuertemente panfletario (no oído en un gobernante de Europa occidental en años) desplegado con todo lujo de detalles, que parte de un posicionamiento izquierdista, de que todo lo que suene a empresarial es intrínsicamente perverso. Ni una palabra de las inversiones que se tuvieron que realizar en su momento y de que las nucleares hoy son rentables dado que sus costes variables actuales (combustible) son bajos.

Del mismo modo, gracias a las nucleares el precio medio de la generación es menor. Tampoco contó que la rentabilidad del sector y de las empresas es media, y no es de tal o cual instalación, cogiendo uno de los argumentos que hay esparcidos de forma deliberada en esta decisión. Ni contó que es necesario una cierta rentabilidad para seguir invirtiendo. Tampoco contó que son rentables para los consumidores en el corto, en el medio y en el largo plazo. Conclusión, por eso lo mejor es abocar al país a que pague caro los combustibles fósiles para generar la electricidad sustitutiva de Garoña.

A partir de ahí constató que esta decisión es un aviso a navegantes. Subrayó que con esa decisión se había querido enviar una “señal” a las empresas, para lo cual reformará la legislación sobre energía nuclear, definiendo vida útil (con el afán, entre líneas, de que sea menos vida) en un ejercicio de utilización y abuso reglamentista de la ley (pero ese es otro tema que trataremos de manera separada). De hecho, el propio Ministro de Industria, Miguel Sebastián, había declarado en este tiempo proceloso que “la decisión de Garoña no fijaba ningún antecedente con respecto a las decisiones futuras de renovación de otras centrales en operación cuyo período de operación está próximo”. Al final, parece que sí.

Y, en conclusión, para exacerbar el componente político, volvió a exhibir esta decisión como baluarte de la acción del gobierno contra los lobbies. Y contra los empresarios, los sindicatos, trabajadores y consumidores. No hay mención de los lobbies que salen beneficiados de sus decisiones, que los hay, o en referencia al lobby subterráneo que ha soplado a favor de esta decisión, con tentáculos en determinadas asociaciones y organismos, cercanos al mundo de los consumidores y a ciertos grupos ecologistas centrados en la generación de pánico nuclear a falta de evidencias, además de negacionistas del cambio climático.

Hay que reconocer que la palabra lobby tiene gran predicamento entre las bases ideologizadas dado que catalizan las voluntades con el señalamiento de un enemigo al que batir, a falta, claro está, de no reconocer a los lobbies internos. Pero Zapatero, buscando salirse con la suya, amparándose en la personalización de cada uno de sus votantes transustanciada en su decisión, no sólo ha querido esquivar la presión de los lobbies entendidos como tal, sino también, el asesoramiento de los expertos en cambio climático, de los expertos en economía de la energía, de los órganos técnicos y reguladores, de las recomendaciones de la Unión Europea y un análisis más sosegado y menos ideologizado sobre la generación nuclear, porque ni siquiera en el mundo ecologista hay consenso sobre esta cuestión. Es una forma de interpretar interesadamente la palabra «independencia» de forma particular para conseguir actuar de forma individual.

Preguntas, con todo el respeto, al Señor Presidente: equiparar el cierre de Garoña a Iraq, ¿es esta una de sus mejores armas para defender la decisión que ha tomado sobre el cierre de Garoña? ¿Este es el argumento con el que espera contentar a los trabajadores de la planta, a los municipios de la zona? ¿Y si con su actuación “autónoma”, en lugar de independencia, lo que se consigue es mayor “dependencia” energética exterior?

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