Primavera de alevosías (alegorías) regulatorias

El final de la primavera y el final de las elecciones municipales parece que hace reverdecer las iniciativas regulatorias en el ámbito de la energía. No apagados aún los ecos del conflicto por la reforma de las renovables (más o menos tranquilos por estos primeros cuatro años de armisticio sin revisiones de retribución), la Secretaria General de Energía tiene en sus manos nuevamente cuestiones relevantes con muy importante de contenido regulatorio.

No podemos olvidar que gran parte de todas estas cuestiones estaban ocultas, larvadas o habían sido aplazadas desde principios de año. Lo que quiere decirse, es que estas cuestiones siempre vuelven a su ser, como los vampiros en la última escena de las películas. Por eso, lo importante es detectar porqué se ha desatado nuevamente la cuestión del cálculo del déficit de tarifa justo en estos momentos oportunos, ya descendidos de todos los burros electorales. Y, por qué, ha empezado de una forma tan atrabiliaria, tal y como ha venido informando la prensa y por este medio de comunicación, con la aparición del informe solicitado y elaborado por Red Eléctrica, señalando con el dedo de los 1.000 millones de euros, originados por una regulación apresurada y que no anticipó los comportamientos (racionales) de los agentes.

De hecho, otra de las cuestiones que también están en liza, la minoración del déficit por los derechos de emisión de las eléctricas, tiene informe de la Comisión Nacional de Energía remitido al Ministerio de Industria desde principios de año y estaba pendiente de la determinación del criterio final, con tres alternativas bien diferentes. Del mismo modo, las liquidaciones que elabora la Comisión Nacional de Energía, también han sido cerradas desde hace más de tres meses, lo que quiere decir es que la cuenta podía haberse presentado antes a las empresas eléctricas y hoy estarían en el Registro Mercantil y todo. No es una cuestión baladí que el Ministerio haya fijado este calendario de cálculo del déficit de tarifa. Se anticipan emociones fuertes.

En este final de primavera, también parece que verá la luz la reforma de la Ley del Sector Eléctrico e Hidrocarburos, con la configuración del transportista único y la transposición arbitrariamente selectiva de las Directivas Europeas pendientes de incorporar. Por otro lado, se celebran las primeras subastas de emisiones de energía primaria, con evidentes reticencias por parte de los agentes, ya que estos son juez y parte. Al mismo tiempo, la Comisión Nacional de Energía (CNE) también está en fase de estudio de la nueva normativa para los grandes consumidores. Una cuestión que, además, tiene que resolver el conflicto actualmente abierto con la Unión Europea por las ayudas de Estado y del que hasta el momento se conoce muy poco.

Estas alevosías regulatorias podían haberse llamado ‘alegorías’ regulatorias, como en uno de sus gazapos dijo el Ministro Clos. Todo un Ministerio alegórico de una actividad regulatoria incesante, pero fuertemente cuestionada por su intervencionismo, con la sombra cada vez más alargada de la arbitrariedad detrás en sus decisiones, marcada por la interinidad regulatoria y la ausencia de una concepción clara del modelo, del mercado y de sector.

Así, en este momento la Secretaria General de Energía, con Ignasi Nieto a la cabeza, parece que ya ha dado pasos para adentrarse en muy poco tiempo en un número importante de ‘jardines’ nuevos a la vez. El coste político de la reforma de las renovables está todavía caliente para Clos, para Nieto y todos sus movimientos bajo la lupa y la prueba del algodón.

No sabemos si será premonitorio que el día que se aprobó este Real Decreto, fue el mismo en que se produjeron las grandes inundaciones en Alcázar de San Juan, que todo el mundo atribuye al cambio climático. ¿Será otra alegoría?

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