La energía nuclear es la más barata, aunque la térmica y la eólica son más competitivas

«Ninguna tecnología de producción de electricidad puede pretender ser la menos cara en todas las situaciones», subrayan la AIE y la AEN en un estudio en el que señalan que la competitividad de una u otra va a depender de los costos de financiación, de los precios de las materias primas y las emisiones de carbono y de la normativa de política energética en cada país.

Los resultados del informe muestran que, con las condiciones consideradas, la tecnología de generación de electricidad más barata en el horizonte de 2015 es la nuclear, seguida de la térmica con plantas de carbón, si los costos de financiación se mantienen bajos (un tipo de interés del 5%).

Si los costos de financiación subieran a una media del 10%, las plantas de carbón, seguidas de las plantas de ciclo combinado de gas pasarían a ser las más eficientes en términos económicos.

En cualquier caso, con los criterios fijados por el estudio -que por primera vez incluye un costo de 30 dólares por la emisión de cada tonelada de dióxido de carbono (CO2)- la electricidad nuclear es la más barata en las tres regiones analizadas (Norteamérica, Europa y Asia-Pacífico).

En Norteamérica la nuclear supone un poco menos de 50 dólares por megavatio, frente a los algo más de 60 dólares de media de las instalaciones eólicas, de los algo más de 70 dólares (también de media) para las centrales térmicas de carbón y de los poco más de 80 dólares de las térmicas de gas.

En Ásia-Pacífico la nuclear es todavía más barata, con menos de 35 dólares por megavatio, comparados con los algo más de 60 del carbón, los casi 70 de la eólica y los alrededor de 85 del gas.

La atómica representa en Europa unos 60 dólares de media por megavatio, frente a los 80 del carbón, los 90 del gas y los 120 de la eólica terrestre.

Esos resultados «varían enormemente de un país a otro, incluido dentro de la misma zona geográfica», advierten los autores del documento, que también señalan «una cierta incertidumbre».

Los costos de producción son en términos generales más caros en Europa que en las otras dos regiones consideradas en el estudio (Norteamérica y Asia-Pacífico), sobre todo por el tipo de cambio retenido, que es la media constatada en 2008: 0,68 euros por dólar.

No obstante, también hay otras razones que explican las diferencias de precio de cada tecnología. Así, el costo más elevado del megavatio nuclear en Europa que en Estados Unidos tiene que ver con que en este último país la posición sobre la construcción de nuevas plantas es más clara, mientras que en el Viejo Continente los inversores están confrontados a más incertidumbre.

Para la producción de electricidad térmica, los países europeos en su inmensa mayoría tienen que importar la materia prima (el carbón o el gas), lo que encarece el proceso.

Incertidumbres

Incertidumbre por los precios futuros de las materias primas y del dióxido de carbono (CO2), los costos de financiación actuales y futuros para levantar infraestructuras que sólo se rentabilizan en varias décadas, los costos de construcción, los de desmantelamiento y almacenamiento de residuos (sobre todo en la energía nuclear) y los precios de venta de la electricidad.

Por eso, la principal conclusión de la AIE y de la AEN es que «las centrales nucleares, de carbón, de gas y, cuando las condiciones locales son favorables las hidroeléctricas y eólicas, constituyen tecnologías relativamente competitivas para la producción de electricidad de base».

Las otras energías renovables «se encuentran por ahora al margen de esta horquilla, aunque se esperan reducciones de costos significativas con su desarrollo, en particular para la solar fotovoltaica de carga intermedia», añaden los dos organismos dependientes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Estas cifras resultan del examen de los costos de 190 centrales de 21 países, esencialmente de la OCDE, pero también de algunas grandes potencias emergentes (China, Brasil, Sudáfrica y Rusia).

No tienen en cuenta los costos externos generados por su funcionamiento -el impacto medioambiental o la seguridad en el aprovisionamiento, pero tampoco el problema del problema de los residuos radiactivos- más allá de los citados 30 dólares fijados como precio de la tonelada de CO2 en el mercado de intercambio de emisiones. Tampoco engloban los referidos al transporte ni de distribución de la electricidad.

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