España: aprobado mediocre en eficiencia energética

Si, al igual que se evalúa la eficiencia de un alumno a la hora de adquirir conocimientos, se evaluara la eficiencia de un consumidor a la hora de emplear la energía que consume, la nota no sería un aprobado por los pelos, pero sí mediocre. Algo más de un 6 -sobre 10-. Y tirar parte de la energía que consumimos sale caro. Al año gastamos 700 euros en energía. Es curioso que uno de los argumentos de los defensores de la subida de la tarifa eléctrica sea que, con unos precios más altos, el consumidor no derrocharía energía: sin escatimar en necesidades, gastaría sólo lo verdaderamente necesario.

Estos argumentos son totalmente ciertos. El consumidor derrocha energía, o dicho de otra forma, gasta de forma ineficiente. Según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía, el índice de enficiencia energética de España se sitúa en un 6,12 sobre 10, siendo la comunidad autónoma de Madrid la más eficiente de España, con un 6,34.

Siendo objetivos, es muy difícil, o casi imposible, alcanzar un 10 sobre 10. Pero sí se puede estrechar esa diferencia hasta determinados niveles. Conseguir mejorar esa tasa no es una cuestión trivial si tenemos en cuenta los datos del IDAE, según los cuales los hogares españoles gastan una media de 700 euros anuales en energía, el 10% de todos sus gastos.

Casi la mitad de ese coste anual se destina a calefacción, un 46% (322 euros), mientras que el uso de agua caliente genera un gasto energético del 20% de la factura anual (140 euros), y los electrodomésticos se llevan un 16% (112 euros). Cuantificado el gasto, resulta interesante pensar que es posible pagar facturas más bajas sin tener que renunciar a prestaciones que ya disfrutamos.

Métodos

¿Cómo? Los avances tecnológicos nos brindan muchas posibilidades. En primer lugar, los fabricantes de electrodomésticos están obligados a cumplir con una serie de requisitos que afectan, entre otras cuestiones, a la eficiencia energética de los aparatos que ponen a la venta en el mercado. Las tablas de eficiencia energética muestran qué aparatos usan mejor y peor la electricidad. Uno de los ejemplos más populares son las bombillas de bajo consumo: una bombilla de nueva generación de 17W proporciona la misma cantidad de luz que una tradicional de 100W, mientras que sólo gasta una sexta parte.

Sin embargo, la iluminación es uno de los conceptos que menos energía requieren en la vivienda. Hemos visto que los electrodomésticos consumen un 16%, el agua caliente un 20% y la calefacción un 46%. Si se puede reducir estos gastos de forma considerable, estamos hablando de ahorros económicos interesantes para una familia media.

La calefacción y el agua caliente sanitaria (66% del total) requieren un calentamiento de cantidades importantes de agua, lo que explica el alto porcentaje del gasto total en energía. Soluciones como las placas solares térmicas (no producen electricidad, sino que calientan un circuito de agua) son capaces de proporcionar entre el 50 y el 70% de las necesidades, y permiten ahorros de hasta el 75% (eso quiere decir que si, de los 700 euros anuales, el agua caliente y la calefacción nos cuestan 462 euros, con sistemas óptimos de producción sería posible gastar unos 140 euros anuales).

La tecnología juega un papel muy importante en el ahorro energético, pero no lo hace todo. El consumidor de energía también tiene una responsabilidad: la primera, con su bolsillo; la segunda, con la conservación del medio ambiente.

Los expertos en la materia aconsejan adoptar hábitos de consumo que limiten los gastos innecesarios en calefacción y agua caliente, así como aislar adecuadamente estancias mediante puertas y ventanas que disminuyan las infiltraciones de aire.

Repercusiones

Evitar las pérdidas de energía no es sólo una cuestión de economía para el consumidor. España es, dentro de una Europa que importa más de la mitad de la energía que consume, una verdadera isla energética. En nuestro país sólo somos capaces de producir el 15% de toda la energía que consumimos, es decir, el 85% viene de fuera.

Si bien el consumo energético de los hogares es pequeño en comparación con la industria, no es despreciable, y contribuye a la dependencia energética del exterior. Una dependencia que nos hace muy vulnerables a situaciones como la que se ha vivido estos días en Bielorrusia con el cierre del oleoducto que suministra petróleo a varios países europeos.

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