El discreto encanto de las redes en el sector de la energía

Recientemente se han publicado varios artículos de opinión que han comenzado a presentar la situación actual y los problemas de las redes en el sector de la energía. Tres tienen su aparición en el dominical de negocios del diario ‘El País’, uno de Robert Tornabell, ex Decano de ESADE, otro de Luis Albentosa, Consejero de la Comisión Nacional de Energía, y el último, recién publicado el domingo pasado, del propio Luis Atienza, Presidente de Red Eléctrica. Este último, más o menos, procuraba contestar con una cierta retórica de ex – Ministro, experto en inauguraciones, el problema planteado por los dos anteriores.

En paralelo, en la prensa catalana se puede seguir con verdadera preocupación los escasos avances en la construcción de la línea de MAT (Muy Alta Tensión) entre Francia y España. Un proceso que, por cierto, si se sigue con detenimiento, puede llevar a la desesperación, ya que son continuas las idas y venidas, las múltiples alternativas y la escasa capacidad de resolución gestora de esta cuestión, que, desde hace más de cinco años, atenaza el desarrollo de las redes en esta Comunidad Autónoma, sin que se le vea una salida cercana.

En estos artículos (menos en el último de Luis Atienza) se ha puesto de manifiesto un problema de enorme calado con respecto a las redes de transporte eléctrico (y que también alcanza a las redes de transporte de gas): el insuficiente desarrollo de las redes en comparación con el crecimiento de la generación energética y del consumo, que evidencia su falta de respuesta ante la evolución y crecimiento de nuestro país. Y, al mismo tiempo, la propia respuesta legislativa que se está preparando al efecto o en paralelo: la consideración de Red Eléctrica como transportista único en virtud de la reforma de la Ley Eléctrica que se está tramitando actualmente en el Senado, lo que explica que las distribuidoras hayan vendido en tres años sus redes de transporte a Red Eléctrica. Una reforma que se realiza para adecuar la legislación española a la Directiva 2003/54/CE, pero que no exige la titularidad de la propiedad de la Red de Transporte.

Por su parte, Luis Atienza, justifica débilmente esta aspiración de ser transportista único, envolviéndose en un alegato (casi en plan karma) a favor de las renovables (paradójico, al menos, para las empresas titulares de los parques eólicos), por el comportamiento que hasta el momento tiene REE y por las dificultades que tienen las generadoras para la evacuación de la energía de estos parques (véase el Plan de Energías Renovables y el inventario de problemas para el desarrollo de la energía eólica).

Hasta el momento, las redes eléctricas no habían sido una cuestión que estuviera presente con asiduidad en los medios de comunicación. Las guerras por el control de las compañías eléctricas, las grandes operaciones o los cambios regulatorios han acaparado la mayor parte de las páginas cuando se referían a la energía. Lógicamente, las de este medio especializado, también. Pero la difusión de cuestiones de tan enorme importancia como los problemas con los que se encuentran varios grupos de generación eléctrica en Cartagena o en Arcos de la Frontera, o los asociados a la puesta en marcha del AVE en Cataluña o el acercamiento de suministro a los centros de consumo, hacen necesario que se lleve el foco de atención sobre esta cuestión. En las redes gasistas, algo parecido sucede con el reciente caso de Reganosa, con las conexiones de las redes de distribución de gas, o el gaseoducto Castellón-Chinchilla, permanentemente demorado.

Cada verano y cada invierno, en los momentos en que se producen los mayores picos de consumo (cuando más suben las temperaturas o cuando más bajan, cuando mayor nivel de actividad económica y es preciso la utilización de mayor número de aparatos eléctricos por los hogares), se recibe el aviso de que puede haber problemas de suministro de energía en determinadas zonas de nuestro país. Entre ellas, Levante, Cataluña, Andalucía, alguna de Canarias, etc… Y, paradójicamente, todas las miradas se dirigen hacia las compañías de distribución de energía de cada uno de estos territorios. Por otra parte, las compañías distribuidoras se enfrentan a las reclamaciones de los usuarios, de las corporaciones locales, de las Comunidades Autónomas. Si además deciden reforzar las redes de distribución, reciben también las reclamaciones, esta vez judiciales de la propia Red Eléctrica. Así, las empresas distribuidoras, que tienen clientes (antiguos abonados), perciben la presión directa para garantizar su nivel de suministro y, por ello, son tributarias de cómo se articule finalmente el transporte y la distribución de energía.

Sirva este asunto para situar el problema en el lugar que se merece de la actualidad, pues en los próximos días analizaremos las consecuencias de las previsiones legales de que Red Eléctrica se convierta en transportista único en virtud del cambio legislativo que se está realizando. Una cuestión en la que no hay, ciertamente, unanimidad por parte de los expertos, tal y como se aprecia en estos artículos recientemente publicados. También trataremos de explicar y dilucidar las implicaciones de una definición funcional de las redes o por tensión. Y, al mismo tiempo, identificaremos aquellos lugares de nuestro país con problemas de suministro y de evacuación de la energía.

(Otra cuestión que debe ser tratada es el papel y la posición del Gobierno, en este caso, del Ministerio de Industria y de la Secretaría General de Energía en el estado actual de las redes energéticas. En estos dos artículos se contiene una idea fuertemente subversiva: cómo Red Eléctrica, una empresa privada hoy, condiciona y suplanta al regulador, condicionando su actuación y haciendo que sus planificaciones adquieran rango de desarrollo reglamentario. Por eso quizás, a estos dos artículos quien contesta es Luis Atienza).

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