China toma la delantera a Occidente con la apertura del «Gasoducto del Siglo»

Ese pomposo calificativo se lo ha ganado a pulso el conducto que transportará gas centroasiático por la antigua Ruta de la Seda desde Turkmenistán, a orillas del mar Caspio, hasta la costa oriental china a través de Uzbekistán y Kazajistán.

El gasoducto, cuyo coste está estimado en 20.000 millones de dólares, transcurrirá 200 kilómetros por territorio turkmeno, 550 por suelo uzbeko, 1.304,5 por Kazazistán y unos 8.000 kilómetros cruzando China de oeste a este.

Mientras la Unión Europea hacía números sobre el coste del castillo de arena del proyecto Nabucco para transportar gas centroasiático a Europa eludiendo territorio ruso a través del Caspio, los chinos tendían las tuberías que le garantizarán el suministro durante la primera mitad del siglo XXI.

La mayor parte del coste del proyecto lo asume el Banco de Desarrollo de China, aunque el operador clave es el gigante estatal chino CNPC, el brazo ejecutor de la política energético del gigante asiático en la región.

China compra yacimientos y acciones en importantes corporaciones energéticas, pero también concede generoso créditos y costea proyectos de inversión para promover la industrial de la región, lo que le ha permitido estrechar lazos con los autoritarios dirigentes locales con más facilidad que las grandes compañías occidentales.

Precisamente, los líderes chino, Hu Jintao; kazajo, Nursultán Nazarbáyev; turkmeno, Gurbangulí Berdimujamédov; y uzbeko, Islam Karímov, se han reunido en Ashjabad, capital turkmena, para abrir el grifo del épico gasoducto.

A partir de ese momento, el gas comenzará a bombear por las estepas y desiertos centroasiáticos hasta la conflictiva región occidental china de Xinjiang y de ahí, a través de las mesetas y arrozales chinos, hasta la ciudad oriental de Shanghai y la región suroriental de Guangdong (Cantón), vecina de Hong Kong.

El gasoducto trasegará en un principio 4.500 millones de metros cúbicos de gas anuales y no alcanzará su pleno rendimiento, 40.000 millones de metros cúbicos al año, hasta 2013.

Del total, 30.000 millones de metros cúbicos de gas serán exportados a China y 10.000 millones se destinarán a satisfacer las necesidades de los países de tránsito.

La construcción del gasoducto comenzó en julio de 2007 en la región turkmena de Bagtyarlyk, que cuenta con varios yacimientos con unas reservas estimadas por expertos chinos en más de un billón de metros cúbicos de gas.

La víspera Hu y Nazarbáyev, el principal promotor de la exportación de los hidrocarburos centroasiáticos al Este, inauguraron el tramo kazajo que tendrá dos conductos paralelos de 650 kilómetros cada uno.

«Este estratégico proyecto responde a la lógica del desarrollo económico regional y global, en el que el suministro de hidrocarburos juega un papel fundamental», señaló Hu al reunirse con Berdimujammédov en Ashjabad, según las agencias rusas.

En el momento en el que el gas comience a circular, Asia Central se habrá convertido en esa incipiente alternativa a Oriente Medio que Pekín llevaba buscando desde la apertura de su economía al exterior a finales del siglo XX.

Las autoridades chinas consideran que el aumento del consumo de gas natural permitirá reducir el uso de minerales y energías contaminantes, como el carbón, que además se cobra la vida de miles de personas todos los años.

Y es que China es uno de los mayores importadores mundiales de petróleo y gas, que recibe más de la mitad de sus necesidades energéticas de la inestable región de Oriente Medio.

Ante las críticas sobre una excesiva hegemonía china en la región, los dirigentes centroasiáticos apelan al pragmatismo y la necesidad de alcanzar un equilibrio ante las demandas de las potencias mundiales y regionales: Rusia, UE, EEUU e Irán.

Fuentes oficiales kazajas informaron en Astaná que, por el momento, no ven viable el proyecto de Nabucco, pero si Occidente presenta un plan creíble, encontrarían el gas para llenar sus tuberías.

Ese pragmatismo que se ha instalado en las mentes de los políticos centroasiáticos lo han aprendido de los chinos, que se aprovechan en el terreno energético de la tradicional indecisión occidental.

Mientras, Rusia se hizo en 2007 con la llave del gas turcomano al acordar el tendido del Gasoducto del Caspio de 510 kilómetros de longitud, que bordeará ese mar y tendrá una capacidad inicial de bombeo de 12.000 millones de metros cúbicos de gas, que aumentará hasta los 30.000 millones para finales de esta década.

No obstante, Moscú no debería dormirse en los laureles, ya que las autoridades turcomanas aún están irritadas después de que Gazprom le dejara de comprar en abril pasado el gas tras una extraña avería en un gasoducto, que se produjo casualmente poco después de que Turkmenistán aumentara la tarifa.

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