El gobierno apuesta por el modelo ISO

El hecho de que haya una separación entre la actividad de los gestores técnicos de los sistemas gasista y eléctrico y la de los transportistas de gas y electricidad, hoy integrados dentro de Enagás y Red Eléctrica de España es, en primer lugar, una buena noticia que apunta en la buena dirección de la separación de las distintas actividades energéticas de forma eficiente y en la necesidad de apuntalar la neutralidad de la operación de los sistemas eléctrico y gasista. En este sentido y en el de asentar el modelo de organización del sector energético, la medida es claramente positiva y no altera la naturaleza jurídica (en el sentido público o privado) de las redes gasistas y eléctricas.

En segundo lugar, además de las explicaciones que ayer proporcionó el Ministerio de Industria en la Comisión Parlamentaria sobre la necesidad de contar con mayor músculo financiero para las inversiones que necesita nuestro país en redes, este modelo es coincidente con los trabajos que se han venido llevando en el seno de la Unión Europea en torno al denominado Tercer Paquete de medidas regulatorias para avanzar hacia el Mercado Interior de la Energía, así como en el análisis que Euroelectric viene desarrollando. Estos desarrollos se basan en avanzar en lo que se denomina “unbundlling”, es decir, la separación completa de actividades de generación, transporte, distribución y comercialización de energía. Para ello es importante contar con que la operación del sistema sea independiente y neutral para todos los agentes. También en ese sentido es otra buena noticia.

Ejemplos recientes en nuestro país de los problemas de la falta de neutralidad del gestor técnico del sistema son evidentes y abundantes: la connivencia entre el operador de transporte y la operación que ha sido una constante en el caso de los procedimientos relacionados con las energías renovables y su acceso e integración en el sistema eléctrico, algo que se ha venido produciendo mediante el mecanismo de la ducha escocesa (con un discurso medioambientalista y de “pensamiento mágico” sobre las bondades de las energías renovables de cara a las memorias y los medios de comunicación y, por el contrario, con procedimientos de obstaculización sistemáticos en la brega diaria y el trade para dirimir las cuestiones relativas al acceso de estas tecnologías en las redes de transporte de electricidad). Otro ejemplo curioso y peculiar ocurrió durante el famoso apagón de Barcelona, donde fue el Director de Operación de REE, Alberto Carbajo, quien interactuaba con varias instancias que dirigían la investigación o la existencia de “cuellos de botella” en la red de transporte en determinadas zonas de España, tanto para evacuar la generación como para llegar a la red de distribución por la falta de inversión.

Tanto es así que, sobre todo en el caso de Red Eléctrica de España, en muchos momentos se ha señalado como una empresa más dentro del sector eléctrico, incluso más que un transportista o más que un monopolista de transporte. Se le ha señalado como un «regulador in pectore», en la sombra, el octavo pasajero en el orbe energético, un contrapoder. De hecho, en etapas de mayor sometimiento de la política energética a los designios de este transportista, la propia Red Eléctrica de España ha condicionado la regulación, incluso consiguió que el Ministerio de Industria defendiese un papel de transportista monopolista único en las redes o ha buscado fijarse ella su retribución por sus activos (cuestión que cerró con el anterior Secrectario General de Energía). Todas estas cuestiones hay que recordarlas en momentos como este.

En tercer lugar, hay que significar que Red Eléctrica de España (REE) y Enagás son ya empresas privadas, con sus accionistas y todo (de muy diverso origen en todo caso y que son quienes se llevan sus dividendos actualmente), donde la participación pública a través de la SEPI es residual y, por ello, lo que realmente se “desgaja” es el operador de sistema, cuyas funciones en la planificación y ordenación del sistema son diferentes que las de transporte (cuyo objetivo debe ser construir, mantener y gestionar a través de las grandes infraestructuras o corredores de transporte de energía, con resultados bastante modestos en el caso de las redes de transporte). De hecho, la bipolaridad y ambigüedad público-privada que utiliza Red Eléctrica de España es muy particular en la medida en que el argumento interesado de lo “público” frente a su realidad inconfundible e incontestable de empresa privada, el cuestionamiento de que un operador, gestor técnico del sistema, no devorado por el transportista iba a ser la causa de que volviesen las siete plagas (el argumento amenazador siempre subyacente), la capacidad de hacer ‘opables’ a los transportistas al desaparecer limitaciones derivadas de su condición de operador técnico sea nefanda o, también, insinuar la ‘mano negra’ de las eléctricas en esta medida.

Por eso, es poco entendible el mensaje crítico distribuido que señala que esto añade “inseguridad regulatoria” a estas dos empresas y de hecho, además, lo que parece que se producirá es que los dos operadores de sistema, gasístico y eléctrico, pasarán a formar parte de un Ente Público único dedicado a esta función, con naturaleza diferente a la actividad privada de la gestión y tendido de las redes de transporte.

Porque, lo que es peor es que los argumentos que se utilizan contra esta medida, como herramienta de refutación de la misma, la confirman plenamente en su necesidad. Es decir, si la operación del sistema da inseguridad jurídica a la actividad de transporte que ahora realizan, quiere decirse que ahora no se hace de forma neutral. Que la separación funcional como establece la ley, sólo se cumple de facto. Si esto es así, sería confirmar que influye la actividad de operación del sistema en la del transporte. O que la retribución de activos eléctricos de transporte es una ‘bicoca’. ¿Por qué, si no, hablan de que es una buena tajada la venta por parte de la SEPI del porcentaje que le queda, si además lo que se ingrese por esta adquisición servirá para mejorar la maltrecha inversión en redes eléctricas?

En definitiva, es, por tanto, una medida positiva y más todavía si se entiende de forma razonable en el marco de un modelo general de ordenación del sector energético y en la necesidad de avanzar en construir más redes de transporte y resolver cuellos de botella que todos conocemos.

Rodríguez Braun, el déficit de tarifa y las trampas saduceas

Ayer martes, Carlos Rodríguez Braun en el programa Herrera en la Onda (Onda Cero), dentro de su repaso a la revista de prensa económica del día recaló en el titular de la noticia del diario Cinco Días “Las eléctricas piden que el déficit de tarifa sea trasvasado al ICO”. Fernández Braun hizo un mohín ante la misma, en la medida que pudo apreciar bajo su óptica liberal otro ejemplo de sector económico que afronta la coyuntura actual acudiendo a papá Estado, el ICO asediado por los intereses sectoriales y desde alguna rama del gobierno (por otra parte, una tentación muy de nuestros tiempos a la vista de la falta de referentes económicos, de conciencia de las implicaciones sobre la economía de mercado y de cultura económica en general, lo que es pasto de la demagogia).

Rodríguez Braun, además de ser inteligente, divertido, ocurrente en sus comentarios, es un liberal a carta cabal, por lo que, en referencia a este comentario, podemos afirmar que, seguramente, pudo sufrir el efecto combinado de dos cuestiones. Una noticia dispuesta como una “trampa saducea” y, segundo, la falta de información de lo que verdaderamente está pasando en el sector eléctrico. Porque lo primero que hay que aclarar es que el sector eléctrico no está pidiendo nada al Gobierno o al Estado. Es a la inversa. Es el Estado el que le pide al sector eléctrico que renuncie a unos ingresos fijados de forma reglamentaria y que haga una “quita” sobre la deuda que el Estado mantiene con las eléctricas, ocasionada por las políticas intervencionistas seguidas hasta el momento en materia de precios eléctricos. Vamos a explicarlo.

Déficit tarifario: la diferencia entre precio intervenido de la energía y el coste real que el Estado adeuda a las empresas

El déficit tarifario resulta de que el coste de la electricidad que se les cobra a los consumidores en la tarifa que fija el Ministerio de Industria es insuficiente porque se fija un precio “intervenido”, “público”: la tarifa eléctrica. Es un precio por un suministro que no está, hasta el momento, liberalizado, como todo el mundo sabe. Esta liberalización es un proceso que ha sido demorado porque existía una incapacidad política de trasladar los precios de la energía a los consumidores por mor de ejercicios de populismo mal entendidos (hasta hace poco el petróleo estaba por las nubes, como todo el mundo recuerda). Consecuencia: los consumidores que no tienen consciencia de los precios reales de la energía consumen más de lo que deben (no hacen ejercicio de eficiencia en consumo, generan más contaminación, etc, etc…).

¿Quién paga la parte subvencionada de la energía?

Se trata, por tanto, de una energía subvencionada. ¿Y quién la subvenciona?. Los consumidores futuros que subsidian a los consumidores presentes y pagan su consumo y la letra vencida. En estos últimos años, la diferencia entre esos precios resultantes y el cobrado por la tarifa es el denominado déficit tarifario, que actualmente está pendiente de pago desde el año 2007 a las eléctricas. En estos momentos, se cifra alrededor de los 16.000 millones de euros y el Ministerio de Industria busca una solución de quita a partes iguales por tercios: Administración, empresas y consumidores.

El fracaso de la financiación de este déficit por vía pública: la CNE y la deuda se acumula

Hasta el momento, este déficit era financiado por el sistema financiero y amortizado en 14 años: eran las propias eléctricas las que titulizaban esta deuda. Entra la CNE en el proceso de subasta de esta financiación, junto con la crisis financiera internacional y esta construcción se echa a perder y no hay manera de que se financie nada. Las subastas de financiación del mismo fracasan y nos quedamos “sin pagar la dolorosa”.

Por tanto, es lógico, que en todo este proceso de negociación surja el planteamiento de que esa deuda, generada con motivo de decisiones políticas, requiera un aval público para que pueda ser financiada, y, de ahí, las propuestas de financiación que hemos ido conociendo por parte del ICO o conversión en deuda pública.

En todo caso, hay que tener en cuenta que el objetivo del artículo que ha confundido a Rodríguez Braun era afear la conducta de las eléctricas de reclamar sus ingresos, obtenidos en un mercado de generación liberalizado, y a partir del resto de actividades (transporte y distribución) con precios regulados. En el artículo, aparecen perlas y cuestionamientos que recogen argumentos de los sectores más intervencionistas del sector energético. Una muestra de ello es la expresión “un mercado de generación que controlan”, cuando, por ejemplo, hoy los precios que se fijan diariamente en el mercado eléctrico (OMEL) fluctúan conforme a la oferta y demanda y estamos casi a veinte euros/MW por debajo del año pasado (ha habido una fuerte caída de demanda este año además de la bajada de los precios de las materias primas).

Por ello, se buscan soluciones claramente intervencionistas, como la expropiación a las eléctricas de la factura de los derechos de emisión de carbono (por cierto, gratuitos por la normativa general de la Unión Europea), que se fijen precios regulados para la energía hidráulica o nuclear o que la fijación de una tarifa social o la de los grandes consumidores estén subsidiadas por las propias eléctricas. Por esto, tiene toda la lógica que las eléctricas pidan estabilidad regulatoria y que no haya medidas intervencionistas como las que proponen los sectores más intervencionistas y estalinistas del sector energético, que, además, cuestionan la existencia de mercados y de empresas en este sector (y cuyos argumentos se recogen claramente en ese artículo).

En todo caso, el sector energético se hace competitivo si entran nuevos operadores (la competencia y el grado de concentración merced a la liberalización de 1998 han aumentado enormemente, configurando probablemente el mercado más competitivo de Europa), si no se generan monopolios (véase lo recientemente ocurrido con el aprovisionamiento del gas en el caso de la compra de Gas Natural por Unión Fenosa, donde hemos retrocedido y de manera silente). Ahí, es donde hay que garantizar todas las medidas, la regulación y el papel del Estado para asegurar una competencia creciente y transparente. Y, segundo, si queremos en el medio plazo energía barata y limpia, hay que buscar un ‘mix’ de generación que así lo permita (en roman paladino, abrir debates como el de la energía nuclear). Si lo que se busca es intervenir en el mercado de generación y, también, a posteriori, en los precios de la energía, ¿qué es esto?.

Por eso, este proceso demoníaco de la subvención encubierta persigue todo menos que funcionen los mecanismos de mercado y que cada uno (políticos, empresas y consumidores) sea responsable de sus decisiones sobre la base de información completa y decisiones racionales. El déficit tarifario ha sido una figura muy perversa, algo muy peligroso, porque se trata de un elemento que ha corroído muchos principios económicos en un momento en que estamos necesitados de ortodoxia en lo que es la “libertad de mercado”. Algo que ha dañado a las empresas (están sufriendo en Bolsa por esta incertidumbre regulatoria más que la media del IBEX). Por eso, su formulación, negociación y consecuencias, han logrado confundir a un liberal de verdad, llevándole al extremo contrario.

En todo caso, escuchen este repaso económico diario matutino del licenciado Rodríguez Braun y las adivinanzas que éste formula al conductor del programa, Carlos Herrera. No tienen desperdicio.

Rodríguez Braun, el déficit de tarifa y las trampas saduceas

Ayer martes, Carlos Rodríguez Braun en el programa Herrera en la Onda (Onda Cero), dentro de su repaso a la revista de prensa económica del día recaló en el titular de la noticia del diario Cinco Días “Las eléctricas piden que el déficit de tarifa sea trasvasado al ICO”. Fernández Braun hizo un mohín ante la misma, en la medida que pudo apreciar bajo su óptica liberal otro ejemplo de sector económico que afronta la coyuntura actual acudiendo a papá Estado, el ICO asediado por los intereses sectoriales y desde alguna rama del gobierno (por otra parte, una tentación muy de nuestros tiempos a la vista de la falta de referentes económicos, de conciencia de las implicaciones sobre la economía de mercado y de cultura económica en general, lo que es pasto de la demagogia).

Rodríguez Braun, además de ser inteligente, divertido, ocurrente en sus comentarios, es un liberal a carta cabal, por lo que, en referencia a este comentario, podemos afirmar que, seguramente, pudo sufrir el efecto combinado de dos cuestiones. Una noticia dispuesta como una “trampa saducea” y, segundo, la falta de información de lo que verdaderamente está pasando en el sector eléctrico. Porque lo primero que hay que aclarar es que el sector eléctrico no está pidiendo nada al Gobierno o al Estado. Es a la inversa. Es el Estado el que le pide al sector eléctrico que renuncie a unos ingresos fijados de forma reglamentaria y que haga una “quita” sobre la deuda que el Estado mantiene con las eléctricas, ocasionada por las políticas intervencionistas seguidas hasta el momento en materia de precios eléctricos. Vamos a explicarlo.

Déficit tarifario: la diferencia entre precio intervenido de la energía y el coste real que el Estado adeuda a las empresas

El déficit tarifario resulta de que el coste de la electricidad que se les cobra a los consumidores en la tarifa que fija el Ministerio de Industria es insuficiente porque se fija un precio “intervenido”, “público”: la tarifa eléctrica. Es un precio por un suministro que no está, hasta el momento, liberalizado, como todo el mundo sabe. Esta liberalización es un proceso que ha sido demorado porque existía una incapacidad política de trasladar los precios de la energía a los consumidores por mor de ejercicios de populismo mal entendidos (hasta hace poco el petróleo estaba por las nubes, como todo el mundo recuerda). Consecuencia: los consumidores que no tienen consciencia de los precios reales de la energía consumen más de lo que deben (no hacen ejercicio de eficiencia en consumo, generan más contaminación, etc, etc…).

¿Quién paga la parte subvencionada de la energía?

Se trata, por tanto, de una energía subvencionada. ¿Y quién la subvenciona?. Los consumidores futuros que subsidian a los consumidores presentes y pagan su consumo y la letra vencida. En estos últimos años, la diferencia entre esos precios resultantes y el cobrado por la tarifa es el denominado déficit tarifario, que actualmente está pendiente de pago desde el año 2007 a las eléctricas. En estos momentos, se cifra alrededor de los 16.000 millones de euros y el Ministerio de Industria busca una solución de quita a partes iguales por tercios: Administración, empresas y consumidores.

El fracaso de la financiación de este déficit por vía pública: la CNE y la deuda se acumula

Hasta el momento, este déficit era financiado por el sistema financiero y amortizado en 14 años: eran las propias eléctricas las que titulizaban esta deuda. Entra la CNE en el proceso de subasta de esta financiación, junto con la crisis financiera internacional y esta construcción se echa a perder y no hay manera de que se financie nada. Las subastas de financiación del mismo fracasan y nos quedamos “sin pagar la dolorosa”.

Por tanto, es lógico, que en todo este proceso de negociación surja el planteamiento de que esa deuda, generada con motivo de decisiones políticas, requiera un aval público para que pueda ser financiada, y, de ahí, las propuestas de financiación que hemos ido conociendo por parte del ICO o conversión en deuda pública.

En todo caso, hay que tener en cuenta que el objetivo del artículo que ha confundido a Rodríguez Braun era afear la conducta de las eléctricas de reclamar sus ingresos, obtenidos en un mercado de generación liberalizado, y a partir del resto de actividades (transporte y distribución) con precios regulados. En el artículo, aparecen perlas y cuestionamientos que recogen argumentos de los sectores más intervencionistas del sector energético. Una muestra de ello es la expresión “un mercado de generación que controlan”, cuando, por ejemplo, hoy los precios que se fijan diariamente en el mercado eléctrico (OMEL) fluctúan conforme a la oferta y demanda y estamos casi a veinte euros/MW por debajo del año pasado (ha habido una fuerte caída de demanda este año además de la bajada de los precios de las materias primas).

Por ello, se buscan soluciones claramente intervencionistas, como la expropiación a las eléctricas de la factura de los derechos de emisión de carbono (por cierto, gratuitos por la normativa general de la Unión Europea), que se fijen precios regulados para la energía hidráulica o nuclear o que la fijación de una tarifa social o la de los grandes consumidores estén subsidiadas por las propias eléctricas. Por esto, tiene toda la lógica que las eléctricas pidan estabilidad regulatoria y que no haya medidas intervencionistas como las que proponen los sectores más intervencionistas y estalinistas del sector energético, que, además, cuestionan la existencia de mercados y de empresas en este sector (y cuyos argumentos se recogen claramente en ese artículo).

En todo caso, el sector energético se hace competitivo si entran nuevos operadores (la competencia y el grado de concentración merced a la liberalización de 1998 han aumentado enormemente, configurando probablemente el mercado más competitivo de Europa), si no se generan monopolios (véase lo recientemente ocurrido con el aprovisionamiento del gas en el caso de la compra de Gas Natural por Unión Fenosa, donde hemos retrocedido y de manera silente). Ahí, es donde hay que garantizar todas las medidas, la regulación y el papel del Estado para asegurar una competencia creciente y transparente. Y, segundo, si queremos en el medio plazo energía barata y limpia, hay que buscar un ‘mix’ de generación que así lo permita (en roman paladino, abrir debates como el de la energía nuclear). Si lo que se busca es intervenir en el mercado de generación y, también, a posteriori, en los precios de la energía, ¿qué es esto?.

Por eso, este proceso demoníaco de la subvención encubierta persigue todo menos que funcionen los mecanismos de mercado y que cada uno (políticos, empresas y consumidores) sea responsable de sus decisiones sobre la base de información completa y decisiones racionales. El déficit tarifario ha sido una figura muy perversa, algo muy peligroso, porque se trata de un elemento que ha corroído muchos principios económicos en un momento en que estamos necesitados de ortodoxia en lo que es la “libertad de mercado”. Algo que ha dañado a las empresas (están sufriendo en Bolsa por esta incertidumbre regulatoria más que la media del IBEX). Por eso, su formulación, negociación y consecuencias, han logrado confundir a un liberal de verdad, llevándole al extremo contrario.

En todo caso, escuchen este repaso económico diario matutino del licenciado Rodríguez Braun y las adivinanzas que éste formula al conductor del programa, Carlos Herrera. No tienen desperdicio.

A buenas horas mangas verdes

Dos de esas novedades editoriales de pasadas temporadas que causaban furor en los aeropuertos, fueron dos libros que evidenciaban el endémico problema (en vías de solución, eso sí) de los idiomas en nuestro país. Los dos libros se titularon “Speaking in silver” (Hablando en plata) y “From lost to the river” (De perdidos al río). Se trataba de dos experimentos graciosos que desgranaban las frases hechas de nuestro “argot” castellano y eran traducidos “a pelo”, es decir, aplicando el diccionario español-inglés, inglés-español de manera inmisericorde. El resultado era, al menos, ocurrente y divertido para pasar un vuelo sin mayores expectativas.

Una de esas frases, era la traducción a martillazos de “A buenas horas, mangas verdes”, frase española totalmente castiza, que todo el mundo entiende que tiene que ver con algo que se le ha pasado su momento y su lugar y ya resulta completamente extemporáneo. La traducción que hacían los autores de estas publicaciones es la de “To good hours, green sleeves”.

Viene a cuento esta anécdota (divertida) con la publicación (algo mucho más serio) el pasado viernes 20 de febrero por parte de la Comisión Nacional de Energía en su página web del informe que aprobó el Consejo de Administración del organismo sobre la operación de adquisición de Unión Fenosa por parte de Gas Natural y el voto particular asociado de uno de los consejeros. A buenas horas mangas verdes, es lo primero que cabe decir ante esta publicación post-coito , es decir, después de que la Comisión Nacional de Competencia realizara su investigación, crease expectativas de que la cosa iba en serio, emitiera su Informe así como sus condiciones, las trasladase al Ministerio de Economía y el Ministerio de Economía dictaminara finalmente.

La Comisión Nacional de Energía empieza a tener una larga trayectoria en materia de decisiones demoradas y/u ocultas. Empecemos. La primera tuvo que ver con la publicación de la Ley 17/2007, cuyo Consejo de Administración emitió su pronunciamiento contrario cuando ya estaba agotado el trámite parlamentario y se aprobaba la ley. Sobre todo porque gran parte de este pronunciamiento tenía un comportamiento fariseo ante los nuevos poderes y atribuciones que conseguía Red Eléctrica de España (REE) y su configuración como transportista monopolista único.

Recientemente, también conocimos los criterios que habían sido aprobados por la Comisión Nacional de Energía, a nivel interno, para que la calificación de determinados tramos de red de distribución fuesen considerados de transporte o de distribución a la luz de la famosa ley de marras (criterios que por cierto, aventuramos desde aquí, que saltarán por los aires, por la imposibilidad de mantenerlos). Pero estos criterios, no los conocimos porque fueran publicados de manera transparente, con luz y taquígrafos en un informe o dictamen emitido por el organismo regulador y, al mismo tiempo, sometidos a la consideración del Consejo Consultivo. ¡Qué va! Fueron elaborados por el organismo casi en la clandestinidad, contrastados fundamentalemente con REE, of course, y conocidos a través de un voto particular referido a varios casos concretos en los que habían reclamado los propios interesados. Todo ello, en el marco de una enorme demora en la conciliación de estos criterios, lo que había provocado una fuerte acumulación de casos sin resolver. ¡Qué curioso que gran parte de las ocultaciones indebidas tengan como protagonistas las relaciones por debajo de la mesa con REE!

Lo ultimo (conocido como desconocido, claro) es el informe que obligatoriamente tiene que emitir la Comisión Nacional de Energía y enviar al Ministerio de Industria, referido a la evolución de la competencia en los sectores energéticos (gas y electricidad) y que el organismo ha aprobado hace casi un mes y del que no se tiene noticia alguna sobre su contenido y sus conclusiones.

¿Son tan “graves” estas cuestiones que parecen tratadas como si fueran del CNI? ¿Afectan a la seguridad nacional? ¿Es que los españoles no tienen derecho a conocer la situación de la competencia en los sectores energéticos y su evolución? ¿Es que los ciudadanos no tienen derecho a conocer los efectos que tiene una operación como la compra de Unión Fenosa por parte de Gas Natural y a opinar por sí mismos? ¿Es que los operadores del mercado no tienen derecho a conocer en su momento los criterios para determinar si un tramo de red es de transporte o de distribución y que ese debate sea público, abierto y transparente? ¿Es que volvemos al tiempo en que los reguladores tienen derecho de actuación discrecional y arbistrista, sin rendir cuentas a la sociedad?

Hablando en plata: de perdidos al río.

Las sentencias contra las subastas de capacidad, la liberalización y el sexo de los ángeles

Recientemente el Tribunal Supremo ha adoptado dos sentencias contra las denominadas subastas de energía primaria, las EPES o VPP. Un procedimiento que se contenía en el Libro Blanco de la Reforma del Sector Eléctrico y cuya “adaptación” finalmente corrió a cargo del anterior Secretario General de Energía, Ignasi Nieto, cuya producción normativa es casi paralela al número de litigios pendientes en distintas instancias judiciales españolas y europeas (también recientemente, se han conocido las sentencias del Tribunal Supremo que consideraban nulo el mecanismo de financiación de los planes de eficiencia energética con cargo a la tarifa eléctrica y estableciendo que las centrales nucleares tienen derecho a percibir la retribución por la garantía de potencia). Y lo que parece es que van a empezar a vencer las letras judiciales de la hipoteca de la mala regulación (o como se denominó en aquel tiempo: regulación por hormonas).

En un primer momento, las subastas de capacidad tenían la virtualidad mediática y propagandística de presentarse como una herramienta para “favorecer la competencia en el sector eléctrico”. Incluso desde algún medio se ha tildado a esta iniciativa regulatoria de “medida estrella” en la liberalización del sector eléctrico. Pero la primera pregunta es si alguien con dos dedos de frente podía creerse que, con una larga cadena de decisiones intervencionistas a sus espaldas (monopolio en redes de transporte, intervencionismo en precios, etc…), el anterior equipo al frente de la energía en el Ministerio de Industria creía real y fervientemente en la liberalización del sector energético. Porque la verdadera liberalización, tras la Ley del Sector Eléctrico, hubiera sido la eliminación de la tarifa regulada, cuestión que, sí o sí, toca ahora sin que pueda dilatarse más.

Desde el punto de vista regulatorio, las subastas de capacidad, la energía virtual (el sexo de los ángeles) consisten en obligar a los operadores dominantes a ceder parte de su capacidad de generación. El objetivo era “mitigar” el “poder de mercado” de los grandes operadores. El problema es que la medida incluida en el sobrevalorado (y sobreseído) Libro Blanco se diseña y se formula con información de composición del mercado eléctrico español de unos años antes de la presentación de este documento. Lo cual, acumulado al desfase de su puesta en funcionamiento, nos lleva a que el “poder de mercado” de los dos operadores principales esté ya por debajo del 45 % (y que continúa reduciéndose, fruto de la entrada de los nuevos operadores, la incorporación de las energías renovables, la puesta en marcha de nuevos ciclos combinados, etc…).

Por otra parte, hay que contar parte de la intrahistoria de estas subastas de capacidad dado que, una vez llegados a una posición común inicial entre la Secretaría General de Energía y los operadores para poner en marcha este mecanismo, Industria (con Nieto a la cabeza en ese momento), pasó a mayores, desveló su voracidad a través de su regulación final por dos vías: aumentando las cantidades a subastar e interviniendo los precios (a través del precio de reserva) para fijarlos por debajo del mercado. Por tanto, se trató de un modelo de “trampa” regulatoria, de atajo que no ha traído más que problemas. Una subasta con trampa.

Primera cuestión, por tanto: hace falta saber cuál es el modelo de funcionamiento de mercado “deseado” de cara a poner en marcha estas subastas de capacidad, es decir si hay algún modelo de “cuotas” tendencial preferido por la “superioridad” (como se decía antes: ¿adónde vamos a llegar a parar?, si es que alguien lo sabe o lo sabía). Y hay que ver si verdaderamente este instrumento de expropiación a los operadores de capacidad sirve para los fines para los que se pensó (en un mundo teórico de ecuaciones y porcentajes, frente a las dinámicas de mercado) y si efectivamente este mecanismo introduce más competencia en el mercado eléctrico. O, por el contrario, esa relación causa-efecto no es tal. Hay que tener en cuenta que en otros países estas subastas virtuales se han introducido como condiciones a operaciones concretas de concentración empresarial, no como mecanismo genérico de redistribución del mercado. Otra excepción española.

Del mismo modo, de manera efectiva, como ya ha sido comentado en Energía Diario por expertos y protagonistas del sector energético y del propio sector de la comercialización, las subastas de capacidad se habían convertido, en combinación con las subastas CESUR, en un producto financiero de cobertura. El hecho es que las subastas también han tenido su “contexto mediático” en el que se ha procurado que todos los gatos sean pardos: una polémica por los precios y los costes con el consabido y absurdo debate de las tecnologías de generación (¿en qué mercado se determinan los precios por esa vía?), con el añadido del caldo gordo en que se está cociendo la subida de precios de la electricidad fruto de su desajuste con su coste real. Algo en lo que el esfuerzo de explicación institucional está siendo casi nulo, de forma que se alimentan polémicas interesadas contra las empresas, que proceden de decisiones económicas y políticas necesarias.

En todo caso, en realidad, los expertos en competencia son partidarios de identificar si existen abusos de poder de mercado, estudiando bien su funcionamiento, sus resultados y el comportamiento de los agentes. Medidas como esta, fijadas a ciegas y ejecutadas de forma sádica, no pueden llevar sino a su cuestionamiento y remoción en el plano legal con los consiguientes efectos que tiene para la seguridad jurídica del sector. El resto es ideología, propaganda y arbitrismo.

Otro bochorno más o cómo hacer un nuevo monopolio gracias a Competencia

Dejábamos ayer la noticia desnuda de la operación GN-UF, sin conocer las condiciones que la Comisión Nacional de Competencia impondría a la adquisición de Unión Fenosa por Gas Natural, sobre todo por la expectación y el rigor que se había conocido en los trabajos seguidos por el organismo durante la fase investigadora. Parece que este esfuerzo no se ha correspondido finalmente con el dictamen emitido por el órgano regulador de la competencia, más bien al contrario. Todo lo contrario.

La Comisión Nacional de Competencia ha emitido unas condiciones que son casi un mecanismo burdo de establecimiento: multiplicar por dos la escueta y lacónica oferta que había realizado Gas Natural en materia de desinversiones (de 800 MW a 2.000 y de 300.000 puntos de comercialización al doble). Una propuesta que era completamente insuficiente y lejana a la realidad de la operación y de su efecto en los mercados y que ya podemos decir que es complaciente con la misma, como se evidencia por la propia reacción de los implicados. La clave de la operación estriba en los efectos que tiene para el mercado de aprovisionamiento de gas y para la competencia en determinados ámbitos geográficos de la comercialización. Y, en eso, en lo más importante, la Comisión Nacional de Competencia se inhibe y aboga por la “independencia” de Unión Fenosa Gas, asumiendo todas las posibilidades que tiene la comunicación por telepatía y, por tanto, certificando un operador con el 80 % del poder de mercado en aprovisionamiento.

En eso, el diagnóstico, análisis y remedios fijados finalmente son completamente descorazonadores con la ejecutoria final de la CNC, una especie de parto de los montes. Y, lo que es peor, se lleva al traste con la reforma de este organismo, cuya primera operación importante desde la nueva conformación de los servicios de competencia integrados es solventada a la antigua usanza. Unos pasos iniciales, los de la CNC, que podían situar una nueva trayectoria en uno de los ámbitos económicos más polémicos en nuestro país (asociado siempre a operaciones corporativas con trasfondo). Si, al final, el órgano regulador de la competencia sucumbe a las presiones que hay en torno a una operación empresarial, y en lugar de generar más competencia genera un monopolio, es que se ha pervertido totalmente su papel. Pasa, en ese momento, a ser el órgano de la “incompetencia”.

Este dictamen se lleva al traste también la necesidad de aumentar la competencia y no caminar en sentido contrario a la liberalización de los mercados energéticos. Si, dentro de un tiempo, nos encontramos con subidas del precio del gas en el mercado español causadas por el aumento del poder de mercado, ¿a quién podremos recurrir?, ¿quién será el responsable?, ¿recordaremos los nombres y apellidos de cada uno de los involucrados en un resultado que evidencia la quiebra de las instituciones económicas de nuestro país, la caída por el túnel del descrédito y la bajada de ‘ratings’? ¿No tenemos bastante con las críticas que tienen el resto de órganos reguladores que nos sitúan como una democracia económica imperfecta comparativamente con Europa? Las decisiones de hoy son las consecuencias de mañana y las intervenciones arbitristas de pasado mañana.

Este informe consolida por tanto una tendencia seguida por el órgano regulador del sector energético, la Comisión Nacional de Energía, de condiciones cosméticas para salvar las apariencias, pero nada efectivas en la práctica para los problemas que genera una operación así. Queda, finalmente, que el Ministerio de Economía pueda hipotéticamente enmendar la plana a la Comisión Nacional de Competencia. A la vista del resultado debería ser así en un ejercicio de visión de la economía española más amplio. Algo que sólo, por lo improbable, parece insólito, pero que debería ser un ejercicio de defensa del modelo de liberalización de los sectores económicos, basado en una apuesta cierta, real y no retórica o condicionada por los devaneos políticos momentáneos y los intereses concretos. Quién sabe.

Queda una reflexión de contenido deletéreo para el momento económico y la conformación de nuestra sociedad ante la demolición de los principios de libertad de mercado y competencia que han sido claves para los años de despegue, en manos de los intereses parciales. «En 30 días nos vamos a cargar lo que hemos edificado en 30 años», escribía recientemente el conquense Raúl del Pozo en El Mundo y algo de esto hay en estos momentos en el plano económico y de liberalización y modernización del país. Así, por debajo de la realidad crispada de la política cainita y de los espías, con esa capacidad de “colar” cuestiones de este calado en el “reality show” político-económico, se están produciendo involuciones para los mercados, para el funcionamiento de nuestra economía, para el respeto y prestigio de las instituciones que acaban resultando completamente demediadas, para la credibilidad de la organización de nuestra sociedad, para reestablecer la necesidad del rigor, la seriedad, la responsabilidad del coraje civil, social y de la democracia.»

Está pasando, lo están viendo.

¿Podrían pagar los consumidores la fusión entre Gas Natural y Unión Fenosa?

Los detalles conocidos a través de los medios de comunicación sobre la investigación realizada por la Comisión Nacional de Competencia que ha dejado casi listo para sentencia, según las informaciones conocidas, la publicación en el día de hoy del informe de este organismo. En determinados medios se ha criticado el celo que está llevando el organismo (es, legítimamente y legalmente, su papel), así como las posiciones de las empresas competidoras (concernidas por el resultado de la operación) que han hecho duras alegaciones a la CNC (lo cual, también, es legítimamente su papel). Del mismo modo, Gas Natural ha defendido una propuesta de desinversiones muy escasa (es, por su parte, legítimamente su posición) y poco creíble a la luz de lo riguroso que ha sido el análisis de la CNC (y de las evidencias apreciadas casi palmariamente en materia de competencia en el mercado de aprovisionamiento de gas, en el posible impacto en el mercado mayorista de electricidad y en la reducción de competencia en aquellas zonas de comercialización de gas y electricidad en que exista solapamiento de redes).

Probablemente tendríamos que encontrar esta resistencia a un análisis de estas características, es decir, sobre la competencia, cuando todavía en determinados ámbitos existen cuestionamientos a la existencia de mercados en el sector energético. Es mejor defender un modelo de plusvalía regulada y de acción discrecional de la Administración en cada momento, que no definir unos mercados eficientes. El problema es que todas estas actuaciones tienen efectos en el largo plazo para los consumidores y sus consecuencias finales son nuevas medidas arbitristas. Y así vuelta a empezar cada cierto tiempo, en un país poco familiarizado con los mecanismos de economía de mercado y que se ha anclado en discusiones sobre el sector energético propias de los años 60 (siglo pasado).

Hay que tener en cuenta que es en el sector energético en el que la mayor parte de las operaciones planteadas en los últimos años en el ámbito europeo se han visto expuestas a fuertes prohibiciones o duras condiciones, en plena lógica con una concepción de los mercados abierta (aunque bien es cierto que no simétrica). Y no parece razonable que no se haga un análisis concienzudo y minucioso de la operación y se establezcan condiciones coherentes con el impacto de la misma por dos razones: la primera, para evitar que los consumidores sufran por un comportamiento inadecuado de los reguladores y del Gobierno y, la segunda, para que no se retroceda en lo avanzado en la liberalización de los mercados gasistas. Todo ello más allá de la fachada política que se le quiera trasladar, lo cual siempre es una simplificación interesada de la realidad o una apelación constante a la teoría conspirativa. Lo razonable es estudiar la operación con rigor y respeto a la competencia, los mercados y los consumidores (una manera de no sufrir mañana las consecuencias de las decisiones de hoy).

En tanto en cuanto, se han conocido los problemas en distintos mercados: desde el aprovisionamiento de gas al mercado mayorista de electricidad, el de resolución de restricciones técnicas (desvíos) o la comercialización al mercado doméstico. Dicho en román paladino, hay estimaciones que calculan una banda de subida de precios de la electricidad en el mercado mayorista del 4 a 6% (por el efecto de control de los ciclos combinados que son tecnologías que fijan el precio de la electricidad para todas las tecnologías del ‘pool’), la posibilidad de que la nueva empresa tenga incentivos para desviar buques metaneros a Asia (con el consiguiente efecto subida de precios del gas en el mercado interior en un momento en que existe un cierto excedente) o la dificultad para poder generar competencia real si el distribuidor de gas y electricidad, mañana comercializador, es el mismo ente y actúa en la misma zona (dicho sea de paso, en el momento más incipiente de la liberalización del gas y la electricidad para los consumidores domésticos).

Finalmente, por debajo, están dos cuestiones que parten de las condiciones contractuales de la operación. Por un lado, el precio pagado, la evolución seguida en bolsa por Gas Natural y, consecuentemente, el endeudamiento resultante. En eso, y siguiendo con las posiciones de cada uno, es legítima la posición de ACS de maximizar el beneficio y la plusvalía de la operación. En segundo lugar, y como consecuencia de lo primero, el coste que podría suponer para Gas Natural la adquisición de las filiales Unión Fenosa en propiedad compartida con las energéticas italianas. Algo que incluso al final podría servir para hacer caja.

Por tanto, lo lógico es que cada uno esté en su papel. ACS, consiguiendo precios altos por su participación en Unión Fenosa. Gas Natural buscando reducir las desinversiones y, si es posible, renegociar precio para reducir deuda y apalancamiento. La CNC haciendo un análisis de los mercados que impida que estos efectos se propaguen a estos mercados, a los consumidores y a la competencia. Los competidores haciendo un análisis duro desde sus posiciones e intereses y exponiendo sus disconformidades y los problemas que pueden devenir de la operación. Todos menos la CNE que elaboró un informe suave (¿“pintoresco”?), esquinando las posiciones críticas en una estrategia de muy corto alcance y visión.

Permanezcan atentos. El fin está cerca y estamos más próximos a la posición final de competencia para que el gobierno se pronuncie sobre la operación. Esperemos que cada uno esté en su lugar.

La deuda de Maite Costa: unas declaraciones que no tienen precio

La semana pasada en su alocución en el Forum Nueva Economía Maite Costa depositó uno de esos regalos envenenados al sector energético, cuyo órgano regulador preside desde hace algo más de tres años. En sus declaraciones afirmó que se trata de un sector que está “muy endeudado”. Parece que no fue un ‘lapsus’, porque la conferencia versaba sobre la crisis y el sector energético y fue casi lo único que se pudo sacar en claro y en lo que hubo coincidencia por parte de los medios que asistieron a la charla de Maite Costa.

Primero, hay que tener en cuenta que ésta “afirmación” (de ser cierta, de ser seria) tiene una serie de efectos sobre los analistas financieros y sobre la banca de inversión que, obviamente, no son inocuos en un momento en que la realidad económica y financiera es fuertemente inquietante. En todo caso, parece que la presidenta de la CNE sigue fiel a su costumbre de ser fuertemente generadora de desconfianza para el sector, justo probablemente lo contrario que debe ser un regulador en el sector. Sólo hay que remontarse a las amenazas en aquel ya mítico programa en TV3 para el sector de la distribución de hidrocarburos donde avisaba de un importante arrastrar de cadenas y de una macroinvestigación y sanciones cuantiosas a troche y moche. O la forma de resolver las preguntas de los periodistas por las informaciones aparecidas esa mañana en referencia a los problemas en la factura eléctrica derivada de su “mensualización”.

Volviendo al hilo argumental de este artículo, el endeudamiento de las empresas energéticas españolas, hay que tener cierta indulgencia y cierta tranquilidad, porque los analistas financieros, primero se basan en evidencias y balances, y segundo, descuentan la confiabilidad del emisor de una opinión de esas características. Lo que tampoco se entiende es como Maite Costa ha conseguido llegar a tener esa percepción (o esa consigna), que no hace sino embadurnar más su controvertida gestión. Lo que está claro es que, como responsable de un organismo regulador, no tiene precio en función de sus declaraciones.

Señalemos dos o tres cuestiones previas en referencia al marco de estas declaraciones y al concepto de endeudamiento aplicado a este sector. En términos de “endeudamiento”, el sector energético español no tiene una situación que se pueda tildar de peligrosa, al menos objetivamente, por sus propios ratios y por la historia de las operaciones corporativas realizadas, ninguna con un componente de apalancamiento sustancial para ninguna empresa.

En realidad, la única cifra peligrosa y significativa dentro de este “endeudamiento” es el déficit tarifario pendiente de liquidación, que aún permanece en los balances de las empresas eléctricas españolas. Habría que recordar el papelón realizado por la Comisión Nacional de Energía en las sucesivas subastas de déficit tarifario (el fracaso de la última al menos tenía la coartada de la crisis financiera y de crédito). Y más si se conocen los intersticios de las mismas en relación a las gestiones para conseguir (o, mejor dicho, no conseguir) avales institucionales en las instancias financieras del Estado, Banco de España y Dirección General de Seguros.

Las empresas energéticas españolas (y, en general, las empresas energéticas) por su propia actividad, tienen que mantener un ciclo de inversión importante y, por ello, la composición de los balances en términos de deuda tienen que entender el modelo de negocio en términos del ciclo inversión-financiación. Por otra parte, la evolución de los tipos de interés ha hecho reducir más todavía los costes de la deuda financiera de las empresas. Además, las operaciones corporativas de las empresas españolas se han realizado con poco recurso a la financiación ajena, lo que deja una situación de endeudamiento muy razonable.

Por otra parte, la CNE a la hora de estudiar estas operaciones había contado con los efectos sobre la garantía de suministro y las actividades reguladas de las operaciones, en términos de endeudamiento, incluso utilizando ratios de endeudamiento máximo. La única diferencia sustancial es, por tanto, el déficit tarifario acumulado, cuestión que debe resolverse y que los analistas y expertos tienen en cuenta en el análisis de las empresas y del sector energético español (y cuyas negociaciones siguen con enorme interés). Cabría señalar la ironía de que las causas de un apalancamiento nocivo en este sector, de existir, con empresas que gestionan de forma razonable, estribarían en las actuaciones del propio regulador, lo que confirma la tendencia al harakiri del propio organismo.

Sólo hay una situación latente, que a lo mejor tenía en cuenta la presidenta de la Comisión Nacional de Energía. Y es la operación en ciernes de adquisición de Unión Fenosa por parte de Gas Natural. Una operación en la que los analistas cada vez destacan en mayor medida los riesgos de la misma, el importante precio pagado por Gas Natural (que evidentemente no puede soportar ninguna desinversión) y que por la diferencia entre el momento en que se acuerda y el momento en que se efectúa va a traducirse en un fuerte endeudamiento para la gasista. Y más, si tiene que entrar en la puja por las filiales de Unión Fenosa, como Unión Fenosa Gas, que son propiedad compartida al 50%.

También habló de costes reconocidos. ¿Eso sí sería otro lapsus? ¿Otro harakiri?

Escapismo, chascarrillos y aguardiente…

La presidenta de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), Maite Costa, dio ayer un recital de escapismo, propio del gran ilusionista y mago Houdini. A las muchas preguntas que se le realizaron en el debate posterior a su ponencia, Costa respondió con ambigüedades, es decir, a su manera.

La ponencia, algo floja en su contenido, no aportó muchas novedades al respetable, cansado ya de escuchar que estamos ante una crisis que aumentará el endeudamiento del sector, que hay que avanzar en medidas de eficiencia y ahorro energético como una de las soluciones a este panorama, o que las energías renovables pueden ofrecer nuevas oportunidades a la política energética de la Unión Europea. En fin, nada nuevo bajo el sol. Vamos, que aquello recordaba al que mucho habla, sin decir nada y deja las puertas abiertas de par en par para no pillarse los dedos.

Ante la que está cayendo en el sector, y la que se avecina en el propio órgano regulador (recordemos que tiene una renovación completa prevista para el próximo mes de abril), Costa se mostró tranquila, toreando todas aquellas cuestiones incómodas y que la podían comprometer. Claro, que si su puesto está en el aire, estará pensando que para qué meterse en más charcos antes del definitivo adiós.

El caso es que ante el interés de la audiencia en saber su opinión de la moratoria nuclear, la presidenta de la CNE quiso pasar de puntillas sobre el asunto y manifestó que ese asunto «no se puede plantear más allá del debate» y aunque, pareció que se iba a postular a favor de eliminarla (puso como ejemplo el caso de Italia), concluyó que ella sólo puede seguir “los mandatos del legislador”.

Preguntada sobre su parecer ante la posibilidad de que ACS realice una petición para ejercer sus derechos políticos en Iberdrola, Costa eludió la cuestión y ante esta hipótesis manifestó que «no puedo adelantar ni siquiera mi opinión», mientras que a la pregunta sobre cuál sería su mix energético ideal, dijo que «no es una pregunta conveniente».

Sobre la espinosa renovación de los consejeros cuyo cargo ya venció hace bastantes meses y, por ende, su posible salida del organismo, así como el lavado de cara del organismo, Maite Costa aseguró sentirse «muy a gusto con el actual consejo» y echó balones fuera al asegurar que esa cuestión «no es a mí a quien debe preocuparme». ¿Será que ya tiene asegurado el próximo asiento, si sale definitivamente de la CNE?

Incluso abogó porque hubiera más mujeres dentro del consejo, puesto que en la actualidad sólo hay dos, Carmen Fernández Rozado y ella y espetó que “las mujeres debemos estar en órganos de máxima responsabilidad».

En cuanto a los chascarrillos, Luis Atienza, presidente de REE, fue el elegido por el Forum Europeo del Foro de Nueva Economía para presentar a la presidenta Costa e ironizó sobre la paradoja de que un presidente de una empresa regulada diera paso a la presidenta del órgano regulador. Incluso se permitió hacerle la rosca al asegurar que “tanto la CNE, como su presidenta tienen una tarea apasionante” para defender los intereses de los consumidores y encargarse de dar la estabilidad regulatoria necesaria al sector energético. Al mismo tiempo, aseguró que Maite Costa “reúne muchas cualidades” para desarrollar su responsabilidad ante esta “situación tan endémica en la que nos encontramos”.

Entre el público se pudo ver a Carmen Martínez Ten, presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear; Álvaro Mazarrasa, director general de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos; Rodolfo Martín Villa, presidente honorífico de Endesa; Salvador Gabarró, presidente de Gas Natural, así como diferentes representantes políticos y de asociaciones de consumidores.

Aquello parecía puramente una zarzuela, algo así como Agua, azucarillos y aguardiente , pero en la época actual. Imagínense a los aguadores y aguadoras, a las cigarreras, a los chulapos y chulapas, los barquilleros, las castañeras, el olor a churros calientes y la limonada, mientras las niñas juegan al corro de la patata y sus niñeras coquetean con los soldados. Pues algo parecido al Madrid castizo del chotis, el pasodoble y el organillo se ha convertido nuestro sector energético. Échenle imaginación y elijan al actor o actriz que va a representar cada papel en la obra. Puede resultar muy divertido.

Tenemos una OPA para usted

Siguiendo con la recientemente rediviva cuestión de la operación de Gas Natural sobre Unión Fenosa, hoy se publica que GN estaría negociando las desinversiones que la CNC planteará al final del proceso de análisis por este órgano regulador de la competencia.

En primer lugar, lo que sí podemos constatar es que el estudio que ha realizado la CNC parece mucho más minucioso que lo conocido de la actuación de la Comisión Nacional de Energía (CNE), cuyo informe oficial parece que dio carpetazo con cierto apresuramiento y “haciendo la vista gorda” a las formas de paliar los efectos anticompetitivos de la operación en los mercados. Como ya comentamos ayer, hasta trece mercados considera la CNC que se pueden ver afectados por la operación, además de mantener un proceso de solicitud de información y alegaciones a los agentes que promete haber sido muy exigente.

Con independencia de las conclusiones finales que saque cada uno de los organismos y las propuestas de medidas para paliar los efectos anticompetitivos que estime la CNC (ya ha empezado la guerra psicológica y los globos sonda), lo que está claro es que el trámite en la Comisión Nacional de Energía fue “aligerado”, en términos jurídicos, casi “sobreseído”. O mejor dicho, tras un análisis digno del contenido del Informe, lo que son las condiciones que el regulador energético proponía se disolvían en la “nada que se nadifica” que decía Jean Paul Sartre. Algo paradójico, como pasar del todo a la nada, como efectuar un diagnóstico de los mercados y, luego, minimizar sus consecuencias en términos de condiciones. Y, segundo, dada la capacidad gasista de las dos empresas, que el Informe de la CNE se centrara en las consecuencias para el mercado eléctrico en lugar de para el mercado gasista, donde la concentración en sus distintas actividades (aprovisionamiento, distribución, etc.…) tendría que ser mucho mayor.

En resumen, parece que de poco ha servido el trabajo que ha recibido la CNC procedente de la Comisión Nacional de Energía, cuando debería haber sido al revés, en la medida que este regulador es el que mejor debería conocer los mercados energéticos españoles, con mayor profundidad y, además, quien puede conocer con mucho mayor alcance en el marco del proceso de liberalización y de dinámica del sector las posibles medidas a aplicar en la operación. Y, el hecho de que la CNE tenga un carácter consultivo en materia de competencia no quiere decir que no precise sus propuestas, porque hasta el momento, en otras operaciones éstas eran mucho más concretas.

Y, desde un punto de vista de calidad y confianza institucional, esta crítica tiene una mayor trascendencia, en la medida que hay que tener en cuenta que los beneficiados o perjudicados por estas operaciones en el medio plazo pueden ser los ciudadanos y los consumidores, incluso el sistema gasista, puesto que se comprometen un determinado tipo de inversiones y de control de las redes, incluso la posibilidad en determinados ámbitos geográficos de realizar ofertas de gas y electricidad. Si los ciudadanos acaban teniendo menos competencia y el sistema pierde grados de libertad o aumenta su concentración, eso debe ser revisado por las autoridades públicas sin que sirva mirar para otro lado.

Vuelven por tanto a cernerse las dudas sobre la actuación del organismo que preside Maite Costa, porque a veces determinadas ausencias y vacíos en los reguladores son muy notorias. Por si nadie se había dado cuenta, sobre todo en otros momentos (OPA de E.ON, por ejemplo y casualmente, el organismo fue mucho más beligerante). Parece que, en este caso, han contado las denominadas “afinidades electivas” a la hora de, con un enfoque tan simple, facilitar el desarrollo de la operación con mayores niveles de razonabilidad económica y de competencia. Y, ahora, es posible que todo se precipite en el último momento.