¿Podrían pagar los consumidores la fusión entre Gas Natural y Unión Fenosa?

Los detalles conocidos a través de los medios de comunicación sobre la investigación realizada por la Comisión Nacional de Competencia que ha dejado casi listo para sentencia, según las informaciones conocidas, la publicación en el día de hoy del informe de este organismo. En determinados medios se ha criticado el celo que está llevando el organismo (es, legítimamente y legalmente, su papel), así como las posiciones de las empresas competidoras (concernidas por el resultado de la operación) que han hecho duras alegaciones a la CNC (lo cual, también, es legítimamente su papel). Del mismo modo, Gas Natural ha defendido una propuesta de desinversiones muy escasa (es, por su parte, legítimamente su posición) y poco creíble a la luz de lo riguroso que ha sido el análisis de la CNC (y de las evidencias apreciadas casi palmariamente en materia de competencia en el mercado de aprovisionamiento de gas, en el posible impacto en el mercado mayorista de electricidad y en la reducción de competencia en aquellas zonas de comercialización de gas y electricidad en que exista solapamiento de redes).

Probablemente tendríamos que encontrar esta resistencia a un análisis de estas características, es decir, sobre la competencia, cuando todavía en determinados ámbitos existen cuestionamientos a la existencia de mercados en el sector energético. Es mejor defender un modelo de plusvalía regulada y de acción discrecional de la Administración en cada momento, que no definir unos mercados eficientes. El problema es que todas estas actuaciones tienen efectos en el largo plazo para los consumidores y sus consecuencias finales son nuevas medidas arbitristas. Y así vuelta a empezar cada cierto tiempo, en un país poco familiarizado con los mecanismos de economía de mercado y que se ha anclado en discusiones sobre el sector energético propias de los años 60 (siglo pasado).

Hay que tener en cuenta que es en el sector energético en el que la mayor parte de las operaciones planteadas en los últimos años en el ámbito europeo se han visto expuestas a fuertes prohibiciones o duras condiciones, en plena lógica con una concepción de los mercados abierta (aunque bien es cierto que no simétrica). Y no parece razonable que no se haga un análisis concienzudo y minucioso de la operación y se establezcan condiciones coherentes con el impacto de la misma por dos razones: la primera, para evitar que los consumidores sufran por un comportamiento inadecuado de los reguladores y del Gobierno y, la segunda, para que no se retroceda en lo avanzado en la liberalización de los mercados gasistas. Todo ello más allá de la fachada política que se le quiera trasladar, lo cual siempre es una simplificación interesada de la realidad o una apelación constante a la teoría conspirativa. Lo razonable es estudiar la operación con rigor y respeto a la competencia, los mercados y los consumidores (una manera de no sufrir mañana las consecuencias de las decisiones de hoy).

En tanto en cuanto, se han conocido los problemas en distintos mercados: desde el aprovisionamiento de gas al mercado mayorista de electricidad, el de resolución de restricciones técnicas (desvíos) o la comercialización al mercado doméstico. Dicho en román paladino, hay estimaciones que calculan una banda de subida de precios de la electricidad en el mercado mayorista del 4 a 6% (por el efecto de control de los ciclos combinados que son tecnologías que fijan el precio de la electricidad para todas las tecnologías del ‘pool’), la posibilidad de que la nueva empresa tenga incentivos para desviar buques metaneros a Asia (con el consiguiente efecto subida de precios del gas en el mercado interior en un momento en que existe un cierto excedente) o la dificultad para poder generar competencia real si el distribuidor de gas y electricidad, mañana comercializador, es el mismo ente y actúa en la misma zona (dicho sea de paso, en el momento más incipiente de la liberalización del gas y la electricidad para los consumidores domésticos).

Finalmente, por debajo, están dos cuestiones que parten de las condiciones contractuales de la operación. Por un lado, el precio pagado, la evolución seguida en bolsa por Gas Natural y, consecuentemente, el endeudamiento resultante. En eso, y siguiendo con las posiciones de cada uno, es legítima la posición de ACS de maximizar el beneficio y la plusvalía de la operación. En segundo lugar, y como consecuencia de lo primero, el coste que podría suponer para Gas Natural la adquisición de las filiales Unión Fenosa en propiedad compartida con las energéticas italianas. Algo que incluso al final podría servir para hacer caja.

Por tanto, lo lógico es que cada uno esté en su papel. ACS, consiguiendo precios altos por su participación en Unión Fenosa. Gas Natural buscando reducir las desinversiones y, si es posible, renegociar precio para reducir deuda y apalancamiento. La CNC haciendo un análisis de los mercados que impida que estos efectos se propaguen a estos mercados, a los consumidores y a la competencia. Los competidores haciendo un análisis duro desde sus posiciones e intereses y exponiendo sus disconformidades y los problemas que pueden devenir de la operación. Todos menos la CNE que elaboró un informe suave (¿“pintoresco”?), esquinando las posiciones críticas en una estrategia de muy corto alcance y visión.

Permanezcan atentos. El fin está cerca y estamos más próximos a la posición final de competencia para que el gobierno se pronuncie sobre la operación. Esperemos que cada uno esté en su lugar.

La deuda de Maite Costa: unas declaraciones que no tienen precio

La semana pasada en su alocución en el Forum Nueva Economía Maite Costa depositó uno de esos regalos envenenados al sector energético, cuyo órgano regulador preside desde hace algo más de tres años. En sus declaraciones afirmó que se trata de un sector que está “muy endeudado”. Parece que no fue un ‘lapsus’, porque la conferencia versaba sobre la crisis y el sector energético y fue casi lo único que se pudo sacar en claro y en lo que hubo coincidencia por parte de los medios que asistieron a la charla de Maite Costa.

Primero, hay que tener en cuenta que ésta “afirmación” (de ser cierta, de ser seria) tiene una serie de efectos sobre los analistas financieros y sobre la banca de inversión que, obviamente, no son inocuos en un momento en que la realidad económica y financiera es fuertemente inquietante. En todo caso, parece que la presidenta de la CNE sigue fiel a su costumbre de ser fuertemente generadora de desconfianza para el sector, justo probablemente lo contrario que debe ser un regulador en el sector. Sólo hay que remontarse a las amenazas en aquel ya mítico programa en TV3 para el sector de la distribución de hidrocarburos donde avisaba de un importante arrastrar de cadenas y de una macroinvestigación y sanciones cuantiosas a troche y moche. O la forma de resolver las preguntas de los periodistas por las informaciones aparecidas esa mañana en referencia a los problemas en la factura eléctrica derivada de su “mensualización”.

Volviendo al hilo argumental de este artículo, el endeudamiento de las empresas energéticas españolas, hay que tener cierta indulgencia y cierta tranquilidad, porque los analistas financieros, primero se basan en evidencias y balances, y segundo, descuentan la confiabilidad del emisor de una opinión de esas características. Lo que tampoco se entiende es como Maite Costa ha conseguido llegar a tener esa percepción (o esa consigna), que no hace sino embadurnar más su controvertida gestión. Lo que está claro es que, como responsable de un organismo regulador, no tiene precio en función de sus declaraciones.

Señalemos dos o tres cuestiones previas en referencia al marco de estas declaraciones y al concepto de endeudamiento aplicado a este sector. En términos de “endeudamiento”, el sector energético español no tiene una situación que se pueda tildar de peligrosa, al menos objetivamente, por sus propios ratios y por la historia de las operaciones corporativas realizadas, ninguna con un componente de apalancamiento sustancial para ninguna empresa.

En realidad, la única cifra peligrosa y significativa dentro de este “endeudamiento” es el déficit tarifario pendiente de liquidación, que aún permanece en los balances de las empresas eléctricas españolas. Habría que recordar el papelón realizado por la Comisión Nacional de Energía en las sucesivas subastas de déficit tarifario (el fracaso de la última al menos tenía la coartada de la crisis financiera y de crédito). Y más si se conocen los intersticios de las mismas en relación a las gestiones para conseguir (o, mejor dicho, no conseguir) avales institucionales en las instancias financieras del Estado, Banco de España y Dirección General de Seguros.

Las empresas energéticas españolas (y, en general, las empresas energéticas) por su propia actividad, tienen que mantener un ciclo de inversión importante y, por ello, la composición de los balances en términos de deuda tienen que entender el modelo de negocio en términos del ciclo inversión-financiación. Por otra parte, la evolución de los tipos de interés ha hecho reducir más todavía los costes de la deuda financiera de las empresas. Además, las operaciones corporativas de las empresas españolas se han realizado con poco recurso a la financiación ajena, lo que deja una situación de endeudamiento muy razonable.

Por otra parte, la CNE a la hora de estudiar estas operaciones había contado con los efectos sobre la garantía de suministro y las actividades reguladas de las operaciones, en términos de endeudamiento, incluso utilizando ratios de endeudamiento máximo. La única diferencia sustancial es, por tanto, el déficit tarifario acumulado, cuestión que debe resolverse y que los analistas y expertos tienen en cuenta en el análisis de las empresas y del sector energético español (y cuyas negociaciones siguen con enorme interés). Cabría señalar la ironía de que las causas de un apalancamiento nocivo en este sector, de existir, con empresas que gestionan de forma razonable, estribarían en las actuaciones del propio regulador, lo que confirma la tendencia al harakiri del propio organismo.

Sólo hay una situación latente, que a lo mejor tenía en cuenta la presidenta de la Comisión Nacional de Energía. Y es la operación en ciernes de adquisición de Unión Fenosa por parte de Gas Natural. Una operación en la que los analistas cada vez destacan en mayor medida los riesgos de la misma, el importante precio pagado por Gas Natural (que evidentemente no puede soportar ninguna desinversión) y que por la diferencia entre el momento en que se acuerda y el momento en que se efectúa va a traducirse en un fuerte endeudamiento para la gasista. Y más, si tiene que entrar en la puja por las filiales de Unión Fenosa, como Unión Fenosa Gas, que son propiedad compartida al 50%.

También habló de costes reconocidos. ¿Eso sí sería otro lapsus? ¿Otro harakiri?

Escapismo, chascarrillos y aguardiente…

La presidenta de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), Maite Costa, dio ayer un recital de escapismo, propio del gran ilusionista y mago Houdini. A las muchas preguntas que se le realizaron en el debate posterior a su ponencia, Costa respondió con ambigüedades, es decir, a su manera.

La ponencia, algo floja en su contenido, no aportó muchas novedades al respetable, cansado ya de escuchar que estamos ante una crisis que aumentará el endeudamiento del sector, que hay que avanzar en medidas de eficiencia y ahorro energético como una de las soluciones a este panorama, o que las energías renovables pueden ofrecer nuevas oportunidades a la política energética de la Unión Europea. En fin, nada nuevo bajo el sol. Vamos, que aquello recordaba al que mucho habla, sin decir nada y deja las puertas abiertas de par en par para no pillarse los dedos.

Ante la que está cayendo en el sector, y la que se avecina en el propio órgano regulador (recordemos que tiene una renovación completa prevista para el próximo mes de abril), Costa se mostró tranquila, toreando todas aquellas cuestiones incómodas y que la podían comprometer. Claro, que si su puesto está en el aire, estará pensando que para qué meterse en más charcos antes del definitivo adiós.

El caso es que ante el interés de la audiencia en saber su opinión de la moratoria nuclear, la presidenta de la CNE quiso pasar de puntillas sobre el asunto y manifestó que ese asunto «no se puede plantear más allá del debate» y aunque, pareció que se iba a postular a favor de eliminarla (puso como ejemplo el caso de Italia), concluyó que ella sólo puede seguir “los mandatos del legislador”.

Preguntada sobre su parecer ante la posibilidad de que ACS realice una petición para ejercer sus derechos políticos en Iberdrola, Costa eludió la cuestión y ante esta hipótesis manifestó que «no puedo adelantar ni siquiera mi opinión», mientras que a la pregunta sobre cuál sería su mix energético ideal, dijo que «no es una pregunta conveniente».

Sobre la espinosa renovación de los consejeros cuyo cargo ya venció hace bastantes meses y, por ende, su posible salida del organismo, así como el lavado de cara del organismo, Maite Costa aseguró sentirse «muy a gusto con el actual consejo» y echó balones fuera al asegurar que esa cuestión «no es a mí a quien debe preocuparme». ¿Será que ya tiene asegurado el próximo asiento, si sale definitivamente de la CNE?

Incluso abogó porque hubiera más mujeres dentro del consejo, puesto que en la actualidad sólo hay dos, Carmen Fernández Rozado y ella y espetó que “las mujeres debemos estar en órganos de máxima responsabilidad».

En cuanto a los chascarrillos, Luis Atienza, presidente de REE, fue el elegido por el Forum Europeo del Foro de Nueva Economía para presentar a la presidenta Costa e ironizó sobre la paradoja de que un presidente de una empresa regulada diera paso a la presidenta del órgano regulador. Incluso se permitió hacerle la rosca al asegurar que “tanto la CNE, como su presidenta tienen una tarea apasionante” para defender los intereses de los consumidores y encargarse de dar la estabilidad regulatoria necesaria al sector energético. Al mismo tiempo, aseguró que Maite Costa “reúne muchas cualidades” para desarrollar su responsabilidad ante esta “situación tan endémica en la que nos encontramos”.

Entre el público se pudo ver a Carmen Martínez Ten, presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear; Álvaro Mazarrasa, director general de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos; Rodolfo Martín Villa, presidente honorífico de Endesa; Salvador Gabarró, presidente de Gas Natural, así como diferentes representantes políticos y de asociaciones de consumidores.

Aquello parecía puramente una zarzuela, algo así como Agua, azucarillos y aguardiente , pero en la época actual. Imagínense a los aguadores y aguadoras, a las cigarreras, a los chulapos y chulapas, los barquilleros, las castañeras, el olor a churros calientes y la limonada, mientras las niñas juegan al corro de la patata y sus niñeras coquetean con los soldados. Pues algo parecido al Madrid castizo del chotis, el pasodoble y el organillo se ha convertido nuestro sector energético. Échenle imaginación y elijan al actor o actriz que va a representar cada papel en la obra. Puede resultar muy divertido.

Tenemos una OPA para usted

Siguiendo con la recientemente rediviva cuestión de la operación de Gas Natural sobre Unión Fenosa, hoy se publica que GN estaría negociando las desinversiones que la CNC planteará al final del proceso de análisis por este órgano regulador de la competencia.

En primer lugar, lo que sí podemos constatar es que el estudio que ha realizado la CNC parece mucho más minucioso que lo conocido de la actuación de la Comisión Nacional de Energía (CNE), cuyo informe oficial parece que dio carpetazo con cierto apresuramiento y “haciendo la vista gorda” a las formas de paliar los efectos anticompetitivos de la operación en los mercados. Como ya comentamos ayer, hasta trece mercados considera la CNC que se pueden ver afectados por la operación, además de mantener un proceso de solicitud de información y alegaciones a los agentes que promete haber sido muy exigente.

Con independencia de las conclusiones finales que saque cada uno de los organismos y las propuestas de medidas para paliar los efectos anticompetitivos que estime la CNC (ya ha empezado la guerra psicológica y los globos sonda), lo que está claro es que el trámite en la Comisión Nacional de Energía fue “aligerado”, en términos jurídicos, casi “sobreseído”. O mejor dicho, tras un análisis digno del contenido del Informe, lo que son las condiciones que el regulador energético proponía se disolvían en la “nada que se nadifica” que decía Jean Paul Sartre. Algo paradójico, como pasar del todo a la nada, como efectuar un diagnóstico de los mercados y, luego, minimizar sus consecuencias en términos de condiciones. Y, segundo, dada la capacidad gasista de las dos empresas, que el Informe de la CNE se centrara en las consecuencias para el mercado eléctrico en lugar de para el mercado gasista, donde la concentración en sus distintas actividades (aprovisionamiento, distribución, etc.…) tendría que ser mucho mayor.

En resumen, parece que de poco ha servido el trabajo que ha recibido la CNC procedente de la Comisión Nacional de Energía, cuando debería haber sido al revés, en la medida que este regulador es el que mejor debería conocer los mercados energéticos españoles, con mayor profundidad y, además, quien puede conocer con mucho mayor alcance en el marco del proceso de liberalización y de dinámica del sector las posibles medidas a aplicar en la operación. Y, el hecho de que la CNE tenga un carácter consultivo en materia de competencia no quiere decir que no precise sus propuestas, porque hasta el momento, en otras operaciones éstas eran mucho más concretas.

Y, desde un punto de vista de calidad y confianza institucional, esta crítica tiene una mayor trascendencia, en la medida que hay que tener en cuenta que los beneficiados o perjudicados por estas operaciones en el medio plazo pueden ser los ciudadanos y los consumidores, incluso el sistema gasista, puesto que se comprometen un determinado tipo de inversiones y de control de las redes, incluso la posibilidad en determinados ámbitos geográficos de realizar ofertas de gas y electricidad. Si los ciudadanos acaban teniendo menos competencia y el sistema pierde grados de libertad o aumenta su concentración, eso debe ser revisado por las autoridades públicas sin que sirva mirar para otro lado.

Vuelven por tanto a cernerse las dudas sobre la actuación del organismo que preside Maite Costa, porque a veces determinadas ausencias y vacíos en los reguladores son muy notorias. Por si nadie se había dado cuenta, sobre todo en otros momentos (OPA de E.ON, por ejemplo y casualmente, el organismo fue mucho más beligerante). Parece que, en este caso, han contado las denominadas “afinidades electivas” a la hora de, con un enfoque tan simple, facilitar el desarrollo de la operación con mayores niveles de razonabilidad económica y de competencia. Y, ahora, es posible que todo se precipite en el último momento.

En la presentación del Tratado de Regulación Eléctrica

Las celebraciones y actos sociales en el sector energético ya no son lo que eran. En ello pueden influir bastantes cosas, en primer lugar la actuación o acto reflejo de “cruzar los dedos” muy extendida en el sector a cuenta de la negociación del déficit tarifario. En segundo lugar, una sensación de ruptura con el pasado, en la que cualquier tiempo pasado fue anterior, si especialmente nos fijamos en la penúltima legislatura en el ámbito regulatorio. La tercera es la apertura del proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía que hace que cada evento tenga un cierto componente entre sus asistentes de ¿seré yo señor, seré yo?

El hecho, es que ayer el Salón de los Pasos Perdidos de la Bolsa de Madrid, junto a las pantallas y led de los Índices de la Bolsa se llenó a rebosar (curioso, es un lugar en el que se celebran una gran parte de eventos económicos, y a la hora de comienzo de los actos, parece semivacío y cinco minutos más tarde, se reaprieta de asistentes hasta llegar al lleno absoluto) para presentar una obra ingente y necesaria, el “Tratado de Regulación del Sector Eléctrico” , cuyo enfoque y lista de autores es directamente apabullante por su calidad y su orientación en lo más avanzado de la regulación y visión moderna del sector eléctrico y del mercado. Ni rastro de la ‘doctrina Fabra’ en el tratado.

Esta obra desvela por una parte un interés muy especial de la eléctrica de Sánchez Galán por difundir la regulación, la buena regulación, en los entornos académicos y profesionales. Interés, que más humildemente compartimos como medio de comunicación para hacerlo llegar a las personas interesadas por la economía, la empresa o por las dinámicas de los mercados, en un ejercicio comprensivo de la realidad más allá de los sectores económicos y de los lenguajes “crípticos” habituales. Lo que sí es cierto, es que de hace un tiempo a esta parte, se conocen problemas regulatorios del sector energético, como el déficit tarifario o la insuficiencia de la tarifa, entre capas cada vez más amplías y anchas de la sociedad. Una sociedad informada y crítica, es una sociedad más libre y menos propensa a la demagogia o a posiciones intervencionistas de hace cuarenta años.

El acto de ayer, comenzó con una intervención de Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, brioso y enérgico y arropado por todo su equipo directivo. Abogó por una buena regulación, estable, predecible, que envíe señales fiables a los mercados y remarcó una característica esencial del sector eléctrico: es intensivo en inversión. Además repasó los principales temas que contenía el libro y sobre los que versaban las intervenciones de estos 80 autores. Con la misma vehemencia habló contra el déficit tarifario, en términos casi de imprecación o de maldición. Y, finalmente, elogió al ministro Miguel Sebastián por haberse atrevido a abordar el déficit tarifario. En esta alusión, también fue muy vehemente.

(Todo puede ser, en la medida en que siguen apareciendo noticias sobre las negociaciones entre el sector e Industria para acabar con la lacra del déficit tarifario, al mismo tiempo que se confirman los merodeos en la órbita de la Moncloa de algunos de los representantes más retropresivos del sector, segando la hierba de las negociaciones. Incluso, afirman se han detectado movimientos en esta línea en el catafalco del sector energético del anterior Secretario General de Energía, Ignasi Nieto).

Posteriormente, Juan Luis Cebrián, Consejero Delegado de PRISA (que acudió acompañado de Ignacio Polanco, Presidente del grupo) hizo de enlace entre las palabras de Sánchez Galán y la intervención final de Prescott, el Premio Nóbel de Economía. Alabó la valentía de Sánchez Galán de editar un libro de esta naturaleza y la de convocar su presentación la misma tarde que Obama tomaba posesión como Presidente de los Estados Unidos (algo que en la cabeza de todos los analistas y dada la posición de Iberdrola en USA es valorado muy positivamente). Cebrián relató que uno de los artículos de Prescott trataba de cómo medidas parciales regulatorias y de intervención en un sector tendentes a conseguir un objetivo concreto, en el futuro se pueden convertir en contrarias al propio objetivo. Parecía que conocía la ejecutoria de la última legislatura en el sector energético y sus medidas parciales y transitorias, basada en el “intervencionismo” y “electrodos”. Ese es el caso de los habitantes en el salón los reguladores perdidos.

Finalmente, Edward. C. Prescott, estuvo optimista con la crisis económica y financiera actual, cuyas dimensiones aseguró ser menores que las que habitan en el imaginario colectivo e hizo varios guiños al Consejo de Administración de Iberdrola, seguramente desconocedor de la evolución de la empresa en bolsa por la incertidumbre regulatoria del año pasado hasta que se resuelva el tema del déficit tarifario.

Por su parte, Sánchez Galán cerró el acto animando a ser accionista de Iberdrola. Se confirma que Florentino Pérez no estaba en la sala.

Algo se mueve alrededor de la CNE

La vuelta de navidades parece que ha comenzado con inusitado interés en lo que se refiere a la renovación de los cuatro puestos de los consejeros salientes de la Comisión Nacional de Energía. Con un mandato expirado desde el mes de junio del año pasado, parece que ninguno de los momentos anteriores era propicio para abordar la renovación del organismo, cuyo contenido y alcance parece que será mayor que la sustitución de estos cuatro puestos y que puede llegar al funcionamiento del organismo en sus distintas facetas. Se diría que la CNE requiere una labor casi de tipo quirúrgico semejante a la pacificación operada en el seno de la CNMV.

Ayer conocíamos por el diario Cinco Días, cómo parece que había ya un nombre que daría cabida al Partido Nacionalista Vasco en la composición del organismo. Se trataría de la incorporación de José Ignacio Zudaire, actual viceconsejero de Innovación y Energía del Gobierno vasco. En la nueva composición, según fuentes de este diario, Miguel Sebastián ofrecería al Partido Popular dos de los cuatro puestos y se reservaría uno. También parece que sigue adelante la idea de que el Secretario General de Energía, Pedro Marín, tenga un puesto permanente en la composición del Consejo de Administración del organismo, al igual que en la CNMV tiene presencia la actual Directora General del Tesoro y Política Financiera, en una nueva analogía entre este órgano regulador de los mercados financieros y el regulador independiente energético.

Por su parte, el semanario económico “El Nuevo Lunes” señalaba que uno de los objetivos de la reforma sería acabar con la proliferación de los votos particulares, azote del organismo desde la presidencia de Maite Costa y producto/consecuencia de la inconsistencia del organismo en su función teórica y la materialización práctica de la misma. Su comportamiento en determinadas operaciones empresariales, su crítica al mercado eléctrico y a la propia normativa han derivado en su caída en picado hacia el descrédito de la institución, que es incapaz de presentar una voz medianamente articulada o coherente en un momento tan importante para el sector energético como este.

En algunos casos, estos votos han sido un escándalo y en otros un bochorno, porque han puesto en evidencia las propias decisiones del organismo y, en consecuencia, al Consejo de Administración del mismo, de paso, ya que enseñaban las costuras, zurcidos y remaches. Sobre todo, porque en muchos momentos (incluso denunciados por el propio Ministerio de Industria), la CNE se dedicaba, inexplicablemente, a cuestionar el marco legal más que a aplicarlo. Probablemente, también la reforma debería evitar adefesios como el Informe de Costes y Precios, impropios de un regulador independiente y supervisor del mercado.

Una de las cuestiones que parece que también se da por descontada es que se abordará la modificación legal necesaria para acometer el problema del déficit tarifario para, de paso, reestructurar en profundidad la CNE, algo que el organismo está pidiendo a gritos en su actual configuración, primero, por su deriva funcional y segundo, por su atrincheramiento ideológico.

Por tanto, quedan varias cuestiones por solventar. ¿Cuánto falta para culminar el acuerdo político que recomponga la composición de la CNE? ¿Se conseguirá un órgano presentable, razonable, necesario para el sector energético? El hecho de que el Pisuerga pasa por Valladolid y por Salamanca, es decir, por el acuerdo para solventar el déficit tarifario y por la partida paralela que se libra en la Comisión Mercado de las Telecomunicaciones. Y las preguntas que se suceden al respecto: ¿se va a reducir el número de miembros del Consejo de Administración? ¿Quién se verá afectado por este efecto acordeón?

Atentos.

Lo que sabemos de los vampiros y la teoría de las patatas calientes

El novelista recientemente desaparecido Nicolás Casavella publicó una novela excelente (además de muy divertida) titulada “Lo que sé de los vampiros”, que fue galardonada con el Premio Nadal en su penúltima edición. Un título muy sugerente y de alguna manera una novela picaresca que se proyecta hacia el presente y que desde aquí recomendamos su lectura y en la que se hace una reflexión sobre “personajes que construyen su identidad tras una máscara permanente hasta alcanzar claves muy peculiares sobre el engaño de la condición humana y el espejismo de la Historia”.

Aunque la novela no va de eso, probablemente, habría que hacer una mínima referencia a la costumbre de esos habitantes de las sombras –los vampiros- de no dejar tranquilo a nadie, de aparecer en la última escena de la película y de proferir el susto correspondiente, en el bien entendido que habrá nuevas posibilidades de que vuelva a aparecer en escena el monstruoso engendro y prosiga su sendero de pánico y terror.

Viene esto a cuento de la recopilación de cuestiones que “se ha encontrado” el actual equipo energético del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Situaciones bastante enjundiosas que son de difícil justificación y resolución dada la historia que tienen detrás acumulada y sus ramificaciones, más o menos arborescentes.

Haciendo una pequeña recopilación encontramos, en primer lugar, el problema de la regulación de la energía fotovoltaica, con una legislación de cupos y ley de punto final, que fue la primera prueba procedente de una legislación desorbitada y que medía mal los resultados futuros en términos de la respuesta de los agentes. La segunda cuestión que estaba abierta tres o cuatro meses antes del cambio de gobierno era la legislación de los biocombustibles. Y, por supuesto, uno de los engendros más enormes es el déficit tarifario, forjado por cada gobierno y cada Administración energética en “pequeñas o grandes diócesis”, con más o menos responsabilidad cada una hasta el diseño del déficit “ex ante”. Cuestión esta del déficit tarifario que, como todos Vds. saben, todavía promete, porque no estamos ni mucho menos a la mitad de la película.

En esta categoría, pero mezclando el personaje del vampiro con el asesino en serie, está la reforma de la ley del Sector Eléctrico, con la Ley 17/2008 y la conformación de Red Eléctrica de España como el único monopolio en el transporte de electricidad, es decir como transportista único. Engendro configurado de forma vergonzante y oculta en el trámite parlamentario, toda vez que era absolutamente innecesaria esta reforma para «incorporar» a nuestra ley las Directivas Europeas pendientes de transponer, tal y como señalaba la Exposición de Motivos. Fue allí el lugar donde se alimentó al monstruo desde las instancias del anterior Secretario General de Energía y, también fue allí el lugar donde también se le incorporó algún elemento para domesticarlo: determinadas excepciones que actuaban como el crucifijo puesto a los ojos del vampiro. Las excepciones se aplicarían a aquellos activos de distribución afectados por esta nueva legislación e incorporados en las fauces del transporte, que se identificasen por parte de la CNE y por las comunidades autónomas.

Hay que recordar que la retribución del transporte se realiza en función del número de elementos (de “activos” como se dice en el argot) que configuran la red necesaria para ejecutar esa actividad. Se supone que el número de activos, su valor y su retribución deben estar bien determinados por su necesidad, por sus costes y porque la retribución sea justa. Si no, el monopolista, operador de transporte y de red, juez y parte, podría tener una tendencia a aumentar sus activos para obtener su retribución. Por tanto, hay dos fuerzas que actúan como motrices para que REE amplíe sus horizontes y su actividad: la propia tendencia que tienen los monopolios a ocuparlo todo y la retribución adicional que percibirá de los nuevos activos que surjan de una definición mucho más extensa de su acción en el transporte irrumpiendo en la distribución (recordemos que REE es una empresa privada, con accionistas, con algunos fondos de inversión como accionistas y que goza de percepción pública de que es empresa pública).

Recientemente, hemos conocido cómo la Comisión Nacional de Energía elaboró, tras un trabajoso período de análisis interno y un proceloso proceso de consultas a la propia Red Eléctrica, unos parámetros que justificasen sus criterios para determinar los activos si son de transporte o de distribución y en ese sentido hacer sus Informes. El hecho es que, como se puede leer en los primeros informes emitidos por la CNE en esta cuestión, en los que se traslucían los criterios que iban a seguir, es que el objetivo del Consejo de Administración del organismo es preservar a toda costa el monopolio de transporte de REE (no “vaciar de contenido” el concepto de transportista único, en sus propias palabras). Con lo cual, los activos de transporte que pudieran tener consideración de distribución son sólo aquellos subterráneos, ubicados en ciudades de más de 1.000.000 de habitantes (Madrid, Barcelona) y de menos de 220 kV. En las islas, este límite si sitúa en 32 kV, lo que conlleva que la irrupción, con el BOE en la mano de Red Eléctrica de España en los archipiélagos, altere un modelo que funcionaba con una calidad de servicio muy alta, duplicando la relación entre los titulares de estas instalaciones y las empresas de distribución, sin aportar valor alguno (todo lo contrario, esta cuestión que incluso puede complicar notablemente la gestión de los mismos: ahí vemos los problemas por todos conocidos y existentes en las estaciones compartidas de las grandes ciudades). De hecho, técnicamente, la relación en una instalación de distribución se establece con REE y la relación de facturación se establece con la distribuidora.

Tal y como señala el consejero de la CNE, Luis Albentosa en varios votos particulares referidos a los Informes que ha emitido el organismo, “hay que tener claro que la diferencia entre la actividad de distribución y la actividad de transporte estriba en quien tiene la obligación de responsabilizarse de la atención y el suministro al cliente y consumidor. En esto, el transporte no tiene nada que ver con el suministro al llamado mercado final y, por ello, aquellos elementos que tengan consumidores conectados deben ser titularidad del distribuidor. En definitiva, el transporte tiene como función principal posibilitar la evacuación de la generación y llevar la energía eléctrica a los puntos que se establezcan como frontera con la red de distribución y esta debe atender la demanda de los consumidores finales, allí donde éstos se ubiquen.”

Por tanto, podemos decir que se trata de una norma disparatada y aplicada del mismo modo (no para que las cosas funcionen mejor, sino para preservar y configurar un monopolio), que ha abocado a la existencia de varios problemas implícitos. El primero, un año y medio para empezar a sentar las bases entre el Ministerio de Industria y la CNE. Mientras, todos quietos, “paraos”, impactando negativamente sobre las inversiones que realizan los agentes privados y sobre el servicio que reciben los ciudadanos. Segundo, la interpretación pro monopolio e intervencionista de la CNE lleva a que se dupliquen las relaciones de las empresas (propietarias de estos elementos de la red) con el transportista y la distribuidora de cada demarcación y que se pierdan las economías de coordinación de las empresas distribuidoras con el mercado local de sus consumidores (el transportista, por su lejanía a los consumidores, no tiene ni idea de eso). Tercero, que haya aparecido, cual vampiro, sin arte ni parte, la función del transporte que no tiene clientes, ni relación con el mercado final, supone una perversión de la función que debe realizar en el sistema eléctrico.

Según nuestras noticias, hoy un número de expedientes importante sigue sin resolver. Y esa patata caliente, hoy sigue en manos del Ministerio de Industria procedente de la CNE, con serias dificultades para distinguir entre lo que está bien y lo que conviene a un modelo monopolista y burocrático. Por ello, la ley 17/2008 seguirá ofreciendo sustos y sus autores materiales e intelectuales (el anterior equipo energético, con Clos y Nieto a la cabeza), como origen del mal, detrás de esta película de terror colectivo. Lo que sabemos de los vampiros, vamos. Pavoroso.

¿Hay negociación?

El principio de año empieza con unas nuevas tarifas eléctricas cuyas características principales son: una subida del 3,5 % y la existencia de un déficit ex ante “opaco” de entre 4.500-5.000 millones de euros (y que se puede considerar como la sustanciación de la primera parte de la quita que Industria realiza respecto del déficit tarifario pasado).

Por tanto, Industria ha cogido una calle de “en medio” para poner en marcha las tarifas. No ha resuelto, ni ha reconocido, el déficit tarifario ex ante oculto de la tarifa (que se centra sobre todo en los denominados “peajes”) y, por otra parte, ha subido las tarifas integrales. Por tanto, el Ministerio, que amagó con no subir la tarifa, en el fondo, ha realizado un movimiento táctico envenenado, una subida insuficiente que vuelve nuevamente al fantasma del déficit. La pregunta es, ¿se puede considerar que esta situación es un “incumplimiento” a la amenaza que Miguel Sebastián hizo a las eléctricas de “no subir” la tarifa si no había un acuerdo general con las empresas? Es, de todas formas, un incumplimiento a medias, puesto que en sus alegaciones a la CNE (y en el Consejo Consultivo correspondiente) las eléctricas señalaron este déficit y el Ministerio ha hecho caso omiso a las mismas. Hay que reconocer que Industria no podría desaprovechar un momento como el principio de año para subir la luz, y, al mismo tiempo, dar algún paso para la reducción paulatina del déficit.

En todo caso, la clave está en la palabra acuerdo. El acuerdo, verdadera piedra de toque de la resolución del problema del déficit tarifario, está siendo invocado en cada una de las notas que emite el departamento de Miguel Sebastián a la hora de justificar sus movimientos. Que se promulga la nueva tarifa: se menciona el acuerdo global para final de mes de enero como anticipo casi asegurado. Que se regula la G4: se hace alusión al tan ansiado pacto con las eléctricas, incluyendo el buen trato que recoge un navideño deseo de reducir la factura a las empresas grandes consumidoras de energía.

El problema es que, probablemente, la posibilidad de acuerdo cercano se ve reducida por varios motivos. Primero, porque la quita prevista por Industria era ya muy importante. Segundo, el que se haya metido de por medio Moncloa parece que la hace desorbitada, máxime cuando en el fondo la merma del déficit es en toda regla la construcción de una “alegalidad”: la renuncia a unos ingresos legítimos. Tercero, porque los accionistas de las eléctricas empiezan a conocer los primeros intríngulis de las negociaciones que empezaron con una dulce y total renunciación, lo que promete complicar la dinámica en los Consejos menos homogéneos o donde la propiedad es muy diversificada. Cuarto, porque el castigo en bolsa recibido en 2008 de un sector tradicionalmente refugio de inversionistas, parece que no puede tener mucha continuidad y de buen grado por los propietarios de las empresas (teniendo en cuenta, además, las actitudes acechantes ante los precios que hoy presenta el mercado bursátil, que ya son vox populi: caso de Florentino Pérez e Iberdrola). Quinto, porque empieza a estar en juego el comportamiento inversor futuro de las empresas. Sexto, porque la perentoriedad regulatoria trimestral coloca un mínimo de oxígeno, aceptando el escenario posible como el existente, con la deuda tarifaria en los balances y el endeudamiento de cada uno.

En este contexto, la pregunta, más allá de si hay acuerdo (que por mucho que se dé por sentado, parece que todavía esta lejos), es si hay negociación en los términos clásicos en los que se entiende un proceso “transaccional”. Hasta el momento, parecía que no se había seguido el guión en toda la escenificación y prosodia necesaria de estos procesos. Pero el año nuevo sitúa el problema en el principal punto de mira, nudo gordiano que desate el resto de nudos.

Por tierra, mar y aire con las inspecciones de la CNE a las instalaciones fotovoltaicas

La semana pasada conocíamos como la Comisión Nacional de Energía decidía abordar un proceso de investigación sobre todas las plantas solares inscritas que no estaban abocando energía en el sistema el pasado 30 de septiembre. Un total de más de 4.189 plantas. Como hemos defendido desde este medio la actividad de inspección y de supervisión, bien dirigida, gestionada de forma razonable, no orientada a lo mediático, es una actividad necesaria en la ordenación de los sectores económicos. Y, de hecho, defendemos un modelo inspección y supervisión sólido, que no cuestione el funcionamiento del mercado eléctrico. De hecho, cuando se critican los modelos de inspección hay que ser muy respetuosos con este función en el sistema, pero también hay que someterlos a los principios de racionalidad y eficiencia.

Pero el panorama de este macroproceso de inspección, esta Macrocruzada, ha causado estupor, y un torrente de reacciones, tanto en el seno del sector como en el propio diseño del mismo. Las asociaciones ya han solicitado que “los defraudadores”, de existir, en la cuantía que aparezcan, no cobren, llámese subvenciones o primas.

El objetivo era inspeccionar a todas las instalaciones que a 30 de septiembre de 2009 no estaban vertiendo energía al sistema, por cualquier razón, con su dispersión asegurada. Un total de 4.189 instalaciones que cumplen estos criterios de selección, y que una vez identificadas, se inspeccionan todas. Sorprende sobremanera, que no existan mecanismos tradicionales de cualquier administración inspectora, sometidas a procesos estadísticos razonables, como el muestreo o la inferencia estadística.

Imagínense, por ejemplo, que la Agencia Tributaria inspeccionase a todos los contribuyentes que cumpliesen un conjunto de requisitos (ser de una provincia, pertenecer a una profesión, etc…: a la inspección, a por ellos!). En el fondo, además de ser un proceso desmedido se trata de señalar a todos como “presuntos culpables”, proyectando una sombra de duda conjunta, para desplegar un proceso que la propia CNE no está preparada y, además cuyas consecuencias no están bien dimensionadas, sobre todo en el ámbito del conflicto con las Comunidades Autónomas que ya empiezan a replicar el estado de opinión creado desde el organismo que preside Maite Costa.

El propio informe de la CNE establece que precisará la concertación de una empresa externa, una entidad reconocida por la Administración General del Estado para realizar este tipo y programa de inspecciones. Así, se prevé que el plan sistemático de inspección de las instalaciones y huertos solares que tendrá un coste que, según se estima, excederá los 600.000 euros (unos 100 millones de pesetas). Además, aunque se cuente con una empresa para realizar las verificaciones estás será preciso que se realicen con un “agente de la autoridad”, es decir de los inspectores del propio supervisor (como ocurre en cualquier esfera inspectora en aras de su seguridad jurídica). Para lo cual cuenta con una plantilla exclusivamente de 20 inspectores.

Lo que parece claro es que este plan de la CNE, excesivo en su formalización y anunciado a bombo y platillo también puede empezar a ser utilizado para la lucha partidista, en este caso, en el ámbito de las Comunidades Autónomas (de hecho, ya la Consejera de Industria de Castilla-La Mancha, Paula Fernández, ha señalado que en “las instalaciones solares” no hay fraude). Porque de la existencia de irregularidades, ubicadas en múltiples posibles instancias administrativas, puede derivarse una escena de difícil gestión para la CNE por sus resultados. Y, si esto es así, poco el “bluff” del macroplan de inspecciones puede ser, comparativamente con su utilización mediática y con sus costes para pensárselo.

Finalmente hay que contextualizar este movimiento pendular de la CNE fuertemente maniqueo, de todo o nada. Hay que plantearse que el conjunto de la energía solar en España, habiendo crecido notablemente en los últimos dos años (gracias al R.D. 661/2007 también excesivo, con una regulación de cupos y límites demoníaca, y cuyo cambio ha provocado que se fuercen y aceleren en determinados casos los mecanismos de inscripción, con un alcance que va mucho más allá de la criminalización de esta energía) probablemente no llegue a un 0,01 % del conjunto del parque de generación del país (las estimaciones lo sitúan entre 1.800 y 2.200 MW). Y, con este maproplan, para inspeccionar 4.189 instalaciones solares del total de las 45.000 existentes, nos quedamos sin función inspectora adicional del regulador en ninguna otra actividad del sistema, hasta que finalice esta operación, tan dudosa y, a la vez, tan mediática.

¿Por qué?

Los accionistas de las eléctricas y las negociaciones del déficit tarifario

Hace unos días, el propio Miguel Ángel Aguilar, azote provindencial actual del mercado eléctrico y de la liberalización operada en España señalaba en su artículo en el diario El País las diferencias entre dos tipos de dirigentes, entre aquellos al pensar que se quedan comprometidos con lo que dicen y por ello se mantienen a la escucha y de otro, los que se sienten vinculados por todo lo que se dice en su presencia y, por ello, procuran evitar que sus interlocutores intervengan haciendo un uso secante de la conversación. Aguilar consignaba entre los primeros al presidente Adolfo Suárez, que “bordaba la escena del sofá y hacía sentirse importantes a quienes recibía en La Moncloa, de forma que salían convencidos de que lo más relevante que había ocurrido en la vida del presidente es que le habían dado la oportunidad de oírles. Por ahí, se deslizaban con facilidad hacia el equívoco de considerar que contaban con el asentimiento del presidente hacia las posiciones que hubieran manifestado.” En el caso contrario, estaba Felipe González que, haciendo uso de la palabra, privaba a sus interlocutores de la misma.

Algo parecido posiblemente puede estar pasando en el ámbito de las negociaciones para resolver el complejo problema del déficit tarifario, cuando se conoce que existe un clima positivo tras las primeras conversaciones mantenidas entre Industria y las empresas y que, previsiblemente, el acuerdo está cercano. El hecho es que, contra las formas del anterior equipo energético cuyo Secretario General de Energía era famoso por sus reacciones, las relaciones con este equipo han sido muy tersas entre empresas y Ministerio de Industria, llenas de un cierto ambiente de “fair play” y en cierto modo, de forma traslúcida a través de los medios de comunicación, especialmente a través de uno.

Si fruto del desarrollo de los acontecimientos cercanos a esta negociación son las primeras tarifas para el 2009 que emite Industria, está claro que ejecuta la “quita” del déficit tarifario en un ejercicio de navaja barbera. Según las estimaciones que se están realizando por distintas empresas y analistas, el déficit “ex ante” no reconocido de estas tarifas podría estar entre los 4.500 y 5.000 millones de euros, dependiendo de las estimaciones o supuestos acerca del número de consumidores que pasen a las comercializadoras y la estimación de caída de la demanda y precios en el mercado mayorista.

Pero a esto hay que añadir tres “quitas” adicionales, la primera la relativa a la tarifa o bono social que atenderán las eléctricas fruto de los “acuerdos con el Ministerio de Industria”. La segunda, la relativa a la aceptación de “descuentos” a los grandes clientes de la G4. Y, finalmente, la pérdida de los ingresos de las subastas fallidas de déficit de la CNE. Más de los 5.600 millones de euros que ya ha mencionado el actual Ministro de Industria, Miguel Sebastián en sus viajes por la India.

La conjunción de la crisis económica y crediticia ha configurado que se alineen los acontecimientos para el gobierno y el trasfondo político de la ‘operación Déficit Tarifario’, para que le resulte favorable. El gobierno, políticamente, ha recibido un escenario de caída de precios de la electricidad en el mercado mayorista y ha sabido colocar la presión a las propias empresas, fruto de los fracasos de la Comisión Nacional de Energía a la hora de la titulación del déficit tarifario, como un elemento en los que ha hecho buena esa expresión de convertir la necesidad en virtud. También la propia debilidad de la patronal ha servido de cuña en todo este proceso. En todo caso, hoy formaría parte casi de lo hipotético y de lo esotérico volver a un instrumento como la titulación del déficit y las subastas. De hecho, existe una autoaceptación de la “quita” en las empresas.

En paralelo, se atiza de vez en cuando y convenientemente el fantasma de la involución en el mercado eléctrico. Los propios artículos de Miguel Ángel Aguilar, varios “informes” de académicos, la posición que han hecho explícita varios consejeros de la Comisión Nacional de Energía a través de sus propuestas han servido para mantener la “llama sagrada” de articular actuaciones intervencionistas, no tan lejanas en el sector energético. Sólo hay que recordar el balance del tándem Clos-Nieto.

Falta una pieza en todo este engranaje. La principal en cualquier empresa. Los accionistas y los mercados financieros. Esta semana se hacía referencia en la prensa económica a la pérdida de las eléctricas como valor refugio y cómo la bolsa ha castigado por encima de la caída del Ibex a las eléctricas. Cuestión que previsiblemente empezará a recogerse también en los ‘ratings’ y en los análisis, cada vez más asépticos, tras la crisis de credibilidad de estas compañías. La incertidumbre regulatoria y la deuda se empieza a cebar con las eléctricas. Algo que puede agitar especialmente la vida en determinados Consejos de Administración, que pueden empezar a pedir explicaciones a los equipos directivos, sobre el proceso de negociación seguido con el Ministerio de Industria. Y algo que también se puede trasladar a la inversión, como ya ha avanzado Iberdrola, que reducirá sus planes en España.

Y es que cualquier atajo que suponga romper la ortodoxia de los mercados financieros tiene futuras consecuencias graves en términos de liquidez, de inversión, de rentabilidad y de valor de las empresas, en un sector cada vez más movido.