¿Podrían pagar los consumidores la fusión entre Gas Natural y Unión Fenosa?
Los detalles conocidos a través de los medios de comunicación sobre la investigación realizada por la Comisión Nacional de Competencia que ha dejado casi listo para sentencia, según las informaciones conocidas, la publicación en el día de hoy del informe de este organismo. En determinados medios se ha criticado el celo que está llevando el organismo (es, legítimamente y legalmente, su papel), así como las posiciones de las empresas competidoras (concernidas por el resultado de la operación) que han hecho duras alegaciones a la CNC (lo cual, también, es legítimamente su papel). Del mismo modo, Gas Natural ha defendido una propuesta de desinversiones muy escasa (es, por su parte, legítimamente su posición) y poco creíble a la luz de lo riguroso que ha sido el análisis de la CNC (y de las evidencias apreciadas casi palmariamente en materia de competencia en el mercado de aprovisionamiento de gas, en el posible impacto en el mercado mayorista de electricidad y en la reducción de competencia en aquellas zonas de comercialización de gas y electricidad en que exista solapamiento de redes).
Probablemente tendríamos que encontrar esta resistencia a un análisis de estas características, es decir, sobre la competencia, cuando todavía en determinados ámbitos existen cuestionamientos a la existencia de mercados en el sector energético. Es mejor defender un modelo de plusvalía regulada y de acción discrecional de la Administración en cada momento, que no definir unos mercados eficientes. El problema es que todas estas actuaciones tienen efectos en el largo plazo para los consumidores y sus consecuencias finales son nuevas medidas arbitristas. Y así vuelta a empezar cada cierto tiempo, en un país poco familiarizado con los mecanismos de economía de mercado y que se ha anclado en discusiones sobre el sector energético propias de los años 60 (siglo pasado).
Hay que tener en cuenta que es en el sector energético en el que la mayor parte de las operaciones planteadas en los últimos años en el ámbito europeo se han visto expuestas a fuertes prohibiciones o duras condiciones, en plena lógica con una concepción de los mercados abierta (aunque bien es cierto que no simétrica). Y no parece razonable que no se haga un análisis concienzudo y minucioso de la operación y se establezcan condiciones coherentes con el impacto de la misma por dos razones: la primera, para evitar que los consumidores sufran por un comportamiento inadecuado de los reguladores y del Gobierno y, la segunda, para que no se retroceda en lo avanzado en la liberalización de los mercados gasistas. Todo ello más allá de la fachada política que se le quiera trasladar, lo cual siempre es una simplificación interesada de la realidad o una apelación constante a la teoría conspirativa. Lo razonable es estudiar la operación con rigor y respeto a la competencia, los mercados y los consumidores (una manera de no sufrir mañana las consecuencias de las decisiones de hoy).
En tanto en cuanto, se han conocido los problemas en distintos mercados: desde el aprovisionamiento de gas al mercado mayorista de electricidad, el de resolución de restricciones técnicas (desvíos) o la comercialización al mercado doméstico. Dicho en román paladino, hay estimaciones que calculan una banda de subida de precios de la electricidad en el mercado mayorista del 4 a 6% (por el efecto de control de los ciclos combinados que son tecnologías que fijan el precio de la electricidad para todas las tecnologías del ‘pool’), la posibilidad de que la nueva empresa tenga incentivos para desviar buques metaneros a Asia (con el consiguiente efecto subida de precios del gas en el mercado interior en un momento en que existe un cierto excedente) o la dificultad para poder generar competencia real si el distribuidor de gas y electricidad, mañana comercializador, es el mismo ente y actúa en la misma zona (dicho sea de paso, en el momento más incipiente de la liberalización del gas y la electricidad para los consumidores domésticos).
Finalmente, por debajo, están dos cuestiones que parten de las condiciones contractuales de la operación. Por un lado, el precio pagado, la evolución seguida en bolsa por Gas Natural y, consecuentemente, el endeudamiento resultante. En eso, y siguiendo con las posiciones de cada uno, es legítima la posición de ACS de maximizar el beneficio y la plusvalía de la operación. En segundo lugar, y como consecuencia de lo primero, el coste que podría suponer para Gas Natural la adquisición de las filiales Unión Fenosa en propiedad compartida con las energéticas italianas. Algo que incluso al final podría servir para hacer caja.
Por tanto, lo lógico es que cada uno esté en su papel. ACS, consiguiendo precios altos por su participación en Unión Fenosa. Gas Natural buscando reducir las desinversiones y, si es posible, renegociar precio para reducir deuda y apalancamiento. La CNC haciendo un análisis de los mercados que impida que estos efectos se propaguen a estos mercados, a los consumidores y a la competencia. Los competidores haciendo un análisis duro desde sus posiciones e intereses y exponiendo sus disconformidades y los problemas que pueden devenir de la operación. Todos menos la CNE que elaboró un informe suave (¿“pintoresco”?), esquinando las posiciones críticas en una estrategia de muy corto alcance y visión.
Permanezcan atentos. El fin está cerca y estamos más próximos a la posición final de competencia para que el gobierno se pronuncie sobre la operación. Esperemos que cada uno esté en su lugar.









