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La mayor parte de los errores que le pueden suceder a uno cuando utiliza un programa en el ordenador, navega por internet, se descarga fotos de una cámara digital o se instala un MP3, conllevan como mensaje de advertencia un botoncito que dice “More info”. Más información.

El pasado martes el Consejo de Administración de la CNE decidió pedir más información a Endesa a la vista de la reducción de inversiones que la compañía ha hecho pública estos días, en el mismo momento en que se ha materializado la separación de la actividad de renovables de la “antigua Endesa” hacia Acciona, fruto de la liquidación de los acuerdos parasociales de Enel y Acciona dentro de la compañía y la salida de Entrecanales.

Desde Energía Diario ya hemos señalado en varias ocasiones que es muy importante que, cuando se produce una operación corporativa que ha llevado aparejada la fijación de condiciones por los órganos de regulación y competencia, estas instancias efectúen el seguimiento posterior del cumplimiento de las mismas y que, al mismo tiempo, extremen lo que son sus obligaciones en materia de supervisión del sector energético y sus compañías. Por tanto, parece completamente razonable que la CNE efectúe este petición y este seguimiento.

En el mismo caso, o parecido, señalamos la operación de adquisición de Unión Fenosa por Gas Natural, operación que ha dejado fuertemente apalancada a la compañía resultante, de la que se ha anunciado un importante recorte de inversiones, además de existir advertencias de las consecuencias de esta operación para la competencia: tanto en el mercado de aprovisionamiento de gas, en el mercado eléctrico por la integración gas-electricidad que puede afectar al precio resultante de las casaciones y, finalmente, en la comercialización de gas y electricidad en determinadas zonas geográficas dónde hay solapamiento de redes. Por tanto, hay que reclamar también a la CNE un seguimiento muy continuado de esta operación.

Pero hemos podido conocer que la CNE ha pedido más información a las empresas gasistas sobre cuestiones como son sus contratos de aprovisionamiento, contratos de suministro para determinados grandes consumidores, entras otras. Algo que ha provocado no poca inquietud en las empresas. Por tanto, la Comisión Nacional de Energía parece que quiere entrar en cuestiones que son de índole interna y/o comercial de las propias empresas. Saber, conocer, tener datos. Tampoco se sabe el objetivo de esta solicitud de información: si es seguir la línea de “conocer” costes y precios, en la línea argumental de identificar «márgenes» y seguir alimentando la teoría del intervencionismo regulatorio. Sobre todo porque hay que imaginarse que las empresas de este sector pueden aprovisionarse de gas en muchos momentos, con compras a plazo y con precios diferentes en cada uno. O, si por el contrario, el objetivo de esta petición es hacer unas buenas estadísticas, bien bonitas con sus cuadros y todo.

Además, lejos de conocer si es importante o no la información requerida y su objetivo, parece paradójico este comportamiento, tras la forma en que se han abordado las operaciones corporativas recientes y después de la “chapuza” de obviar en la operación Gas Natural-Unión Fenosa la función 14 y hacer un ejercicio de mirar para otro lado en la función 15 (consecuencias para la competencia en el mercado gasista de aprovisionamiento, mercado eléctrico y distribución, como señalábamos anteriormente). El problema, en ese caso, es el cuestionamiento básico de la legitimidad que ha introducido debido al papel que ha realizado en el trámite de estas operaciones, por parte de un organismo que no hace la necesaria vigilancia preventiva de la competencia, con seriedad y rigor, como cosa básica del necesario decoro de las instituciones de regulación. Por tanto, es razonable que desde la CNE haya peticiones de información a las empresas (con sentido regulatorio claro), así como seguimiento de las inversiones y las empresas en el ámbito de los mercados energéticos y las actividades que realizan. Pero también, debe ejercer el papel en estas operaciones que le correponde en el momento en que sus consecuencias negativas se pueden evitar.

Porque puede ser que al final todos los errores acaben en un mensaje. More info.

La energía es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma

La semana pasada el experto en asuntos internacionales del diario El País, Carlos Mendo, señalaba a propósito de Rusia la siguiente frase atribuida a Winston Churchill: «Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma», cuestión que es plenamente aplicable al sector energético español, cuya vida pasa por varios procesos larvados y superpuestos que se contraponen/superponen y que, probablemente, van añadiendo presión a la olla.

Empezando por sus protagonistas principales, está claro que uno de los acontecimientos recientes fue la Junta General de Iberdrola, tanto por lo que se dijo, como por lo que traslució y aconteció. La semana pasada el presidente de Ignacio Sánchez Galán aprovechó la Junta General para pedir estabilidad regulatoria, en un momento de máxima incertidumbre, alimentado también por el misterio que rodea la resolución del déficit tarifario. Cuestión muy esperada y necesaria para las empresas, cuya resolución también ha sido anunciada en varias ocasiones, pero en cuyos meandros se han imbricado multitud de interferencias, inclusive desde Moncloa, y la tortuosa relación con Economía, fruto de la necesidad de conseguir avales públicos para la financiación del déficit tarifario (como el nuevo plan Obama).

Por lo pronto, hoy se discute en el Consejo de Administración de la CNE la siguiente revisión de tarifas, correspondiente al próximo trimestre, que, a todas luces, se anticipa que será una no revisión de tarifas. El no cambio propuesto supone que, fruto del cierto “superávit” de la tarifas integrales (a la vista de la evolución de precios en el mercado mayorista, caída de la demanda e hidraulicidad, entre otros factores, incluyendo los bajos precios del petróleo), se pueda compensar parte del déficit oculto en las tarifas de acceso que, sin reconocerlo, había dejado Industria en la anterior revisión de tarifas en una especie de limbo, hábilmente colocado para la siguiente fase negociadora. Por lo que parece, habrá anuencia entre Ministerio y CNE en mantener las tarifas y no asistiremos a otro espectáculo en plan Kosovo (algo a lo que el Ministro de Industria, Miguel Sebastián no está dispuesto).

Hoy también se producen nuevas subastas de capacidad, las subastas de energía virtual, las famosas EPE’s con la sombra de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el Real Decreto que las regula, un elemento de inestabilidad regulatoria incorporado al plano del embarramiento en el terreno de juego jurídico. Seguramente que la solución final de varias cuestiones como estas (y alguna otra trapisonda del anterior equipo energético, como la detracción de derechos de emisión) debería despejarse en un desenlace regulatorio de “amplio espectro”.

Sigue también el proceso de renovación de consejeros del organismo que preside Maite Costa. Las elecciones vascas y, seguramente, el run run que se escucha en el ámbito político dan una nueva dimensión a esta renovación, también aplazada y de la que no sabemos, hasta el momento, cómo funciona el juego por debajo de la mesa. Si es que lo hay, que en algún momento pareció peligrar, como cuando el propio Ministro señaló/denunció la falta de interlocutores en el Partido Popular.

Lo que no está en el trasunto misterioso, tras la Junta General de Iberdrola, es la vuelta a la casilla 1 en la controversia por la presencia en el Consejo de Administración de Iberdrola de los representantes de ACS (Florentino Pérez). Tras el requerimiento notarial de ACS, la reunión “cordial” que mantuvieron en la sede de la eléctrica, las declaraciones de Sánchez Galán, con un tono especialmente claro y sin ambages, vuelven a dejar las cosas en un suspensivo suspenso: “no es momento para ACS”. El castigo en bolsa de la eléctrica, más pronunciado por la inseguridad regulatoria y la crisis de financiación y crédito para acometer estas operaciones, vuelve a dejar las espadas en alto y deja una baraja en la mesa para que alguien la corte.

La energía es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.

La energía es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma

La semana pasada el experto en asuntos internacionales del diario El País, Carlos Mendo, señalaba a propósito de Rusia la siguiente frase atribuida a Winston Churchill: «Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma», cuestión que es plenamente aplicable al sector energético español, cuya vida pasa por varios procesos larvados y superpuestos que se contraponen/superponen y que, probablemente, van añadiendo presión a la olla.

Empezando por sus protagonistas principales, está claro que uno de los acontecimientos recientes fue la Junta General de Iberdrola, tanto por lo que se dijo, como por lo que traslució y aconteció. La semana pasada el presidente de Ignacio Sánchez Galán aprovechó la Junta General para pedir estabilidad regulatoria, en un momento de máxima incertidumbre, alimentado también por el misterio que rodea la resolución del déficit tarifario. Cuestión muy esperada y necesaria para las empresas, cuya resolución también ha sido anunciada en varias ocasiones, pero en cuyos meandros se han imbricado multitud de interferencias, inclusive desde Moncloa, y la tortuosa relación con Economía, fruto de la necesidad de conseguir avales públicos para la financiación del déficit tarifario (como el nuevo plan Obama).

Por lo pronto, hoy se discute en el Consejo de Administración de la CNE la siguiente revisión de tarifas, correspondiente al próximo trimestre, que, a todas luces, se anticipa que será una no revisión de tarifas. El no cambio propuesto supone que, fruto del cierto “superávit” de la tarifas integrales (a la vista de la evolución de precios en el mercado mayorista, caída de la demanda e hidraulicidad, entre otros factores, incluyendo los bajos precios del petróleo), se pueda compensar parte del déficit oculto en las tarifas de acceso que, sin reconocerlo, había dejado Industria en la anterior revisión de tarifas en una especie de limbo, hábilmente colocado para la siguiente fase negociadora. Por lo que parece, habrá anuencia entre Ministerio y CNE en mantener las tarifas y no asistiremos a otro espectáculo en plan Kosovo (algo a lo que el Ministro de Industria, Miguel Sebastián no está dispuesto).

Hoy también se producen nuevas subastas de capacidad, las subastas de energía virtual, las famosas EPE’s con la sombra de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el Real Decreto que las regula, un elemento de inestabilidad regulatoria incorporado al plano del embarramiento en el terreno de juego jurídico. Seguramente que la solución final de varias cuestiones como estas (y alguna otra trapisonda del anterior equipo energético, como la detracción de derechos de emisión) debería despejarse en un desenlace regulatorio de “amplio espectro”.

Sigue también el proceso de renovación de consejeros del organismo que preside Maite Costa. Las elecciones vascas y, seguramente, el run run que se escucha en el ámbito político dan una nueva dimensión a esta renovación, también aplazada y de la que no sabemos, hasta el momento, cómo funciona el juego por debajo de la mesa. Si es que lo hay, que en algún momento pareció peligrar, como cuando el propio Ministro señaló/denunció la falta de interlocutores en el Partido Popular.

Lo que no está en el trasunto misterioso, tras la Junta General de Iberdrola, es la vuelta a la casilla 1 en la controversia por la presencia en el Consejo de Administración de Iberdrola de los representantes de ACS (Florentino Pérez). Tras el requerimiento notarial de ACS, la reunión “cordial” que mantuvieron en la sede de la eléctrica, las declaraciones de Sánchez Galán, con un tono especialmente claro y sin ambages, vuelven a dejar las cosas en un suspensivo suspenso: “no es momento para ACS”. El castigo en bolsa de la eléctrica, más pronunciado por la inseguridad regulatoria y la crisis de financiación y crédito para acometer estas operaciones, vuelve a dejar las espadas en alto y deja una baraja en la mesa para que alguien la corte.

La energía es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.

El gobierno apuesta por el modelo ISO

El hecho de que haya una separación entre la actividad de los gestores técnicos de los sistemas gasista y eléctrico y la de los transportistas de gas y electricidad, hoy integrados dentro de Enagás y Red Eléctrica de España es, en primer lugar, una buena noticia que apunta en la buena dirección de la separación de las distintas actividades energéticas de forma eficiente y en la necesidad de apuntalar la neutralidad de la operación de los sistemas eléctrico y gasista. En este sentido y en el de asentar el modelo de organización del sector energético, la medida es claramente positiva y no altera la naturaleza jurídica (en el sentido público o privado) de las redes gasistas y eléctricas.

En segundo lugar, además de las explicaciones que ayer proporcionó el Ministerio de Industria en la Comisión Parlamentaria sobre la necesidad de contar con mayor músculo financiero para las inversiones que necesita nuestro país en redes, este modelo es coincidente con los trabajos que se han venido llevando en el seno de la Unión Europea en torno al denominado Tercer Paquete de medidas regulatorias para avanzar hacia el Mercado Interior de la Energía, así como en el análisis que Euroelectric viene desarrollando. Estos desarrollos se basan en avanzar en lo que se denomina “unbundlling”, es decir, la separación completa de actividades de generación, transporte, distribución y comercialización de energía. Para ello es importante contar con que la operación del sistema sea independiente y neutral para todos los agentes. También en ese sentido es otra buena noticia.

Ejemplos recientes en nuestro país de los problemas de la falta de neutralidad del gestor técnico del sistema son evidentes y abundantes: la connivencia entre el operador de transporte y la operación que ha sido una constante en el caso de los procedimientos relacionados con las energías renovables y su acceso e integración en el sistema eléctrico, algo que se ha venido produciendo mediante el mecanismo de la ducha escocesa (con un discurso medioambientalista y de “pensamiento mágico” sobre las bondades de las energías renovables de cara a las memorias y los medios de comunicación y, por el contrario, con procedimientos de obstaculización sistemáticos en la brega diaria y el trade para dirimir las cuestiones relativas al acceso de estas tecnologías en las redes de transporte de electricidad). Otro ejemplo curioso y peculiar ocurrió durante el famoso apagón de Barcelona, donde fue el Director de Operación de REE, Alberto Carbajo, quien interactuaba con varias instancias que dirigían la investigación o la existencia de “cuellos de botella” en la red de transporte en determinadas zonas de España, tanto para evacuar la generación como para llegar a la red de distribución por la falta de inversión.

Tanto es así que, sobre todo en el caso de Red Eléctrica de España, en muchos momentos se ha señalado como una empresa más dentro del sector eléctrico, incluso más que un transportista o más que un monopolista de transporte. Se le ha señalado como un «regulador in pectore», en la sombra, el octavo pasajero en el orbe energético, un contrapoder. De hecho, en etapas de mayor sometimiento de la política energética a los designios de este transportista, la propia Red Eléctrica de España ha condicionado la regulación, incluso consiguió que el Ministerio de Industria defendiese un papel de transportista monopolista único en las redes o ha buscado fijarse ella su retribución por sus activos (cuestión que cerró con el anterior Secrectario General de Energía). Todas estas cuestiones hay que recordarlas en momentos como este.

En tercer lugar, hay que significar que Red Eléctrica de España (REE) y Enagás son ya empresas privadas, con sus accionistas y todo (de muy diverso origen en todo caso y que son quienes se llevan sus dividendos actualmente), donde la participación pública a través de la SEPI es residual y, por ello, lo que realmente se “desgaja” es el operador de sistema, cuyas funciones en la planificación y ordenación del sistema son diferentes que las de transporte (cuyo objetivo debe ser construir, mantener y gestionar a través de las grandes infraestructuras o corredores de transporte de energía, con resultados bastante modestos en el caso de las redes de transporte). De hecho, la bipolaridad y ambigüedad público-privada que utiliza Red Eléctrica de España es muy particular en la medida en que el argumento interesado de lo “público” frente a su realidad inconfundible e incontestable de empresa privada, el cuestionamiento de que un operador, gestor técnico del sistema, no devorado por el transportista iba a ser la causa de que volviesen las siete plagas (el argumento amenazador siempre subyacente), la capacidad de hacer ‘opables’ a los transportistas al desaparecer limitaciones derivadas de su condición de operador técnico sea nefanda o, también, insinuar la ‘mano negra’ de las eléctricas en esta medida.

Por eso, es poco entendible el mensaje crítico distribuido que señala que esto añade “inseguridad regulatoria” a estas dos empresas y de hecho, además, lo que parece que se producirá es que los dos operadores de sistema, gasístico y eléctrico, pasarán a formar parte de un Ente Público único dedicado a esta función, con naturaleza diferente a la actividad privada de la gestión y tendido de las redes de transporte.

Porque, lo que es peor es que los argumentos que se utilizan contra esta medida, como herramienta de refutación de la misma, la confirman plenamente en su necesidad. Es decir, si la operación del sistema da inseguridad jurídica a la actividad de transporte que ahora realizan, quiere decirse que ahora no se hace de forma neutral. Que la separación funcional como establece la ley, sólo se cumple de facto. Si esto es así, sería confirmar que influye la actividad de operación del sistema en la del transporte. O que la retribución de activos eléctricos de transporte es una ‘bicoca’. ¿Por qué, si no, hablan de que es una buena tajada la venta por parte de la SEPI del porcentaje que le queda, si además lo que se ingrese por esta adquisición servirá para mejorar la maltrecha inversión en redes eléctricas?

En definitiva, es, por tanto, una medida positiva y más todavía si se entiende de forma razonable en el marco de un modelo general de ordenación del sector energético y en la necesidad de avanzar en construir más redes de transporte y resolver cuellos de botella que todos conocemos.

El gobierno apuesta por el modelo ISO

El hecho de que haya una separación entre la actividad de los gestores técnicos de los sistemas gasista y eléctrico y la de los transportistas de gas y electricidad, hoy integrados dentro de Enagás y Red Eléctrica de España es, en primer lugar, una buena noticia que apunta en la buena dirección de la separación de las distintas actividades energéticas de forma eficiente y en la necesidad de apuntalar la neutralidad de la operación de los sistemas eléctrico y gasista. En este sentido y en el de asentar el modelo de organización del sector energético, la medida es claramente positiva y no altera la naturaleza jurídica (en el sentido público o privado) de las redes gasistas y eléctricas.

En segundo lugar, además de las explicaciones que ayer proporcionó el Ministerio de Industria en la Comisión Parlamentaria sobre la necesidad de contar con mayor músculo financiero para las inversiones que necesita nuestro país en redes, este modelo es coincidente con los trabajos que se han venido llevando en el seno de la Unión Europea en torno al denominado Tercer Paquete de medidas regulatorias para avanzar hacia el Mercado Interior de la Energía, así como en el análisis que Euroelectric viene desarrollando. Estos desarrollos se basan en avanzar en lo que se denomina “unbundlling”, es decir, la separación completa de actividades de generación, transporte, distribución y comercialización de energía. Para ello es importante contar con que la operación del sistema sea independiente y neutral para todos los agentes. También en ese sentido es otra buena noticia.

Ejemplos recientes en nuestro país de los problemas de la falta de neutralidad del gestor técnico del sistema son evidentes y abundantes: la connivencia entre el operador de transporte y la operación que ha sido una constante en el caso de los procedimientos relacionados con las energías renovables y su acceso e integración en el sistema eléctrico, algo que se ha venido produciendo mediante el mecanismo de la ducha escocesa (con un discurso medioambientalista y de “pensamiento mágico” sobre las bondades de las energías renovables de cara a las memorias y los medios de comunicación y, por el contrario, con procedimientos de obstaculización sistemáticos en la brega diaria y el trade para dirimir las cuestiones relativas al acceso de estas tecnologías en las redes de transporte de electricidad). Otro ejemplo curioso y peculiar ocurrió durante el famoso apagón de Barcelona, donde fue el Director de Operación de REE, Alberto Carbajo, quien interactuaba con varias instancias que dirigían la investigación o la existencia de “cuellos de botella” en la red de transporte en determinadas zonas de España, tanto para evacuar la generación como para llegar a la red de distribución por la falta de inversión.

Tanto es así que, sobre todo en el caso de Red Eléctrica de España, en muchos momentos se ha señalado como una empresa más dentro del sector eléctrico, incluso más que un transportista o más que un monopolista de transporte. Se le ha señalado como un «regulador in pectore», en la sombra, el octavo pasajero en el orbe energético, un contrapoder. De hecho, en etapas de mayor sometimiento de la política energética a los designios de este transportista, la propia Red Eléctrica de España ha condicionado la regulación, incluso consiguió que el Ministerio de Industria defendiese un papel de transportista monopolista único en las redes o ha buscado fijarse ella su retribución por sus activos (cuestión que cerró con el anterior Secrectario General de Energía). Todas estas cuestiones hay que recordarlas en momentos como este.

En tercer lugar, hay que significar que Red Eléctrica de España (REE) y Enagás son ya empresas privadas, con sus accionistas y todo (de muy diverso origen en todo caso y que son quienes se llevan sus dividendos actualmente), donde la participación pública a través de la SEPI es residual y, por ello, lo que realmente se “desgaja” es el operador de sistema, cuyas funciones en la planificación y ordenación del sistema son diferentes que las de transporte (cuyo objetivo debe ser construir, mantener y gestionar a través de las grandes infraestructuras o corredores de transporte de energía, con resultados bastante modestos en el caso de las redes de transporte). De hecho, la bipolaridad y ambigüedad público-privada que utiliza Red Eléctrica de España es muy particular en la medida en que el argumento interesado de lo “público” frente a su realidad inconfundible e incontestable de empresa privada, el cuestionamiento de que un operador, gestor técnico del sistema, no devorado por el transportista iba a ser la causa de que volviesen las siete plagas (el argumento amenazador siempre subyacente), la capacidad de hacer ‘opables’ a los transportistas al desaparecer limitaciones derivadas de su condición de operador técnico sea nefanda o, también, insinuar la ‘mano negra’ de las eléctricas en esta medida.

Por eso, es poco entendible el mensaje crítico distribuido que señala que esto añade “inseguridad regulatoria” a estas dos empresas y de hecho, además, lo que parece que se producirá es que los dos operadores de sistema, gasístico y eléctrico, pasarán a formar parte de un Ente Público único dedicado a esta función, con naturaleza diferente a la actividad privada de la gestión y tendido de las redes de transporte.

Porque, lo que es peor es que los argumentos que se utilizan contra esta medida, como herramienta de refutación de la misma, la confirman plenamente en su necesidad. Es decir, si la operación del sistema da inseguridad jurídica a la actividad de transporte que ahora realizan, quiere decirse que ahora no se hace de forma neutral. Que la separación funcional como establece la ley, sólo se cumple de facto. Si esto es así, sería confirmar que influye la actividad de operación del sistema en la del transporte. O que la retribución de activos eléctricos de transporte es una ‘bicoca’. ¿Por qué, si no, hablan de que es una buena tajada la venta por parte de la SEPI del porcentaje que le queda, si además lo que se ingrese por esta adquisición servirá para mejorar la maltrecha inversión en redes eléctricas?

En definitiva, es, por tanto, una medida positiva y más todavía si se entiende de forma razonable en el marco de un modelo general de ordenación del sector energético y en la necesidad de avanzar en construir más redes de transporte y resolver cuellos de botella que todos conocemos.

Rodríguez Braun, el déficit de tarifa y las trampas saduceas

Ayer martes, Carlos Rodríguez Braun en el programa Herrera en la Onda (Onda Cero), dentro de su repaso a la revista de prensa económica del día recaló en el titular de la noticia del diario Cinco Días “Las eléctricas piden que el déficit de tarifa sea trasvasado al ICO”. Fernández Braun hizo un mohín ante la misma, en la medida que pudo apreciar bajo su óptica liberal otro ejemplo de sector económico que afronta la coyuntura actual acudiendo a papá Estado, el ICO asediado por los intereses sectoriales y desde alguna rama del gobierno (por otra parte, una tentación muy de nuestros tiempos a la vista de la falta de referentes económicos, de conciencia de las implicaciones sobre la economía de mercado y de cultura económica en general, lo que es pasto de la demagogia).

Rodríguez Braun, además de ser inteligente, divertido, ocurrente en sus comentarios, es un liberal a carta cabal, por lo que, en referencia a este comentario, podemos afirmar que, seguramente, pudo sufrir el efecto combinado de dos cuestiones. Una noticia dispuesta como una “trampa saducea” y, segundo, la falta de información de lo que verdaderamente está pasando en el sector eléctrico. Porque lo primero que hay que aclarar es que el sector eléctrico no está pidiendo nada al Gobierno o al Estado. Es a la inversa. Es el Estado el que le pide al sector eléctrico que renuncie a unos ingresos fijados de forma reglamentaria y que haga una “quita” sobre la deuda que el Estado mantiene con las eléctricas, ocasionada por las políticas intervencionistas seguidas hasta el momento en materia de precios eléctricos. Vamos a explicarlo.

Déficit tarifario: la diferencia entre precio intervenido de la energía y el coste real que el Estado adeuda a las empresas

El déficit tarifario resulta de que el coste de la electricidad que se les cobra a los consumidores en la tarifa que fija el Ministerio de Industria es insuficiente porque se fija un precio “intervenido”, “público”: la tarifa eléctrica. Es un precio por un suministro que no está, hasta el momento, liberalizado, como todo el mundo sabe. Esta liberalización es un proceso que ha sido demorado porque existía una incapacidad política de trasladar los precios de la energía a los consumidores por mor de ejercicios de populismo mal entendidos (hasta hace poco el petróleo estaba por las nubes, como todo el mundo recuerda). Consecuencia: los consumidores que no tienen consciencia de los precios reales de la energía consumen más de lo que deben (no hacen ejercicio de eficiencia en consumo, generan más contaminación, etc, etc…).

¿Quién paga la parte subvencionada de la energía?

Se trata, por tanto, de una energía subvencionada. ¿Y quién la subvenciona?. Los consumidores futuros que subsidian a los consumidores presentes y pagan su consumo y la letra vencida. En estos últimos años, la diferencia entre esos precios resultantes y el cobrado por la tarifa es el denominado déficit tarifario, que actualmente está pendiente de pago desde el año 2007 a las eléctricas. En estos momentos, se cifra alrededor de los 16.000 millones de euros y el Ministerio de Industria busca una solución de quita a partes iguales por tercios: Administración, empresas y consumidores.

El fracaso de la financiación de este déficit por vía pública: la CNE y la deuda se acumula

Hasta el momento, este déficit era financiado por el sistema financiero y amortizado en 14 años: eran las propias eléctricas las que titulizaban esta deuda. Entra la CNE en el proceso de subasta de esta financiación, junto con la crisis financiera internacional y esta construcción se echa a perder y no hay manera de que se financie nada. Las subastas de financiación del mismo fracasan y nos quedamos “sin pagar la dolorosa”.

Por tanto, es lógico, que en todo este proceso de negociación surja el planteamiento de que esa deuda, generada con motivo de decisiones políticas, requiera un aval público para que pueda ser financiada, y, de ahí, las propuestas de financiación que hemos ido conociendo por parte del ICO o conversión en deuda pública.

En todo caso, hay que tener en cuenta que el objetivo del artículo que ha confundido a Rodríguez Braun era afear la conducta de las eléctricas de reclamar sus ingresos, obtenidos en un mercado de generación liberalizado, y a partir del resto de actividades (transporte y distribución) con precios regulados. En el artículo, aparecen perlas y cuestionamientos que recogen argumentos de los sectores más intervencionistas del sector energético. Una muestra de ello es la expresión “un mercado de generación que controlan”, cuando, por ejemplo, hoy los precios que se fijan diariamente en el mercado eléctrico (OMEL) fluctúan conforme a la oferta y demanda y estamos casi a veinte euros/MW por debajo del año pasado (ha habido una fuerte caída de demanda este año además de la bajada de los precios de las materias primas).

Por ello, se buscan soluciones claramente intervencionistas, como la expropiación a las eléctricas de la factura de los derechos de emisión de carbono (por cierto, gratuitos por la normativa general de la Unión Europea), que se fijen precios regulados para la energía hidráulica o nuclear o que la fijación de una tarifa social o la de los grandes consumidores estén subsidiadas por las propias eléctricas. Por esto, tiene toda la lógica que las eléctricas pidan estabilidad regulatoria y que no haya medidas intervencionistas como las que proponen los sectores más intervencionistas y estalinistas del sector energético, que, además, cuestionan la existencia de mercados y de empresas en este sector (y cuyos argumentos se recogen claramente en ese artículo).

En todo caso, el sector energético se hace competitivo si entran nuevos operadores (la competencia y el grado de concentración merced a la liberalización de 1998 han aumentado enormemente, configurando probablemente el mercado más competitivo de Europa), si no se generan monopolios (véase lo recientemente ocurrido con el aprovisionamiento del gas en el caso de la compra de Gas Natural por Unión Fenosa, donde hemos retrocedido y de manera silente). Ahí, es donde hay que garantizar todas las medidas, la regulación y el papel del Estado para asegurar una competencia creciente y transparente. Y, segundo, si queremos en el medio plazo energía barata y limpia, hay que buscar un ‘mix’ de generación que así lo permita (en roman paladino, abrir debates como el de la energía nuclear). Si lo que se busca es intervenir en el mercado de generación y, también, a posteriori, en los precios de la energía, ¿qué es esto?.

Por eso, este proceso demoníaco de la subvención encubierta persigue todo menos que funcionen los mecanismos de mercado y que cada uno (políticos, empresas y consumidores) sea responsable de sus decisiones sobre la base de información completa y decisiones racionales. El déficit tarifario ha sido una figura muy perversa, algo muy peligroso, porque se trata de un elemento que ha corroído muchos principios económicos en un momento en que estamos necesitados de ortodoxia en lo que es la “libertad de mercado”. Algo que ha dañado a las empresas (están sufriendo en Bolsa por esta incertidumbre regulatoria más que la media del IBEX). Por eso, su formulación, negociación y consecuencias, han logrado confundir a un liberal de verdad, llevándole al extremo contrario.

En todo caso, escuchen este repaso económico diario matutino del licenciado Rodríguez Braun y las adivinanzas que éste formula al conductor del programa, Carlos Herrera. No tienen desperdicio.

Rodríguez Braun, el déficit de tarifa y las trampas saduceas

Ayer martes, Carlos Rodríguez Braun en el programa Herrera en la Onda (Onda Cero), dentro de su repaso a la revista de prensa económica del día recaló en el titular de la noticia del diario Cinco Días “Las eléctricas piden que el déficit de tarifa sea trasvasado al ICO”. Fernández Braun hizo un mohín ante la misma, en la medida que pudo apreciar bajo su óptica liberal otro ejemplo de sector económico que afronta la coyuntura actual acudiendo a papá Estado, el ICO asediado por los intereses sectoriales y desde alguna rama del gobierno (por otra parte, una tentación muy de nuestros tiempos a la vista de la falta de referentes económicos, de conciencia de las implicaciones sobre la economía de mercado y de cultura económica en general, lo que es pasto de la demagogia).

Rodríguez Braun, además de ser inteligente, divertido, ocurrente en sus comentarios, es un liberal a carta cabal, por lo que, en referencia a este comentario, podemos afirmar que, seguramente, pudo sufrir el efecto combinado de dos cuestiones. Una noticia dispuesta como una “trampa saducea” y, segundo, la falta de información de lo que verdaderamente está pasando en el sector eléctrico. Porque lo primero que hay que aclarar es que el sector eléctrico no está pidiendo nada al Gobierno o al Estado. Es a la inversa. Es el Estado el que le pide al sector eléctrico que renuncie a unos ingresos fijados de forma reglamentaria y que haga una “quita” sobre la deuda que el Estado mantiene con las eléctricas, ocasionada por las políticas intervencionistas seguidas hasta el momento en materia de precios eléctricos. Vamos a explicarlo.

Déficit tarifario: la diferencia entre precio intervenido de la energía y el coste real que el Estado adeuda a las empresas

El déficit tarifario resulta de que el coste de la electricidad que se les cobra a los consumidores en la tarifa que fija el Ministerio de Industria es insuficiente porque se fija un precio “intervenido”, “público”: la tarifa eléctrica. Es un precio por un suministro que no está, hasta el momento, liberalizado, como todo el mundo sabe. Esta liberalización es un proceso que ha sido demorado porque existía una incapacidad política de trasladar los precios de la energía a los consumidores por mor de ejercicios de populismo mal entendidos (hasta hace poco el petróleo estaba por las nubes, como todo el mundo recuerda). Consecuencia: los consumidores que no tienen consciencia de los precios reales de la energía consumen más de lo que deben (no hacen ejercicio de eficiencia en consumo, generan más contaminación, etc, etc…).

¿Quién paga la parte subvencionada de la energía?

Se trata, por tanto, de una energía subvencionada. ¿Y quién la subvenciona?. Los consumidores futuros que subsidian a los consumidores presentes y pagan su consumo y la letra vencida. En estos últimos años, la diferencia entre esos precios resultantes y el cobrado por la tarifa es el denominado déficit tarifario, que actualmente está pendiente de pago desde el año 2007 a las eléctricas. En estos momentos, se cifra alrededor de los 16.000 millones de euros y el Ministerio de Industria busca una solución de quita a partes iguales por tercios: Administración, empresas y consumidores.

El fracaso de la financiación de este déficit por vía pública: la CNE y la deuda se acumula

Hasta el momento, este déficit era financiado por el sistema financiero y amortizado en 14 años: eran las propias eléctricas las que titulizaban esta deuda. Entra la CNE en el proceso de subasta de esta financiación, junto con la crisis financiera internacional y esta construcción se echa a perder y no hay manera de que se financie nada. Las subastas de financiación del mismo fracasan y nos quedamos “sin pagar la dolorosa”.

Por tanto, es lógico, que en todo este proceso de negociación surja el planteamiento de que esa deuda, generada con motivo de decisiones políticas, requiera un aval público para que pueda ser financiada, y, de ahí, las propuestas de financiación que hemos ido conociendo por parte del ICO o conversión en deuda pública.

En todo caso, hay que tener en cuenta que el objetivo del artículo que ha confundido a Rodríguez Braun era afear la conducta de las eléctricas de reclamar sus ingresos, obtenidos en un mercado de generación liberalizado, y a partir del resto de actividades (transporte y distribución) con precios regulados. En el artículo, aparecen perlas y cuestionamientos que recogen argumentos de los sectores más intervencionistas del sector energético. Una muestra de ello es la expresión “un mercado de generación que controlan”, cuando, por ejemplo, hoy los precios que se fijan diariamente en el mercado eléctrico (OMEL) fluctúan conforme a la oferta y demanda y estamos casi a veinte euros/MW por debajo del año pasado (ha habido una fuerte caída de demanda este año además de la bajada de los precios de las materias primas).

Por ello, se buscan soluciones claramente intervencionistas, como la expropiación a las eléctricas de la factura de los derechos de emisión de carbono (por cierto, gratuitos por la normativa general de la Unión Europea), que se fijen precios regulados para la energía hidráulica o nuclear o que la fijación de una tarifa social o la de los grandes consumidores estén subsidiadas por las propias eléctricas. Por esto, tiene toda la lógica que las eléctricas pidan estabilidad regulatoria y que no haya medidas intervencionistas como las que proponen los sectores más intervencionistas y estalinistas del sector energético, que, además, cuestionan la existencia de mercados y de empresas en este sector (y cuyos argumentos se recogen claramente en ese artículo).

En todo caso, el sector energético se hace competitivo si entran nuevos operadores (la competencia y el grado de concentración merced a la liberalización de 1998 han aumentado enormemente, configurando probablemente el mercado más competitivo de Europa), si no se generan monopolios (véase lo recientemente ocurrido con el aprovisionamiento del gas en el caso de la compra de Gas Natural por Unión Fenosa, donde hemos retrocedido y de manera silente). Ahí, es donde hay que garantizar todas las medidas, la regulación y el papel del Estado para asegurar una competencia creciente y transparente. Y, segundo, si queremos en el medio plazo energía barata y limpia, hay que buscar un ‘mix’ de generación que así lo permita (en roman paladino, abrir debates como el de la energía nuclear). Si lo que se busca es intervenir en el mercado de generación y, también, a posteriori, en los precios de la energía, ¿qué es esto?.

Por eso, este proceso demoníaco de la subvención encubierta persigue todo menos que funcionen los mecanismos de mercado y que cada uno (políticos, empresas y consumidores) sea responsable de sus decisiones sobre la base de información completa y decisiones racionales. El déficit tarifario ha sido una figura muy perversa, algo muy peligroso, porque se trata de un elemento que ha corroído muchos principios económicos en un momento en que estamos necesitados de ortodoxia en lo que es la “libertad de mercado”. Algo que ha dañado a las empresas (están sufriendo en Bolsa por esta incertidumbre regulatoria más que la media del IBEX). Por eso, su formulación, negociación y consecuencias, han logrado confundir a un liberal de verdad, llevándole al extremo contrario.

En todo caso, escuchen este repaso económico diario matutino del licenciado Rodríguez Braun y las adivinanzas que éste formula al conductor del programa, Carlos Herrera. No tienen desperdicio.

A buenas horas mangas verdes

Dos de esas novedades editoriales de pasadas temporadas que causaban furor en los aeropuertos, fueron dos libros que evidenciaban el endémico problema (en vías de solución, eso sí) de los idiomas en nuestro país. Los dos libros se titularon “Speaking in silver” (Hablando en plata) y “From lost to the river” (De perdidos al río). Se trataba de dos experimentos graciosos que desgranaban las frases hechas de nuestro “argot” castellano y eran traducidos “a pelo”, es decir, aplicando el diccionario español-inglés, inglés-español de manera inmisericorde. El resultado era, al menos, ocurrente y divertido para pasar un vuelo sin mayores expectativas.

Una de esas frases, era la traducción a martillazos de “A buenas horas, mangas verdes”, frase española totalmente castiza, que todo el mundo entiende que tiene que ver con algo que se le ha pasado su momento y su lugar y ya resulta completamente extemporáneo. La traducción que hacían los autores de estas publicaciones es la de “To good hours, green sleeves”.

Viene a cuento esta anécdota (divertida) con la publicación (algo mucho más serio) el pasado viernes 20 de febrero por parte de la Comisión Nacional de Energía en su página web del informe que aprobó el Consejo de Administración del organismo sobre la operación de adquisición de Unión Fenosa por parte de Gas Natural y el voto particular asociado de uno de los consejeros. A buenas horas mangas verdes, es lo primero que cabe decir ante esta publicación post-coito , es decir, después de que la Comisión Nacional de Competencia realizara su investigación, crease expectativas de que la cosa iba en serio, emitiera su Informe así como sus condiciones, las trasladase al Ministerio de Economía y el Ministerio de Economía dictaminara finalmente.

La Comisión Nacional de Energía empieza a tener una larga trayectoria en materia de decisiones demoradas y/u ocultas. Empecemos. La primera tuvo que ver con la publicación de la Ley 17/2007, cuyo Consejo de Administración emitió su pronunciamiento contrario cuando ya estaba agotado el trámite parlamentario y se aprobaba la ley. Sobre todo porque gran parte de este pronunciamiento tenía un comportamiento fariseo ante los nuevos poderes y atribuciones que conseguía Red Eléctrica de España (REE) y su configuración como transportista monopolista único.

Recientemente, también conocimos los criterios que habían sido aprobados por la Comisión Nacional de Energía, a nivel interno, para que la calificación de determinados tramos de red de distribución fuesen considerados de transporte o de distribución a la luz de la famosa ley de marras (criterios que por cierto, aventuramos desde aquí, que saltarán por los aires, por la imposibilidad de mantenerlos). Pero estos criterios, no los conocimos porque fueran publicados de manera transparente, con luz y taquígrafos en un informe o dictamen emitido por el organismo regulador y, al mismo tiempo, sometidos a la consideración del Consejo Consultivo. ¡Qué va! Fueron elaborados por el organismo casi en la clandestinidad, contrastados fundamentalemente con REE, of course, y conocidos a través de un voto particular referido a varios casos concretos en los que habían reclamado los propios interesados. Todo ello, en el marco de una enorme demora en la conciliación de estos criterios, lo que había provocado una fuerte acumulación de casos sin resolver. ¡Qué curioso que gran parte de las ocultaciones indebidas tengan como protagonistas las relaciones por debajo de la mesa con REE!

Lo ultimo (conocido como desconocido, claro) es el informe que obligatoriamente tiene que emitir la Comisión Nacional de Energía y enviar al Ministerio de Industria, referido a la evolución de la competencia en los sectores energéticos (gas y electricidad) y que el organismo ha aprobado hace casi un mes y del que no se tiene noticia alguna sobre su contenido y sus conclusiones.

¿Son tan “graves” estas cuestiones que parecen tratadas como si fueran del CNI? ¿Afectan a la seguridad nacional? ¿Es que los españoles no tienen derecho a conocer la situación de la competencia en los sectores energéticos y su evolución? ¿Es que los ciudadanos no tienen derecho a conocer los efectos que tiene una operación como la compra de Unión Fenosa por parte de Gas Natural y a opinar por sí mismos? ¿Es que los operadores del mercado no tienen derecho a conocer en su momento los criterios para determinar si un tramo de red es de transporte o de distribución y que ese debate sea público, abierto y transparente? ¿Es que volvemos al tiempo en que los reguladores tienen derecho de actuación discrecional y arbistrista, sin rendir cuentas a la sociedad?

Hablando en plata: de perdidos al río.

Las sentencias contra las subastas de capacidad, la liberalización y el sexo de los ángeles

Recientemente el Tribunal Supremo ha adoptado dos sentencias contra las denominadas subastas de energía primaria, las EPES o VPP. Un procedimiento que se contenía en el Libro Blanco de la Reforma del Sector Eléctrico y cuya “adaptación” finalmente corrió a cargo del anterior Secretario General de Energía, Ignasi Nieto, cuya producción normativa es casi paralela al número de litigios pendientes en distintas instancias judiciales españolas y europeas (también recientemente, se han conocido las sentencias del Tribunal Supremo que consideraban nulo el mecanismo de financiación de los planes de eficiencia energética con cargo a la tarifa eléctrica y estableciendo que las centrales nucleares tienen derecho a percibir la retribución por la garantía de potencia). Y lo que parece es que van a empezar a vencer las letras judiciales de la hipoteca de la mala regulación (o como se denominó en aquel tiempo: regulación por hormonas).

En un primer momento, las subastas de capacidad tenían la virtualidad mediática y propagandística de presentarse como una herramienta para “favorecer la competencia en el sector eléctrico”. Incluso desde algún medio se ha tildado a esta iniciativa regulatoria de “medida estrella” en la liberalización del sector eléctrico. Pero la primera pregunta es si alguien con dos dedos de frente podía creerse que, con una larga cadena de decisiones intervencionistas a sus espaldas (monopolio en redes de transporte, intervencionismo en precios, etc…), el anterior equipo al frente de la energía en el Ministerio de Industria creía real y fervientemente en la liberalización del sector energético. Porque la verdadera liberalización, tras la Ley del Sector Eléctrico, hubiera sido la eliminación de la tarifa regulada, cuestión que, sí o sí, toca ahora sin que pueda dilatarse más.

Desde el punto de vista regulatorio, las subastas de capacidad, la energía virtual (el sexo de los ángeles) consisten en obligar a los operadores dominantes a ceder parte de su capacidad de generación. El objetivo era “mitigar” el “poder de mercado” de los grandes operadores. El problema es que la medida incluida en el sobrevalorado (y sobreseído) Libro Blanco se diseña y se formula con información de composición del mercado eléctrico español de unos años antes de la presentación de este documento. Lo cual, acumulado al desfase de su puesta en funcionamiento, nos lleva a que el “poder de mercado” de los dos operadores principales esté ya por debajo del 45 % (y que continúa reduciéndose, fruto de la entrada de los nuevos operadores, la incorporación de las energías renovables, la puesta en marcha de nuevos ciclos combinados, etc…).

Por otra parte, hay que contar parte de la intrahistoria de estas subastas de capacidad dado que, una vez llegados a una posición común inicial entre la Secretaría General de Energía y los operadores para poner en marcha este mecanismo, Industria (con Nieto a la cabeza en ese momento), pasó a mayores, desveló su voracidad a través de su regulación final por dos vías: aumentando las cantidades a subastar e interviniendo los precios (a través del precio de reserva) para fijarlos por debajo del mercado. Por tanto, se trató de un modelo de “trampa” regulatoria, de atajo que no ha traído más que problemas. Una subasta con trampa.

Primera cuestión, por tanto: hace falta saber cuál es el modelo de funcionamiento de mercado “deseado” de cara a poner en marcha estas subastas de capacidad, es decir si hay algún modelo de “cuotas” tendencial preferido por la “superioridad” (como se decía antes: ¿adónde vamos a llegar a parar?, si es que alguien lo sabe o lo sabía). Y hay que ver si verdaderamente este instrumento de expropiación a los operadores de capacidad sirve para los fines para los que se pensó (en un mundo teórico de ecuaciones y porcentajes, frente a las dinámicas de mercado) y si efectivamente este mecanismo introduce más competencia en el mercado eléctrico. O, por el contrario, esa relación causa-efecto no es tal. Hay que tener en cuenta que en otros países estas subastas virtuales se han introducido como condiciones a operaciones concretas de concentración empresarial, no como mecanismo genérico de redistribución del mercado. Otra excepción española.

Del mismo modo, de manera efectiva, como ya ha sido comentado en Energía Diario por expertos y protagonistas del sector energético y del propio sector de la comercialización, las subastas de capacidad se habían convertido, en combinación con las subastas CESUR, en un producto financiero de cobertura. El hecho es que las subastas también han tenido su “contexto mediático” en el que se ha procurado que todos los gatos sean pardos: una polémica por los precios y los costes con el consabido y absurdo debate de las tecnologías de generación (¿en qué mercado se determinan los precios por esa vía?), con el añadido del caldo gordo en que se está cociendo la subida de precios de la electricidad fruto de su desajuste con su coste real. Algo en lo que el esfuerzo de explicación institucional está siendo casi nulo, de forma que se alimentan polémicas interesadas contra las empresas, que proceden de decisiones económicas y políticas necesarias.

En todo caso, en realidad, los expertos en competencia son partidarios de identificar si existen abusos de poder de mercado, estudiando bien su funcionamiento, sus resultados y el comportamiento de los agentes. Medidas como esta, fijadas a ciegas y ejecutadas de forma sádica, no pueden llevar sino a su cuestionamiento y remoción en el plano legal con los consiguientes efectos que tiene para la seguridad jurídica del sector. El resto es ideología, propaganda y arbitrismo.

Otro bochorno más o cómo hacer un nuevo monopolio gracias a Competencia

Dejábamos ayer la noticia desnuda de la operación GN-UF, sin conocer las condiciones que la Comisión Nacional de Competencia impondría a la adquisición de Unión Fenosa por Gas Natural, sobre todo por la expectación y el rigor que se había conocido en los trabajos seguidos por el organismo durante la fase investigadora. Parece que este esfuerzo no se ha correspondido finalmente con el dictamen emitido por el órgano regulador de la competencia, más bien al contrario. Todo lo contrario.

La Comisión Nacional de Competencia ha emitido unas condiciones que son casi un mecanismo burdo de establecimiento: multiplicar por dos la escueta y lacónica oferta que había realizado Gas Natural en materia de desinversiones (de 800 MW a 2.000 y de 300.000 puntos de comercialización al doble). Una propuesta que era completamente insuficiente y lejana a la realidad de la operación y de su efecto en los mercados y que ya podemos decir que es complaciente con la misma, como se evidencia por la propia reacción de los implicados. La clave de la operación estriba en los efectos que tiene para el mercado de aprovisionamiento de gas y para la competencia en determinados ámbitos geográficos de la comercialización. Y, en eso, en lo más importante, la Comisión Nacional de Competencia se inhibe y aboga por la “independencia” de Unión Fenosa Gas, asumiendo todas las posibilidades que tiene la comunicación por telepatía y, por tanto, certificando un operador con el 80 % del poder de mercado en aprovisionamiento.

En eso, el diagnóstico, análisis y remedios fijados finalmente son completamente descorazonadores con la ejecutoria final de la CNC, una especie de parto de los montes. Y, lo que es peor, se lleva al traste con la reforma de este organismo, cuya primera operación importante desde la nueva conformación de los servicios de competencia integrados es solventada a la antigua usanza. Unos pasos iniciales, los de la CNC, que podían situar una nueva trayectoria en uno de los ámbitos económicos más polémicos en nuestro país (asociado siempre a operaciones corporativas con trasfondo). Si, al final, el órgano regulador de la competencia sucumbe a las presiones que hay en torno a una operación empresarial, y en lugar de generar más competencia genera un monopolio, es que se ha pervertido totalmente su papel. Pasa, en ese momento, a ser el órgano de la “incompetencia”.

Este dictamen se lleva al traste también la necesidad de aumentar la competencia y no caminar en sentido contrario a la liberalización de los mercados energéticos. Si, dentro de un tiempo, nos encontramos con subidas del precio del gas en el mercado español causadas por el aumento del poder de mercado, ¿a quién podremos recurrir?, ¿quién será el responsable?, ¿recordaremos los nombres y apellidos de cada uno de los involucrados en un resultado que evidencia la quiebra de las instituciones económicas de nuestro país, la caída por el túnel del descrédito y la bajada de ‘ratings’? ¿No tenemos bastante con las críticas que tienen el resto de órganos reguladores que nos sitúan como una democracia económica imperfecta comparativamente con Europa? Las decisiones de hoy son las consecuencias de mañana y las intervenciones arbitristas de pasado mañana.

Este informe consolida por tanto una tendencia seguida por el órgano regulador del sector energético, la Comisión Nacional de Energía, de condiciones cosméticas para salvar las apariencias, pero nada efectivas en la práctica para los problemas que genera una operación así. Queda, finalmente, que el Ministerio de Economía pueda hipotéticamente enmendar la plana a la Comisión Nacional de Competencia. A la vista del resultado debería ser así en un ejercicio de visión de la economía española más amplio. Algo que sólo, por lo improbable, parece insólito, pero que debería ser un ejercicio de defensa del modelo de liberalización de los sectores económicos, basado en una apuesta cierta, real y no retórica o condicionada por los devaneos políticos momentáneos y los intereses concretos. Quién sabe.

Queda una reflexión de contenido deletéreo para el momento económico y la conformación de nuestra sociedad ante la demolición de los principios de libertad de mercado y competencia que han sido claves para los años de despegue, en manos de los intereses parciales. «En 30 días nos vamos a cargar lo que hemos edificado en 30 años», escribía recientemente el conquense Raúl del Pozo en El Mundo y algo de esto hay en estos momentos en el plano económico y de liberalización y modernización del país. Así, por debajo de la realidad crispada de la política cainita y de los espías, con esa capacidad de “colar” cuestiones de este calado en el “reality show” político-económico, se están produciendo involuciones para los mercados, para el funcionamiento de nuestra economía, para el respeto y prestigio de las instituciones que acaban resultando completamente demediadas, para la credibilidad de la organización de nuestra sociedad, para reestablecer la necesidad del rigor, la seriedad, la responsabilidad del coraje civil, social y de la democracia.»

Está pasando, lo están viendo.